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'La guerra no sirve para nada'

Luz Adriana González Delgado asegura que dar la mano al hijo del capo sería insultar la memoria de su madre y de su hermana y que hoy, 23 años después, no se ha hecho justicia.

Luz Adriana González D * / Especial para El Espectador
30 de noviembre de 2013 - 09:00 p. m.
Luz Adriana González Delgado, hermana de Ángela Milena González Delgado. / Óscar Güesguán
Luz Adriana González Delgado, hermana de Ángela Milena González Delgado. / Óscar Güesguán

“La bomba estalló un sábado a las 4:15 de la tarde. Un día antes del Día de las Madres. Teníamos un negocio donde vendíamos matas, ubicado en la zona comercial de Quirigua, y Ángela Milena González Delgado, que tenía 9 años, estaba con mi mamá en ese momento.

Ella era mi hermana menor, estaba en tercero de primaria, quería ser doctora y era la compañía de mi mamá porque después de que murió mi papá se apegó mucho a ella.

Yo estaba trabajando. En mi casa estaban mi hermana Sonia, mi mamá, Ángela Milena, mi sobrino y mi hermana Nancy, que trabajaba en una joyería.

Cuando llegué del trabajo a mi casa, lo primero que vi fue a mi hermanita en la entrada de la escalera. Para mí eso fue terrible. Era difícil asumir eso que parecía una pesadilla.

Mi hermana fue a comprar dulces en compañía de un sobrino, con unas monedas que mi mamá le había regalado. Cuando iban bajando las escaleras explotó el carro bomba. Mi sobrino se salvó porque la onda explosiva lo arrojó hasta un parque, pero ella no.

También murió una señora que estaba embarazada y el bebé le salió por la espalda. Nosotros perdimos todo y una de mis hermanas sufrió heridas en el rostro por las esquirlas.

El señor de la basura quedó tirado, un carro destruido, un bus destrozado, y el sufrimiento de mi madre de ver como había quedado Ángela Milena. En la escalera de los vecinos estaba el cuerpo de otra niña, Sandra Carolina. Realmente fue terrible.

Dos meses después de lo sucedido nos reconstruyeron la casa y la vendimos, incluso por un precio menor, porque mi madre no soportaba vivir allí. Siempre buscó que se hiciera justicia, pero un fallo de la justicia administrativa concluyó que el Estado no tenía culpa en eso, que ellos no podían poner un policía en cada esquina. Mi mamá murió en 2005 esperando justicia.

El balance de esa guerra es que hay muchas pérdidas que no sirvieron para nada. A ese hombre no le sirvió para nada, al Estado tampoco y a la gente menos. Se destruyó y nos destruyó.

Yo le habría dicho a Pablo Escobar que antes de hacer una cosa de esas pensara, pues el pueblo no tiene por qué pagar. Nosotros no teníamos nada que ver; ni siquiera sabíamos quién era cuando sucedió eso.

Hoy, más de 20 años después, no le daría la mano al hijo de Pablo Escobar. No me siento capaz de eso. Sería como insultar las memorias de mi mamá y mi hermana. Creo que es muy fácil decir la palabra perdón, pero hay que trabajar para conseguirlo.

La noticia de la muerte de ese narcotraficante, sinceramente, la recibimos con alegría. Qué más puede sentir uno por una persona que le ha causado tanto daño”.

 

ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

* Hermana de Ángela Milena González D.

Por Luz Adriana González D * / Especial para El Espectador

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