Nadie sabe a ciencia cierta cómo nacieron Las Cuadrillas de San Martín (Meta). La tradición más aceptada dice que fue un cura, Gabino de Balboa, en 1735, para rememorar las moriscadas o actos sacramentales de las luchas de los moros contra los cristianos. El próximo fin de semana se celebran 280 años de esta tradición.
A lo largo del año los hombres van acopiando cualquier objeto que sirva para confeccionar sus exóticos disfraces. Atesoran pieles de vacas sacrificadas, caparazones que se encuentren en las orillas de alguna laguna vieja, vértebras de güíos o peces, dientes de cualquier especie, plumas, hojas, cortezas, semillas o crines de caballos.
Esta danza ecuestre representa una guerra entre cuatro razas: moros, españoles (galanes), indios (guahibos) y negros (cachaceros).
En la Plaza de Cuadrillas de San Martín, después de una semana de celebraciones del Festival Internacional Folclórico y Turístico del Llano, se dan cita los miembros de familias que han heredado el derecho a ser cuadrilleros para cumplir con esa herencia.
Las Cuadrillas consisten en diez juegos sucesivos: saludo, desafío, oes, peine, medias plazas, caracol, alcancías, culebra, el paseo, despedida. Se trata de una danza llena de normas, orden, símbolos que guardan secretos de la historia regional.
En las tribunas, turistas y sanmartineros se bañan de espuma, se pintan las caras con melaza teñida de carbón, beben guarapo, gritan. Las carnes arden en las parrillas esperando a los hambrientos jugadores, a sus familias, a los visitantes.