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El paro como futuro

Una de las protestas sociales más intensas de los últimos tiempos y el interrogante de cómo llegó el país a este punto. Esta es una aproximación a los orígenes y consecuencias del fenómeno.

Tatiana Acevedo - Especial para El Espectador
01 de septiembre de 2013 - 10:11 a. m.
Todos expresaron solidaridad con los campesinos, al tiempo que enunciaron sus propias demandas. / Óscar Pérez - El Espectador
Todos expresaron solidaridad con los campesinos, al tiempo que enunciaron sus propias demandas. / Óscar Pérez - El Espectador

Antecedentes de un paro

Con los paros minero, cafetero y del Catatumbo como antesala, se gestó el paro nacional agrario, iniciado por los cultivadores de café, que pedían al Gobierno el pago oportuno de subsidios y la intervención en los precios de fertilizantes, abonos y otros insumos, para reducir los costos de producción del café y hacerlo más competitivo.

Pisos térmicos arriba, campesinos de clima frío, paperos, lecheros y cebolleros bloquearon carreteras en Nariño, Boyacá y el oriente de Cundinamarca. Se quejaron de la falta de apoyo a los pequeños productores, del costo de la gasolina y los insumos agrícolas y de la importación de productos a más bajo costo. A la denuncia de insumos demasiado costosos se unieron los tomateros de Ráquira. Y los cacaoteros de Santander, que se movilizaron por los bajos precios del cacao, su importación y contrabando descontrolado.

Con los días, asociaciones de maestros, trabajadores de la salud y estudiantes comenzaron a preparar sus propias movilizaciones. Todos expresaron solidaridad con los campesinos, al tiempo que enunciaron sus propias demandas. Fecode advirtió sobre su propio paro del magisterio. Sindess y Anthoc, sindicatos del sector salud, manifestaron su oposición a la reforma a la salud. La Mesa Amplia Nacional Estudiantil (Mane), organizó la Batucada Nacional por la Educación en respuesta a lo que llamaron “crisis del sector de la educación” y en respaldo del campesinado cundiboyacense: “todos con ruanas y con tambores también en solidaridad con el paro agrario”.

Entre tanto, distintas empatías movilizaron sectores de la clase media y media alta en capitales como Bogotá, Medellín y Bucaramanga. A la rotación masiva, en redes sociales, de distintos videos (los que muestran a la Esmad golpeando a los manifestantes en Boyacá; la intervención en el Congreso de Cesar Pachón, vocero del Comité por la Dignidad Papera; el documental 9.70 sobre el TLC y las semillas de Monsanto), le siguió la coordinación de “cacerolazos” en solidaridad con el paro agrario, con consignas de rechazo a los transgénicos, críticas al TLC y vivas al comercio justo.

Así, cultivadores de café, productores de clima frío o caliente, sindicatos, estudiantes y clases medias, fueron planeando pequeñas o grandes manifestaciones que convergieron el jueves en la calle. Mientras la movilización tomaba forma y crecía, en los primeros días de la semana —quizá en el momento de mayor entusiasmo— no fueron pocos los que quisieron tomarse la vocería del paro nacional.

Todos quieren bailar con la ruana

De la izquierda a la derecha, todo el que no estuvo en la coalición de gobierno quiso sentirse vocero y nominarse como el conocedor de las causas específicas de la movilización. El poseedor de todas las respuestas. El Polo anunció, desde que se presentó la movilización cafetera, que los problemas del agro se derivaban del TLC y la apertura económica. El partido ha hecho énfasis en su oposición histórica al TLC, recordando que en momentos de su aprobación fueron los únicos que votaron en contra. La dirigencia en pleno participó en marchas de solidaridad y varias de sus figuras emblemáticas, como el congresista Jorge Robledo, dieron declaraciones con sabor a “se los dije”. El alcalde Gustavo Petro trinó: “Espero a todos los campesinos de Colombia en la Bogotá Humana. Por un pacto social por la tierra”. Y la Marcha Patriótica, fungiendo de vocera natural de la movilización, adujo a través de Jaime Caycedo: “La Marcha está en su razón de ser, apoyando e impulsando este proceso de movilización social”.

Por lo demás, las declaraciones del presidente Santos, en las que culpabilizaba la Marcha por los desmanes de la protesta urbana y la falta de resolución de las negociaciones con los campesinos, no hicieron sino darle a este movimiento un mayor protagonismo. Entre tanto, las Farc emitieron declaraciones en las que insinúan que el paro los fortalece y justifica: “¿No está acaso un país entero volcado en las calles exigiendo transformaciones inmediatas, consecuencia de política neoliberal fallida?”. De paso, invitaron a “ponerse la ruana”, como si se tratara de una iniciativa propia.

Finalmente, con entusiasmo similar el expresidente Álvaro Uribe, que apoya el paro cafetero en el suroeste antioqueño, se ha referido a la movilización en términos amigos, abogando ante el Gobierno por sus demandas (tratando de posar como vocero): “Deseamos que el Gobierno suspenda el diálogo con la terrorista Farc y profundice el diálogo con los sectores sociales y productivos del país”, trinó. Seguido, entre otros, de: “Gobierno Santos es permisivo con Farc e indolente con productores”.

Escenarios del presente

Con tantos autodenominados “voceros”, dolientes de la dignidad campesina y el agro nacional, hay quienes indican que es preciso ubicarnos en el contexto de una campaña electoral. La movilización, en vísperas de elecciones parlamentarias, estaría siendo atizada por partidos o políticos particulares que preparan sus campañas y tantean la fuerza de sus bases sociales. Otros, analizan la semana que pasó en términos de apoyo o ataques al proceso de paz de La Habana. Con todo, cabría pensar lo ocurrido en este mes de agosto en términos de lo que viene. De lo que está por venir o ya está ocurriendo, al margen de los grandes relatos de la paz y la actividad electoral.

El movimiento social no es necesariamente un apoyo al proceso de paz, como tampoco es un alegato en contra de las negociaciones. De acá que a todos los que desean cooptarlo políticamente les sea tan difícil hacerlo con éxito. Y de acá también que al propio gobierno del presidente Santos no le resulte fácil controlarlo. Los hechos ocurridos pueden ser, en cambio, un tanteo o vista previa de los escenarios que tendremos tras la desmovilización de las Farc. Un posible escenario posconflicto.

Como tal, otras cosas están en juego. Pues no son pocas las variables que componen el descontento social, de la misma forma que éste difícilmente puede reducirse a la agenda de los partidos políticos o a los intereses de las Farc. De ser correcta esta apreciación, habría que agregar que un posconflicto como el aquí evocado no implica que todo lo que en algún momento planteó un problema esté resuelto. Por el contrario, el del paro y la movilización es un posconflicto que demanda cambios sociales importantes. Por lo mismo, se esperaría del Gobierno que se sustraiga de las lógicas de la guerra a la hora de enfrentar la protesta social, pues no amerita un trato policivo, mucho menos militar.

 

* Magister en Estudios Políticos de la Universidad Nacional, antropóloga de la Universidad de los Andes, candidata a doctorado en Geografía

 de la Universidad de Montreal y  columnista

 de El Espectador.

 

Por Tatiana Acevedo - Especial para El Espectador

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