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La isla que se cae a pedazos

En Tierrabomba, Bolívar, decenas de familias han visto caer sus casas por la erosión marina que afecta la zona.

Jesús Fragozo Caro /Barranquilla, Atlántico
15 de septiembre de 2014 - 12:56 a. m.
La erosión marina no sólo afecta a Tierrabomba, sino a toda la zona costera que va desde el río Magdalena hasta el golfo de Urabá. / Jesús Fragozo Caro
La erosión marina no sólo afecta a Tierrabomba, sino a toda la zona costera que va desde el río Magdalena hasta el golfo de Urabá. / Jesús Fragozo Caro

Algunas casas de Tierrabomba, Bolívar, parecen habitadas por fantasmas. Están destechadas y agrietadas. Las ventanas son cuadros de cemento que hace rato perdieron sus marcos de madera y, por la erosión marina que desde hace más de 30 años afecta la isla, casi todas están a punto de caer al mar.

La isla queda enfrente de los edificios del barrio Castillogrande. Hay que pagar $2.000 para embarcarse en una lancha que tarda 10 minutos en trasladarse al caserío de familias negras.

Noris Esther Rodríguez, de 33 años, lava la ropa que desde hace cuatro días tenía guardada en una bolsa. Está en el cuarto más alejado del patio, donde no se escucha cómo las olas golpean parte de su casa. El ruido de la lavadora se confunde con el del oleaje. “A mí no me da miedo. Ya estoy acostumbrada”, afirma.

La negra de trenzas vive ahí desde hace un año. Un vendaval destruyó a mediados del año pasado su casa en La Loma (sector más alto de Tierrabomba), en donde residía con su esposo, Óscar Díaz, y sus tres hijos. Allí sobrevive con lo que se gana Óscar, un pescador que cuando no sale a pescar maneja una lancha que transporta turistas. “Los días buenos se gana entre $70.000 y $200.000. En épocas malas, como la de ahora, si acaso trae $20.000”.

“La erosión ocurre porque la arena que entra a la playa no es igual a la cantidad que se va, e ingresa más agua a la isla. Esto no sólo afecta a Tierrabomba; comienza desde la zona costera del río Magdalena hasta el golfo de Urabá, unos 800 kilómetros”, afirma el capitán de navío Ricardo Molares, director del Centro de Investigaciones Oceanográficas e Hidrográficas del Caribe.

“Antes, si ibas a Cartagena y olvidabas algo en la isla, uno gritaba y enseguida te lo traían. Hasta olías la comida de los restaurantes”, asegura Helena Cervantes, de 50 años. La morena de pelo canoso se recuesta sobre una de las puertas de su casa, al lado de un par de bolsas de mecato, dulces y galletas, el negocio que administra desde hace cuatro meses para ayudar a su esposo, que es pescador, con las obligaciones del hogar.

Después de que se caiga la casa de enfrente, seguirán las paredes de Cervantes. “Ya uno está a la espera de que eso ocurra, porque el Gobierno no da nada. Quieren que la gente se aburra para quedarse con todo”.

La isla y Cartagena son polos opuestos. Por un lado está Tierrabomba, con sus casas en ruina, las familias que sobreviven con lo que se ganan del turismo y la pesca, que compran pimpinas llenas de agua a $600 y cilindros de gas a $35.000 que sólo duran un mes; y por el otro está la opulencia de la Heroica, con los edificios, las sillas de playa y confortables habitaciones de hoteles cinco estrellas.

La Alcaldía de Cartagena adjudicó a principios de agosto a la firma DSMC SRL la construcción de un espolón en forma de L de 100 metros de longitud y la instalación de una estructura de geotubos para mitigar los efectos del fenómeno, asegura el secretario de Infraestructura de la capital de Bolívar, Ramón León Hernández. El proyecto, que forma parte de un plan de emergencia en el que se invertirán $1.301’612.523 y tiene una duración de cinco meses y deberá estar listo antes de que termine el año, aún no ha arrancado.“El contratista debe hacer unos trámites ante la Capitanía de Puerto de la Dirección Marítima (Dimar) para iniciar las obras. Una vez se tengan los permisos se comenzará a trabajar”.

Sin embargo, dos concesiones (la del plan de emergencia y la de un proyecto integral), ya están notificadas y autorizadas por la Dimar. “No existe un impedimento por parte de la entidad. La Alcaldía caducó el año pasado un contrato con el mismo objetivo del proyecto que se está realizando ahora. El contratista no cumplió con la obra y hubo algunas novedades de seguridad”, asegura Julio Poveda, capitán de puerto de Cartagena.

“La Oficina de Jurisdicción Coactiva Distrital está tratando de recuperar un anticipo de $650 millones que la Alcaldía entregó al contratista anterior. El proyecto integral (la otra gran propuesta) consta de siete espolones y tres rompeolas y requiere una inversión de $25.500 millones. Pero las obras se ejecutarán luego de ser aprobadas por los Órganos Colegiados de Administración y Decisión (OCAD)”, afirma León.

La erosión, mientras tanto, ha desaparecido cuatro calles, el centro de salud, parques y el aljibe, una obra hecha por los españoles para depositar agua dulce. Tierrabomba tiene unos 9.000 habitantes y 2.020 hectáreas que se dividen entre los corregimientos Caño del Oro, Bocachica, Tierrabomba y la vereda Punta Arena.

“En eso que se ve allá vivía mi mamá”, dice José Luis Jiménez, un negro de ojos azules que bebe ron, señalando dos paredes agrietadas que antes eran parte de una casa. El pescador de 48 años duerme en una especie de cambuche y tiene una cocina de leña como quien es consciente de que cualquier día las olas se tragarán las tablas en donde reside, como le ocurrió a su familia o al Cocote, un vecino que se rebuscaba vendiendo cubetas de hielo y que también lo perdió todo.

Los tierrabomberos no votaron en las elecciones presidenciales de mayo y junio. Están cansados de que los políticos se comprometan a construir espolones para controlar la erosión, y apenas son elegidos no vuelven a la isla. Elisa Liñán tiene 76 años y mientras vende dulces en la terraza de su casa, en donde las olas golpean con fuerza, afirma: “Siento miedo cuando el agua se altera, como ahora que está alborotada. Pero qué hago, no tengo a dónde ir”. 

@Jesusfragozo

Por Jesús Fragozo Caro /Barranquilla, Atlántico

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