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La mamá que retrató las guerras del sargento Giraldo

La cámara de Blanca Antía dejó de retratar la lucha diaria de su familia, las alegrías y los encuentros, para hacer parte del horror de la guerra cuando al suboficial de la Infantería de Marina Jorge Andrés Giraldo Antía lo recogieron de un charco de sangre la madrugada del 4 de febrero de 2006. Había sido víctima de una emboscada de las Farc en Buenaventura.

Jorge Manrique Grisales
27 de agosto de 2016 - 01:46 a. m.
Archivo particular
Archivo particular

Blanca Antía Zertuchinni siempre tuvo que ganarse la vida detrás de una cámara ya fuera de fotografía o video. Sobrevivió como madre cabeza de hogar registrando eventos sociales en Cali. De eso dan cuenta los cerros de rollos, fotografías y cassettes de VHS que su hijo, el sargento segundo del Cuerpo de Infantería de Marina, Jorge Andrés Giraldo Antía, esculcó para hacer su trabajo de grado como comunicador.

Cuatro horas después de que el presidente de la República, Juan Manuel Santos, anunciara el cese total de fuego contra las Farc a partir de las cero horas del lunes 29 de agosto, Blanca acompañó a su hijo a la proyección de su trabajo de grado en la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, una película titulada 9 disparos. Allí estaban los superiores y compañeros de armas de Jorge Andrés, quien sigue siendo miembro activo de la Armada Nacional, pero que dentro de poco también recibirá el título de comunicador.

Ella aparece esporádicamente en la película, pero es su hijo mayor, Jorge Andrés, quien se roba el show desde los tiempos lejanos cuando ella sacaba juguetes a plazos en el Sanandresito de Cali para regalarle en Navidad y decirle que se los había enviado su papá, un hombre de ojos claros que un día se fue para Venezuela y jamás volvió.

Desde entonces se acumularon muchas fotos y videos en la casa de esta mujer que tenía dos hijos para sacar adelante con su trabajo como fotógrafa de fiestas y eventos sociales en la capital del Valle. Adolescencia compleja, llena de rebeldía, problemas y ojos morados, fruto de las peleas, hicieron que,  a espaldas de Jorge Andrés, lo inscribiera para que prestara el servicio militar en la Infantería de Marina, a pesar que le había dicho que jamás dejaría que se lo llevaran a la milicia.

Durante el tiempo que Giraldo Antía prestó su servicio militar en Tumaco nunca tuvo que enfrentar un combate. Su mamá lo grabó el día que juró bandera y siguió haciéndolo hasta cuando terminó su servicio.

Pero a Jorge Andrés le quedó gustando la vida militar y decidió entonces hacer curso para suboficial de Infantería. El asunto se apretó y, además de las fotos y videos, la familia tuvo que hacer rifas y vender tamales para sufragar los gastos en la escuela de formación de suboficiales.

La cámara de guerra

La cámara de Blanca dejó de retratar la lucha diaria de su familia, las alegrías, las celebraciones y los encuentros para hacer parte del horror de la guerra cuando al suboficial de la Infantería de Marina Jorge Andrés Giraldo Antía lo recogieron de un charco de sangre la madrugada del 4 de febrero de 2006. Había sido víctima de una emboscada de las Farc en Buenaventura. Su capitán también fue herido y el joven infante que los acompañaba murió de dos impactos en la cara.

Nueve proyectiles calibre 40 le perforaron un pulmón, los intestinos, la pelvis, y le produjeron múltiples lesiones de las que el sargento segundo se recuperó durante largos meses en la habitación 216 de la Clínica Valle del Lilí de Cali.

Una cámara de vigilancia captó el momento en que la patrulla fue emboscada en una oscura calle del puerto, a una cuadra del Batallón de Fusileros de Infantería No. 8, donde Giraldo Antía se desempeñaba en labores de inteligencia. Como bultos siniestros en la deteriorada imagen, los cuerpos fueron cayendo luego que otro bulto vomitara fuego con un arma.

Las fotos nuevamente son protagonistas. Blanca dispara una y otra vez la cámara cuando su hijo permanece entubado y lleno de monitores en la sala de urgencias de la Clínica Valle del Lilí.   También captó en video cuando con lágrimas y la voz entrecortada Jorge Andrés le pide a Dios que perdone a los que le dispararon. “No hable más mijo que se llena de gases”, decía una voz detrás de la cámara.

Cuerpos destrozados, amigos con los que había compartido y que después sólo podía ver metidos en bolsas negras o ataúdes, rastros de explosiones, sangre y más sangre, hacen parte de un archivo difícil de digerir en la película. “Conocí lo peor y lo mejor de los seres humanos”, dice el suboficial Giraldo Antía.

Al dolor siguió la esperanza. De la nada apareció el papá de Jorge Andrés a quien Blanca grabó hablando de su vida en Venezuela. Este hombre figura en varias fotografías ayudando a su hijo herido en las terapias para volver a caminar. “También me daba de comer con la cuchara y me cambiaba pañales”, relata el suboficial en la película. Sin embargo, su papá se volvió a ir.

La limitación física y la impotencia para retornar a su vida de antes sumieron a Jorge Andrés en profundas depresiones que él le confesó a una solitaria cámara que ponía a grabar en las madrugadas. Le dolía su hijo Juan Esteban, quien sacó los ojos del abuelo retornado y apenas estaba empezando a vivir.

Pasaron cuatro años y a Jorge Andrés, por su condición, el gobierno le financió estudios universitarios. Decidió estudiar Comunicación pues no olvidaba “la goma” por las cámaras que heredó de su mamá. Su papá volvió pero esta vez con un cáncer que le fue acabando la vida. Blanca grabó a  Jorge Andrés mojando con un algodón los labios resecos de su moribundo padre en la habitación 216 de la Clínica Valle del Lilí, la misma donde su progenitor lo había cuidado de sus heridas de guerra años atrás. “Fue triste tener papá sólo para verlo morir”, recuerda.

La voz de Giraldo Antía retumba en los oídos de los muchachos que hoy recibe para el servicio militar como cuando a él le tocó aquella lejana mañana en que su mamá lo despidió para que se montara en un bus que lo llevaría a su destino, ese que Blanca Antía Zertuchinni logró fotografiar y grabar no sólo en video sino también en su corazón y que hace parte de la película 9 disparos con la que este suboficial aspira a graduarse como comunicador en la Javeriana de Cali.
 

Por Jorge Manrique Grisales

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