El día que Gabriel Cano recibió el premio de periodismo María Moors Cabot

El 18 de octubre de 1954 en Nueva York, Estados Unidos, el padre de Guillermo Cano recibió este galardón. Reproducimos sus declaraciones a agencia de noticias United Press.

Redacción El Espectador
24 de octubre de 2016 - 11:25 a. m.
Gabriel Cano, padre de Guillermo Cano. / Archivo -  El Espectador
Gabriel Cano, padre de Guillermo Cano. / Archivo - El Espectador

“He aceptado los premios María Moors Cabot, que nos ha otorgado inmerecidamente la Universidad de Columbia, no sólo porque ellos constituyen un grande honor para El Espectador y para mí, sino porque creo que estas grandes distinciones de tan ilustre origen y de tan noble significado, concedidas en el exterior a un periódico y un periodista de Colombia, pueden considerarse en estos momentos como una especie de reparación para toda la prensa de Colombia por los males que ha sufrido durante los últimos años y como un escudo contra los peligros que todavía amenazan su libertad”. (Lea más sobre el especial 30 años sin Guillermo Cano)
 
Preguntado luego el señor Cano sobre la situación actual de la prensa en su país, respondió textualmente:
 
“Cuando en marzo del año pasado asistí en Jamaica a la reunión de la junta de directores de la Sociedad Interamericana de Prensa, un periodista de Kingston me formuló preguntas semejantes y le respondí que, si dentro de Colombia quería y no podía hablar, fuera de Colombia debía y quería callar”.
 
“De entonces a ahora ha cambiado en forma favorable y de manera sustancial la condición de los escritores públicos en mi país y hoy puedo decir, con satisfacción de periodista y con orgullo de colombiano, que al suprimir el odioso sistema de la previa censura, el gobierno ha establecido prácticamente la libertad de la prensa, salvo en el caso aberrante del extrañamiento de hecho a que están condenados los periodistas señores Gómez, propietarios del diario “El Siglo”, de Bogotá”. (Lea: Los periodistas que negociaron con Rojas Pinilla que reabriera ‘El Siglo’)
 
“Posteriormente el gobierno expidió, en forma precipitada e inconsulta, un decreto-ley sobre los delitos de injuria y calumnia que, de haberse aplicado en su texto primitivo, habría significado una limitación de la libertad de expresión más drástica todavía que la de la censura oficial”.
 
“Atento al clamor vehemente y unánime de los periodistas y dela opinión pública, el gobierno accedió primero a aplazar la vigencia de aquella medida y procedió a reformarla luego, por medio de un nuevo decreto dentro del cual se adoptaron algunas de las modificaciones insinuadas por cuatro ilustres periodistas y juriconsultos liberales y conservadores designados para el efecto por la Comisión Nacional de Prensa”.
 
“Precisamente ahora están analizando los periodistas colombianos las implicaciones que el nuevo decreto podrá tener sobre la libertad de prensa, de manera que este trascendental debate no se ha cerrado ni podrá cerrarse todavía porque todo parece indicar que en algunos de los colaboradores inmediatos del señor presidente sigue primando un rígido criterio represivo de la libertad de expresión”.
 
“De otro lado, el gobierno colombiano ha sostenido que al expedir estas medidas para reprimir y castigar los delitos de injuria y calumnia busca sólo el cumplimiento de la obligación constitucional de amparar la honra de los ciudadanos”.
 
“Los periodistas, por su parte, están en pleno acuerdo con el gobierno a este respecto. Pero algunos de estos últimos podrían objetar con sobrada razón que igual deber le impone al gobierno nuestra Carta Fundamental respecto de la ida y bienes de los asociados, derechos que no han sido debidamente protegidos, en el caso que cité de los propietarios de “El Siglo” ni el de “El Tiempo” y “El Espectador”, que fueron asaltados, saqueados e incendiados el 6 de septiembre de 1952, sin que la Asamblea Constituyente ni el gobierno hayan permitido en el primer caso el regreso de los expatriados para ponerse al frente de su empresa, ni intentado, en el segundo, reparara de hecho ni siquiera de palabra los daños que sufrieron como consecuencia de aquel atentado criminal”. (Lea: El día que incendiaron las sedes de El Espectador y El Tiempo)
 
“Sobra decir —agregó el señor Cano—, por lo que hace al El Espectador, que este justificado reproche persigue ningún fin utilitario, pues mi periódico no ha reclamado, ni reclama, ni recibirá un solo centavo del tesoro nacional”. (Lea un perfil de Gabriel Cano Villegas)
 
“Exactamente lo mismo creo poder afirmar, sin ningún temor de equivocarme, respecto del ilustre diario “El Tiempo”, otra de las víctimas indefensas de los asaltos de septiembre”.
“En todo caso —terminó el señor Cano—, aún tengo fe en que la prensa colombiana recobrará al fin la libertad sin otra limitación que el sentido de responsabilidad de sus redactores, ni otro freno que el de la opinión pública”.
 
“Por fortuna, el actual presidente de Colombia ha tenido el valor civil de reconocer y rectificar sus propios errores y los de sus ministros, virtud bastante escasa, por cierto, en jefes de gobierno como el suyo. A todo señor todo honor”.
 

Por Redacción El Espectador

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