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El nuevo 'look' del sindicalismo

La llegada de nuevas empresas al país jalonó la creación de organizaciones sindicales lideradas por jóvenes y más cercanas a la tecnología como arma de integración.

Élber Gutiérrez Roa
03 de mayo de 2013 - 09:50 p. m.
Guillermo Antonio Correa Montoya, director de la Escuela Nacional Sindical. / Andrés Torres
Guillermo Antonio Correa Montoya, director de la Escuela Nacional Sindical. / Andrés Torres

El sindicalismo colombiano se está remozando. En medio de la violencia de quienes creen que disentir es un delito y también a punta de golpes por culpa de delincuentes que se hacen pasar como miembros del movimiento obrero para cometer fechorías, el sector trabajador del país parece asistir a un proceso de cambio cultural sintonizado con la nueva realidad laboral del país.

El relevo generacional, el aprovechamiento de las redes sociales para acercar a las bases con sus líderes y la explosión de sindicatos en empresas relativamente nuevas en el país, como Falabella o Carrefour, así lo demuestran. También el cambio de actitud de varios de los antiguos sindicatos en relación con el futuro de sus empresas (como en los casos de Argos y Colombina, entre otros).

Es claro que en zonas como la Región Caribe persisten los problemas para la asociación de los empleados y tampoco faltan las amenazas y agresiones contra los líderes sindicales en Cauca. Pero las relaciones, en muchos casos han mejorado, tal y como lo asegura Guillermo Antonio Correa, director de la Escuela Nacional Sindical (ENS), en esta entrevista, que pretende ir un poco más allá de las cifras o las imágenes sobre disturbios a las que por momentos es asociada la actividad sindical.

¿Por qué existe la percepción de que en el país, a pesar de los problemas, hay una especie de auge de sindicatos?

Curiosamente, es consecuencia del difícil proceso de discusiones en torno a los TLC, que pusieron de nuevo en la agenda nacional el tema laboral y sindical. Esas discusiones generaron recomendaciones al gobierno colombiano para ampliar libertades sindicales, promover el ejercicio sindical y formalizar el trabajo.

¿Y sí hay un auge de sindicatos?

No es la gran explosión sindical, pero es un momento importante, porque hace tiempo no veíamos tanto entusiasmo de los trabajadores por pertenecer a organizaciones sindicales. Con una particularidad: que son sindicatos de jóvenes.

Y eso, en la práctica, ¿qué diferencia acarrea?

A la larga se crea una personalidad de relacionamiento con los actores del mundo laboral muy distinta a la de un sindicalismo que siempre estaba reactivo y defendiéndose (porque lo atacaban mucho) y creó una personalidad contestataria.

¿Hay condiciones en Colombia para el ejercicio a plenitud de ese nuevo sindicalismo?

Hay que crearlas con una cultura que desmitifique esos imaginarios que asumen que estar articulado con los sindicatos es estarlo con una forma de guerrilla. Por otro lado, está el hecho de que los trabajadores se puedan sindicalizar y eso depende del tipo de trabajos que tengan las nuevas generaciones. Si es trabajo decente, habrá contrato, se lo respetarán, tendrá protección y una posibilidad de vida a partir de su trabajo.

¿Cuál es, entonces, el papel del nuevo sindicalista en Colombia?

En su corazón siempre estará la defensa de los derechos de los trabajadores, pero eso también significa tener una actitud proactiva frente a la empresa. Un sindicalista no puede ser negligente frente a las realidades económicas, ni pensar sólo en sus beneficios.

¿Y qué tan fácil ha sido que los sindicalistas aprendan eso?

El sindicalismo tiene un papel importante en la manera de democratizar las relaciones laborales y los trabajadores tienen mucho que decir sobre el futuro político laboral del país. Por eso hablamos más de un sindicalismo del diálogo que de la confrontación, aunque en momentos críticos haya que acudir a ella.

¿En qué más ha tenido que cambiar el sindicalista?

En mucho, pero las transformaciones culturales son lentas. Los sindicatos han logrado entender que tienen que defender las empresas (sin empresa no hay sindicato), que tienen que pensar en política nacional y leer el contexto político económico del país, abandonar ciertas prácticas de beneficios. Han tenido que entender la flexibilidad de los mercados laborales y hacer lectura de la fragilidad que allí se da para los trabajadores. Incluso, algunos han llegado a pensar en la protección en medio de la flexibilidad.

¿Qué sindicatos han hecho ese cambio de chip?

Sintracarbón acaba de hacer una negociación importante. Dos terceras partes de sus acuerdos benefician a trabajadores tercerizados, no a empleados directos de la empresa (Cerrejón).

¿Y qué fue lo que ganaron?

El derecho de los trabajadores tercerizados a la asociación. Cerrejón exigirá a las compañías contratistas garantizar el derecho de sus trabajadores a sindicalizarse, que no haya persecución. Y 7.000 de los 12.000 trabajadores de Cerrejón son tercerizados.

¿No siempre buscan más sueldo?

No. En las negociaciones con Cencosud (antes Carrefour) o Sodimac (Home Center) el problema no era tanto de salario, sino del reconocimiento de una organización con derecho a reunirse.

¿A qué otros temas le apunta la agenda sindical del momento?

Desde la ENS le hemos puesto un foco a crear valores en el movimiento sindical. Que tenga agenda de trabajo pensada desde lo étnico, género, diversidad sexual, temas culturales.

¿Y en qué deben cambiar los empresarios frente al tema?

Muchos empresarios tienen la visión histórica de miedo y desinformación frente al papel del sindicalista. En el momento en que lo conocen e identifican su papel, se desmontan esos temores. En Carrefour fue la misma gerencia la que nos invitó a hablar sobre la democracia laboral. Encontraron que los sindicatos son necesarios en la construcción de un mundo laboral democrático.

Pero no todos estarán dispuestos a hacerlo...

El empresariado que se mueve en la legalidad es amable, las discusiones le pueden generar resistencia, pero se dan. Pero otra parte del empresariado del país que raya con cierta lógica de la ilegalidad y allí es más complicado llegar.

¿Cuál es la zona más compleja para este tipo de trabajo?

El Caribe. Hay una cultura antisindical muy fuerte. En Valle y Cauca también hay empresarios muy resistentes al tema sindical. La violencia antisindical en Antioquia también es fuerte. El contraste sería Bogotá, en donde está el 40% del sindicalismo del país, por la presencia del estado central y por el crecimiento económico de la sabana.

¿Y cuál es el sector empresarial al que más les cuesta llegar?

Nos llama mucho la atención el caso de la palma. El ministerio ha impuesto sanciones, el gobierno ha hecho presencia, la Embajada de EE.UU. ha hecho presión y la situación no cambia, porque hay un enrarecimiento en las relaciones en esos territorios. Organizar un sindicato es casi exponer a los trabajadores a medidas violentas, a veces a través de grupos irregulares. En Valle, los corteros con movilización lograron sensibilizar a los empresarios y hubo un cambio, pero en el norte del Cauca no. De hecho, este año asesinaron a un dirigente sindical de los corteros.

¿La falta de presencia estatal tendrá algo que ver?

Mire, Bogotá, la ciudad más institucionalizada del país, tiene la mayor tasa de sindicalización y menor violencia antisindical. Las ciudades con menos presencia del Estado son más peligrosas para los sindicalistas.

¿Recuerda una relación exitosa entre sindicato y empresarios?

Bancolombia. Hay tres organizaciones sindicales presentes en el grupo empresarial Bancolombia y una muy fuerte es la UNEB, que tiene una relación muy buena con la empresa (no sólo en la negociación colectiva). Es una empresa con buenas relaciones laborales, de las primeras que flexibilizaron la jornada laboral y la redujo incluso a 43 horas semanales (tienen una jornada menor que la legal).

El caso de Argos también lo mencionan mucho...

Otro buen ejemplo. Eran ocho cementeras con sindicatos separados y el grupo empresarial antioqueño, que era el dueño mayoritario de Argos, decidió crear una sola empresa e invitó a los trabajadores a formar un solo sindicato y negociar una sola convención colectiva. Eso fortaleció la capacidad de diálogo de los trabajadores. La empresa ya no les da leche y carne (ni les paga la mitad del salario a las esposas de los trabajadores, como se hacía en los años 50), pero los empezó a tratar como aliados estratégicos, ejemplo que se debería seguir en muchas empresas del Estado.

¿Y cómo formalizó Colombina a sus obreros tercerizados?

Allí había relaciones laborales de todo tipo: tercerización, cooperativas y contratos civiles. Hace poco, los jóvenes se tomaron el sindicato con la idea de que no podían ganar todo, porque la empresa se quebraba. Buscaron formalizar el trabajo tercerizado y han avanzado, cediendo de lado y lado, gradualmente. Han formalizado 400 empleos en tres años, el sindicato tiene gran legitimidad y la empresa ha crecido, exporta cada vez más.

Entonces, también cambió el perfil de los sindicatos.

Claro. Ya pasó la época de los 40 señores con un régimen prestacional muy bueno y alrededor 500 ‘pelaos’ en cooperativas de trabajo asociado que trabajan 50 horas, sin devengar horas extras, que a veces no ganan ni el mínimo y los llaman a trabajar sólo cuando hay pedidos por surtir. El sindicalismo tiene un papel político y social que cumplir, pero también es interlocutor de la empresa. No puede llevar la lucha política nacional a la negociación colectiva.

Pero eso tampoco significa que a todo tenga que decir que sí.

Exacto. No tiene que ser entreguista ni arrodillado al patrón. Puede mantener su sentido crítico, generar conflicto (eso tampoco es malo), pero debe ser creativo, innovador.

¿Y las relaciones entre los miembros de los sindicatos qué tan verticales son ahora?

A diferencia de los sindicatos antiguos, en donde unos grandes líderes controlaban todo, en los sindicatos de ahora se comparte información y se toman decisiones de manera más democrática. Los sindicatos de Cerrejón, Cencosud, Claro y Sodimac tienen información permanente a sus afiliados, usan redes sociales. Las bases se sienten más partícipes.

¿Qué tan de izquierda son la ENS y los sindicatos a los que apoyan?

El sindicalismo es como el país. Hay todas las tendencias políticas: izquierda radical, moderada, centro, liberalismo, centroderecha. A unos les suena a izquierda, pero tiene matices y nosotros buscamos canales de comunicación con todos. La escuela no milita, es centro de apoyo al sindicalismo.

¿Y en quedó el sindicalismo de derecha del gobierno Uribe?

Esa fue una nueva central sindical con sindicatos que no existen. Fueron más sombra que sindicatos, una estrategia para mostrar en escenarios internacionales. Un sector minoritario, que no está en ninguna central se articuló con Uribe y se prestó para crear sombrillas con las que decían que en el país había 1,5 millones de sindicalistas, siendo 830.000.

¿Cómo se comprueba que una central tiene o no afiliados?

Uno de los puntos más frágiles es la inspección. En Colombia no existe un censo sindical claro y fiable, a excepción del nuestro (el Mintrabajo está trabajando un censo sindical). Pero se puede saber, por ejemplo, con las planillas de afiliación, para ver si las empresas descuentan las cuotas sindicales de los trabajadores.

¿No estará generalizando usted al decir que en el gobierno Uribe no se podían crear sindicatos?

En el gobierno Uribe, como ENS, creamos un sindicato que se llama Sintraong, para afiliar a los trabajadores de todas las ONG del país. Luchamos tres años y siempre nos rechazaron el registro. El director de la escuela mandó una carta apoyando al sindicato (es decir, no nos iban a echar), pero tampoco. Mandamos queja a la OIT y un fallo de la Corte dijo finalmente que el Ministerio de Protección de la época no podía negar el registro sindical, que eso sólo lo podían hacer los jueces.

¿Por qué les negaron el registro?

Porque en los estatutos permitíamos la afiliación de personas sin contrato laboral, que trabajaban por servicios. En las ONG hay gente que trabaja por horas, por mes, por proyecto. Nos interesaba que fueran parte del sindicato. Si con los mejores profesionales no fuimos capaces de montar el sindicato, cómo será la pobre gente de Arauca, que ni conoce las leyes para crear sindicatos.

egutierrez@elespectador.com

Por Élber Gutiérrez Roa

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