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Los sonidos de la montaña

Ubicada al suroccidente de Bogotá, Ciudad Bolívar está constituida por una población que proviene de diferentes zonas del país y que en algunas ocasiones ha sido despojada de sus tierras por la violencia.

Redacción nacional
29 de octubre de 2015 - 03:43 a. m.

Pero, a pesar de ser una de las localidades más estigmatizadas por temas de delincuencia, pandillismo y drogadicción, de allí también emergen sonidos líricos que acallan los ecos de violencia que retumban en este sector.

Edwin Núñez ha sido uno de esos gestores de esta localidad que han dedicado parte de su vida a dar una segunda opción de vida a los niños y jóvenes que crecen en medio de la pobreza y delincuencia de esta zona. “Estoy en la música hace más o menos 20 años. Trabajo con los niños hace unos 12 años. Es una satisfacción muy grande entregarle un instrumento a un niño y que, Dios no lo quiera, empuñe un arma”, asegura Núñez.

Los niños que optaron por ponerle el alma a la música encontraron la oportunidad de aprender a interpretar el redoblante, los platillos, la lira o el trombón, instrumentos que en su mayoría fueron comprados por Edwin y otros han sido parte de donaciones. “Creo que es una oportunidad nueva para todos los que de alguna u otra manera no tienen los recursos y quieren aprender algo. Creo que esta es la mejor manera de aprender”, agrega Katerine Indaguro al equipo de Titanes Caracol, concurso al que ha sido nominado Núñez en la categoría Cultura.

A partir de este sueño, Edwin, junto con otros compañeros que han apostado por este proyecto, creó la Fundación Musical y Cultural La Roka, a la que hoy asisten 35 niños de barrios como La Estancia, Mochuelo, Lucero Alto, La Estrella y Potosí, que un día tocaron esta puerta de formación de valores y sonoridades. “Vengo porque le pongo el corazón, me lo disfruto, me lo gozo. Espacios como este no hay ningún otro igual”, dice Tatiana Arango, estudiante de la fundación.

Pero más que una escuela o un lugar para aprender a interpretar un instrumento, La Roka se ha convertido en una familia para muchos de los jóvenes que llegan allí en busca de un ejemplo a seguir. “Para mis hijos Edwin es un ejemplo a seguir, donde ellos ven que es posible tener una profesión, una familia y a su vez ayudar a personas que lo pueden necesitar”, sostiene Jazmín Sanabria, madre de uno de los niños integrantes de la banda.

Esta labor no termina ahí. Edwin sueña que lleguen más chicos con el deseo de aprender. Mientras tanto seguirá presentándose con ellos en diferentes escenarios del país. “La mayor satisfacción es poder llevar a mis chicos a presentarse. Ellos son felices. Hay niños en la localidad que no tienen la oportunidad de conocer otros municipios de otras partes del país”.

Por Redacción nacional

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