Lamentos de los afectados en Mocoa

El Espectador recorrió los principales lugares afectados por la avalancha ocurrida casi a medianoche del pasado viernes. Un amplio sector de la ciudad quedó destruido por el desbordamiento de tres ríos.

Cristian Muñoz Castro - Enviado Especial a Mocoa
03 de abril de 2017 - 03:36 a. m.
Foto: Gustavo Torrijos/ El Espectador.
Foto: Gustavo Torrijos/ El Espectador.
Foto: GUSTAVO TORRIJOS

La capital del Putumayo es un caos. La gente está buscando, entre un inmenso mar de escombros, a sus seres queridos, amigos y familiares. En Mocoa sólo quieren saber cuál fue el destino de ellos, aun si ese destino fue la muerte. Esta tragedia, afirman los damnificados, se pudo haber evitado si las autoridades hubiesen prestado atención a las alertas que, en su momento, se emitieron y en las que se advertía una inminente avalancha. El desastre natural afectó a todos, hasta al alcalde José Antonio Castro, quien perdió su casa. (Galería Así se ve Mocoa tras la avalancha).

Desde hace seis meses los habitantes de los barrios aledaños al rio Sangoyaco han vivido “falsas alarmas” sobre el desbordamiento de ese río. Dicen que les habían expresado a las autoridades de la ciudad sobre la necesidad de hacer planes de contingencia ante eventuales situaciones que finalmente terminaron sucediendo. “Hace unos 20 años nos pegamos el primer trote cuando nos dijeron que venía una avalancha y se empezaba a anunciar que ya venía la corriente. Afortunadamente ese vez no sucedió nada parecido a lo que hoy vivimos”, relató Jairo López, uno de los damnificados que perdió dos locales -uno de ropa y un restaurante- ubicados en la orilla del río. (Leer Lo que sabemos sobre la catástrofe en Mocoa y lo que puede hacer).

Silvio Arciniegas, un comerciante de venta de accesorios para celular, comentó que esta emergencia se había anunciado desde hace mucho tiempo: “Desde 2007 otros comerciantes y yo empezamos a hacer requerimientos a la Alcaldía y a la Gobernación para que intervinieran el río Sangoyaco, pero las autoridades hicieron caso omiso. Esto se venía venir”. Este comerciante, que perdió todos sus enseres y se encontraba sacando el lodo de lo que también fue su casa, aseguró que en la denuncia pedían la intervención de las autoridades, porque “esto podría ser el fin de este barrio. Nadie respondió ni dijo nada”.

La posibilidad de un desastre de estas dimensiones estaba también previsto en estudios previos realizados por la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Sur de la Amazonia (Corpoamazonia), que resaltaban que una emergencia así sería producto de variables como la deforestación. El director de Corpoamazonia, Luis Alexánder Mejía, precisó a Revista Semana que todo fue provocado por el mal uso de los suelos, la ganadería extensiva, los cultivos de coca y la frágil planificación urbana de la región. Así lo constataron científicos que han estudiado por varios años la Amazonia colombiana, como Rodrigo Botero y Luz Marina Mantilla (ver página 8).

¿Hay responsables por esta catástrofe? ¿Se hubiera podido evitar la muerte de más de 210 personas? Estas son preguntas que están en boca de los habitantes de Mocoa y que no tienen todavía respuestas. Por el momento, autoridades civiles que están al frente de la atención de la emergencia en Mocoa le explicaron a este diario los pasos a seguir. Carlos Iván Márquez, director general de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo, consideró que primero se debe realizar un censo general y completar las 72 horas establecidas por protocolo para encontrar cuerpos con vida. Luego, hacer las respectivas revisiones, entre ellas “mirar el esquema de Ordenamiento Municipal de Mocoa y, sobre eso, vendrá el camino a seguir”.

A su vez, Carlos Negret, defensor del pueblo, recordó en este escenario postragedia por qué no se puede construir en las riberas de los ríos, especialmente edificaciones de más de 30 metros. “Acá el río volvió a su cauce y tuvimos, en cuatro horas de lluvia, lo que llueve en un mes en Mocoa. Nunca debieron dar permiso para construir donde estaban las casas (afectadas)”. El defensor también enunció que la gente construye donde puede construir y por eso es el Estado el que debe hacer reubicaciones.

Mocoa perdió a más de 200 personas

La corriente de grandes magnitudes que pasó por Mocoa el viernes 31 de marzo pasado, que traía consigo rocas del tamaño de casas y que acabó con la vida de más de 200 personas, fue producto del desbordamiento de los ríos Mulato, Taruca y Sangoyaco. Arrasó con todo el norte de Mocoa y dejó la capital de Putumayo inmersa en una inmensa catástrofe de las que aún no se han podido medir las consecuencias. El panorama es crítico: no hay agua, luz, ni servicio eléctrico. La ayuda del Gobierno Nacional no es suficiente para afrontar la situación que en estos momentos atraviesa el municipio y ni los carrotanques de agua ni los víveres, enviados desde diferentes partes del país, dan abasto para cerca de 65.000 mocoanos. La ayuda no llega a todas las personas afectadas.

“Fue un momento desesperante. Era una historia de terror, porque no sabíamos qué hacer. Salimos corriendo cuando vimos que el río se venía encima. El río y la lluvia nos alertaron. Yo perdí todo… Ahora sólo tengo ropita prestada. Yo tenía un negocio de picantería. Esta casita la tenía hace más de 10 años con mi esposo y mi hijo. Pero hace un mes la arreglamos y la reconstruimos para poner nuestro negocio. Gracias a Dios sólo fueron daños materiales, ningún familiar murió”, dice con la voz entrecortada Carmen Ofelia Huelgas, quien agregó que hace tres años hubo una falsa alarma por el desbordamiento de una quebrada, por lo que cree que las autoridades sí estaban enteradas de que algo así podía pasar, pero no prestaron atención.

Caminar por Mocoa es andar entre lodazales de tierra tratando de buscar cualquier indicio de vida, pues la prioridad de los cuerpos de socorro persiste en encontrar personas con signos vitales. Entretanto, varios habitantes de sectores aledaños a Mocoa han acompañado las labores de rescate, tratando de buscar vida entre piedras, ruinas y barrizales. Empero, las ayudas en muchos casos no sirven para buscar vida, sino sólo para recoger los muertos que deben ser llevados a una morgue ubicada en el cementerio de Mocoa, mientras uniformados de Medicina Legal aguardan a que las personas se acerquen e identifiquen los cuerpos.

“Tengo dos sobrinos de mi esposa que no están en la morgue ni en el hospital. Fuimos a donde ellos vivían, pero allá no quedó nada, buscamos por el río y tampoco. Ahora me dirijo a Villa Garzón, porque me dicen que hay unos muertos”, expresó Manuel Guasput, entre lágrimas, al enterarse de que la corriente del río Sangoyaco arrastró cerca de 40 personas cuyos cuerpos fueron encontrados en ese municipio vecino de Mocoa. “Quizá sean algunos de esos cuerpos”, comentó. Esta historia, como tantas otras similares, son las que se evidencian recorriendo las calles de un pueblo marcado por el conflicto armado.

La ciudad empieza a sentir la escasez de comida, agua y medicamentos. Pocas tiendas abren sus puertas por el temor que sienten los comerciantes de posibles robos o saqueos, a los que están expuestos cuando cae la noche. Y los pocos sitios de comida abiertos no dan abasto para suplir a todos los mocoanos. Los albergues no alcanzan para recibir a los damnificados, que poco a poco incrementan, pues, según cifras de la gobernadora del Putumayo, Sorrel Aroca Rodríguez, más de mil personas están en los cinco albergues destinados para recibir a las personas: Instituto Tecnológico de Putumayo, Pío XXII, Indercultura, Los Sauces y Ozip.

“Hace tres años hubo una alarma de que esto se iba a ir. En ese tiempo salimos corriendo. En esa ocasión no pasó nada. Pero ahora sí, eso era inminente. Estábamos debajo de un cerro lleno de agua. Tenía una fábrica de acero inoxidable llamada CyJ. Yo era un desplazado, y me dieron una indemnización que invertí en mi empresa. En el 98 salí de La Hormiga (Putumayo) por la violencia. Me capacitaron y poco a poco salí adelante, pero hoy todo se dañó y se acabó. Sólo espero que el Gobierno nos ayude a todos y que la plata no se la roben los de cuello blanco. Con la naturaleza no se puede y todo Mocoa está en riesgo”, manifestó José del Carmen Torres Quintana.

Mocoa ya no es la misma ciudad. Esta tragedia, sin duda, partirá su historia en dos. Mientras la mitad del municipio está devastada por las consecuencias del invierno, la otra mitad parece un día eterno de toque de queda. Los habitantes, calle por calle, buscan a sus seres queridos en esta ciudad, que necesitará mucha ayuda para salir de este desastre.

* Enviado especial a Mocoa.

Por Cristian Muñoz Castro - Enviado Especial a Mocoa

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