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El legado de un periodista asesinado hace cuatro años

El Espectador recuerda al periodista cordobés que se enfrentó a la clase política y paramilitar de Córdoba y habla con su hijo, el también periodista Mauricio Castilla.

Alfredo Molano Jimeno
20 de marzo de 2014 - 04:50 p. m.
El legado de un periodista asesinado hace cuatro años

El 19 de marzo de 2010, en horas de la noche, Clodomiro Castilla, el cáustico periodista de la revista El pulso por el Tiempo, que había cazado la pelea con la clase política y el paramilitarismo de Córdoba, fue asesinado en su casa. Cinco días antes, Clodomiro había denunciado ante la Fiscalía a un grupo de políticos y de empresarios de quererlo asesinar, y ese mismo día, le pidió a la Policía reintegrarle el esquema de seguridad que le había sido retirado. Tres días antes de recibir los ocho disparos que acabaron con su vida escribió a sus seres queridos sentidas cartas en tono de despedida. Y un día antes, el expresidente Álvaro Uribe había asistido al aniversario del diario El Meridiano de Córdoba, en un salón social de Montería, y ante el curibito costeño afirmó que durante su Gobierno los periodistas podía ejercer el sagrado derecho a la libertad de expresión sin temer a ser asesinado. Una cronología de hechos que da para escribir otro relato de una muerte anunciada, pero éste tendría que indagar en las entrañas de la política cordobesa, donde el paramilitarismo consiguió en su momento un arraigo particular.

Cuatro años después de aquel viernes, en que fue baleado por la espalda el controvertido periodista, su hijo, Mauricio Castilla, recuerda aquellos tiempos y cuenta cómo sus asesinos siguen persiguiendo el legado de su padre. Ayer en Montería apenas si se escucharon en algunos –pocos, sostiene Mauricio- programas radiales recordar el vil asesinato. “Apenas recibí un par de solidaridades de algunos viejos amigos de él. La misa tuvo poca afluencia, creo que es el temor que le tienen a los que lo asesinaron. No hubo esa voz de apoyo del gremio. Comprendo la posición de muchos de ellos, el temor persiste. Porque la pauta podría verse afectada y por lo mismo la cuchara de los comunicadores, pero me parece que no se compadece con los honores que reciben otros periodistas que han sido asesinados en otras regiones. Aquí el miedo persiste, la criminalidad aún tiene poder y mucho”, explica Mauricio entre la decepción y la rabia.

Y es que precisamente, una de las más duras batallas de Clodomiro Castilla fue contra el gremio periodístico de Córdoba. Específicamente contra William Enrique Salleg Taboada, director del Meridiano, a quien el expresidente siempre ha considerado “un buen muchacho”. Clodomiro Castilla había revelado unas interceptaciones en que se podía inferir una cercanía entre el empresario del medio y Salvatore Mancuso, jefe paramilitar que dominó Córdoba junto a los hermanos Castaño Gil. Clodomiro Castillo también rindió testimonio contra el senador Juan Manuel López Cabrales en el proceso por parapolítica. Ese era el talante de Clodomiro Castilla, quien un año antes de que lo mataran reveló unas fotografías en que miembros de la Policía y la Autodefensa realizaban un operativo conjunto contra unas familias campesinas. En esas imágenes también aparece Salleg.

En una nota periodística publicada pocos días después del asesinato de Clodomiro, Claudia Julieta Duque reveló que una carta enviada la Federación Colombiana de Periodistas (Fecolper), en la que Clodomiro Castilla escribe prediciendo su destino:

"a ustedes les agradezco todo lo que han hecho por salvar mi vida, pero estoy cansado del comportamiento del gobierno, de la doble moral del Estado. Aquí, donde se crían y engordan las mejores vacas y caballos del presidente de la República, donde él considera que es el sitio más seguro, a un periodista lo quieren matar y desestabilizar por decir la verdad y mostrar esa otra cara del departamento que no aparece en los grandes medios promocionales".

Eran días en que Clodomiro Castilla sostenía una dura batalla jurídica y pública con Martha Sáenz, William Salleg y el empresario Pedro Guisay Chadid, a quienes denunció de quererlo asesinar. Por ese camino también denunció al entonces magistrado Jorge Pretelt, de interferir en favor de los denunciados, y también con él tuvo un intercambio de mensajes. Clodomiro Castilla hizo todo lo que pudo para salvar su vida, incluso se retractó en algunos de los procesos judiciales, rogo por la protección de la Policía cuando había rehusado a que lo escoltaran por temor a que suministraran información para su asesinato, y al final sólo le quedó despedirse de la gente que quiso, de la que lo apoyó y de su hijo Mauricio, que lo vio un día antes de que lo asesinaran cruzando el puente de metálico de Montería, rumbo a su casa. “No nos saludamos, sólo lo vi caminando. Esa fue la última vez que lo ví”, recuerda Mauricio, un joven de 29 años, periodista empírico que estudió cinco semestres de derecho, buscando justicia en el crimen de su padre. Y no ha encontrado la justicia ni en las aulas ni en los tribunales. No se graduó y la investigación por el crimen de Clodomiro no ha avanzado nada.

Mauricio Castilla ha recogido las banderas de su padre. Tiene un periódico gratuito que reparte como Clodomiro Castilla le enseñó y hasta hace un mes tuvo un programa de radio. “Tengo una visión crítica de lo que pasa en Córdoba. Empecé como colaborador de programas radiales, hasta que en algunas de ellos fui censurado. Coordiné un programa llamado Verdades y Opiniones pero al cumplir un año, y raíz de nuestra posición crítica contra el Gobernador y la clase política de Córdoba, se nos canceló el espacio radial. Me había advertido que estaba interfiriendo en negocios de Rafael Gómez, dueño de la emisora. Una persona que mi papá había denunciado por presunta corrupción. Entonces nos quitaron el espacio radial el 17 de febrero de 2014. Hoy estamos en un programa de televisivo en un canal local. Tengo un periódico llamado El Radar de circulación gratuita. Y sigo denunciando a los que mataron a mi padre y a los que los sucedieron en sus puestos de corrupción”, advierte Mauricio.

Al ser indagado sobre la relación con su padre, cuenta que era amorosa pero también de discusiones. Lo recuerda feliz sacando su revista y repartiéndola con tanto éxito que hasta sus enemigos la leían. “Los últimos momentos de su vida estaba muy escondido porque lo iban a matar. La última vez lo vi cruzando el puente. Ese mismo día, uno antes de que lo mataran, me mandó correo diciéndome que nos viéramos, que me quería mucho a pesar de nuestras peleas, que me admiraba porque había sabido volar con alas propias. Y me pedía disculpas por los momentos en que tuvimos problemas. Llamó a muchos de sus amigos y se despidió como si supiera de su muerte. Y lo mataron. Ahora, sus asesinos me hacen la vida imposible a mí, también me quieren callar. Dicen en los corrillos que costó 100 millones que me sacaran del programa de radio, yo creo que les sale más barato mandarme a matar que andar pagando para que me cierren las puertas”, concluye Mauricio Castilla, recordando que es hijo del obstinado periodista Clodomiro Castilla, asesinado ayer hace cuatro años.
 

Por Alfredo Molano Jimeno

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