Litigio en el Caribe

A final de año quedará por fin definido el pleito entre Colombia y Nicaragua por su frontera en el mar Caribe. Aunque la soberanía sobre el archipiélago de San Andrés no está en discusión, Colombia podría perder una porción de mar territorial.

Élber Gutiérrez Roa / egutierrrez@elespectador.com.
10 de junio de 2012 - 04:01 p. m.
La soberanía de Colombia sobre San Andrés fue ratificada por la CIJ en 2007. / Luis Ángel
La soberanía de Colombia sobre San Andrés fue ratificada por la CIJ en 2007. / Luis Ángel

Un mar de siete colores, plagado de arrecifes coralinos, con unos cuantos cayos vulnerables a las temporadas de huracanes y en el que muchos creen que hay petróleo y gas. Así es la zona del Caribe que se pelean Colombia y Nicaragua, en un pleito que ya lleva 11 años en manos de la Corte Internacional de Justicia (CIJ). Una riqueza económica y ambiental no calculada, pero tras la que está otro asunto aún más espinoso: ningún gobernante quiere pasar a la historia como el que entregó un país más pequeño que el que recibió. Así sea sólo por un metro.

El litigio entre ambas naciones es más viejo de lo que lleva en consideración de la CIJ. Se trata de una zona ubicada geográficamente sobre el meridiano 82 y que en sus inicios fue poblada por los indígenas misquitos (o miskitos), quienes desde las costas centroamericanas llegaron a islas como San Andrés. Luego vino la colonización española imponiendo sus propias divisiones (entre la capitanía de Guatemala y el virreinato de la Nueva Granada) y hasta los ingleses, quienes terminaron imponiendo su lengua y sus costumbres en parte del Mar de las Antillas. Claro, los negros esclavos africanos, traídos desde Jamaica, también son parte importante en la historia de ese rincón del Caribe.

Pese al ir y venir de colonizadores, idiomas y guerras, Colombia ejerció, jurisdicción y soberanía desde sus orígenes como Nación independiente, de forma pacífica, pública e ininterrumpida, sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia. Y ese ejercicio incluyó los cayos y las áreas marítimas de Roncador, Quitasueño, Serrana, Serranilla Bajo Nuevo, Albuquerque y Cayos Este Sudeste.

Pero Nicaragua siempre tuvo pretensiones de soberanía sobre algunos de ellos (incluso llegó a alegar que sobre San Andrés, tema que ya está descartado).

Si del lado de Colombia está el hecho de haber ejercido soberanía en esa región desde hace tanto tiempo, a Nicaragua le ayuda el argumento de que su plataforma continental (el área de terreno que se sumerge en el mar) está más cerca de los cayos que la de Colombia. De hecho, San Andrés está a menos de 200 kilómetros de las costas nicaragüenses y a casi 800 de las colombianas. Pero ya está dicho que la soberanía en San Andrés no está en litigio.

La puntada definitiva contra las pretensiones nicaragüenses sobre el archipiélago la dio la propia CIJ, a la que Nicaragua llevó el caso desde 2001. Aunque Colombia declaró inicialmente que la Corte no tenía competencia para resolver el asunto, el tribunal internacional asumió su estudio y en 2007 ratificó que las islas son de Colombia.

Dicho triunfo, sin embargo, fue parcial, porque la misma decisión de la CIJ aseguraba que aunque las islas son colombianas, el meridiano 82 no hacía frontera entre ambos países y, por lo tanto, era menester iniciar una definición de límites. Ahí ganó Nicaragua, que llevaba años alegando que esa no era la frontera binacional.

Desde 2007, la Corte se concentró en la delimitación y este año decidirá.

¿Qué puede ganar Nicaragua? La nación centroamericana pretende que se le reconozca soberanía sobre algunos de los islotes que, según Colombia, forman parte del archipiélago de San Andrés. La idea colombiana es valerse del fallo inicial sobre San Andrés para que sus efectos se extiendan a los cayos.

Por otro lado, los nicaragüenses pretenden que la frontera sea corrida al este del meridiano 82, lo que equivale a que Colombia pierda una porción de mar. El argumento de los demandantes, una vez más, es que dicha porción del Caribe está frente a sus costas.

La discusión es liderada por verdaderos titanes del derecho internacional público. Nicaragua lleva 22 años con el mismo grupo de asesores, reputados en litigios ante la Corte, en la cual ese país es uno de los mejores clientes. Carlos Argüello es su agente ante el tribunal y goza de gran prestancia por su habilidad en la materia. De hecho, su equipo armó una sólida defensa de la tesis de que Colombia había reconocido desde hace más de 20 años que el meridiano 82 no era una línea de delimitación entre los dos países. Lo hizo con declaraciones de presidentes y cancilleres colombianos. Las más contundentes, una de Alfonso López Michelsen, de 1997, y otra que Ernesto Samper dio en 1995. Según Argüello, el que el expresidente López hubiese dicho que Colombia aspiraba a llegar a acuerdos con Nicaragua sobre delimitación mediante la negociación, dejaba claro que para él el meridiano 82 no era la frontera.

Incluso argumentó que durante el gobierno de López Colombia mantuvo abiertas las negociaciones y que fueron encargadas, precisamente, a Julio Londoño Paredes, hoy contraparte de Argüello en el pleito jurídico.

Nicaragua alega incluso que en 2001 Londoño y el entonces canciller Guillermo Fernández de Soto estuvieron en Managua en una reunión secreta en la que se le solicitó al gobierno nicaragüense que no presentara la demanda y que a cambio seguiría la negociación entre los dos Estados.

Pero Colombia también tiene un equipo de asesores de primer nivel. Se trata de los abogados James Crawford, Rodman Bundy y Marcelo Cohen, considerados entre los mejores del mundo en su especialidad. También están los ex cancilleres y exembajadores Julio Londoño Paredes (agente) y Guillermo Fernández (coagente), el exembajador en La Haya Francisco José Lloreda y la embajadora Sonia Perilla (coordinadora de asuntos de la Cancillería ante la CIJ).

El pleito se maneja con distinto tono a uno y otro lado de la frontera. En Colombia se habla poco del asunto, con prudencia de diplomático. Será por eso que a la canciller María Ángela Holguín le pidieron hasta que renunciara cuando, en abril pasado, salió a decir que cualquier cosa podría pasar con los fallos “salomónicos” de la Corte, sugiriendo que Colombia tenía que alistarse para perder algo.

En Nicaragua se habla menos del asunto, pero cuando el tema se pone sobre la mesa, se hace descalificando a “los piratas colombianos”. Así es la historia de lo que muchos expertos definen como un archipiélago colombiano rodeado por mar nicaragüense.

Por Élber Gutiérrez Roa / egutierrrez@elespectador.com.

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