Medellín quiere borrar el pasado marcado por los narcos con inversión social

El reto, que parece permanente, es que los jóvenes que ingresan al sistema educativo consigan una beca para asistir a la universidad, porque se ha demostrado que si salen del ciclo formativo para buscar empleo son reclutados por las bandas criminales.

Claudia Polanco Yermanos / EFE
26 de julio de 2017 - 09:42 p. m.
Panorámica de Medellín.  / Foto: Felipe García Altamar - El Espectador
Panorámica de Medellín. / Foto: Felipe García Altamar - El Espectador

La mítica violencia que generó el narcotráfico en Colombia pudo haber "sepultado" a la ciudad de Medellín, epicentro de la lucha de carteles que, sin embargo, hoy es evidencia viva de que con inversión social se puede dar la "pelea" a la delincuencia.

Para nadie es un secreto que en la historia de esta urbe, la segunda en importancia del país con 2,1 millones de habitantes, se escribió la página más oscura con Pablo Escobar, líder del cartel de Medellín.

En su época dorada, entre las décadas de los años 70 y 80, esta estructura criminal llegó a mover el 80 % de la cocaína que se consumía en Estados Unidos y a facturar más de 100.000 millones de dólares al año.

Como parte de su consolidación, Escobar hizo que floreciera una economía del delito en la parte oeste de Medellín, en donde nació, y desde allí expandió su capacidad militar hacia otras áreas en donde la pobreza era la constante.

Este personaje se aprovechó de la necesidad de los jóvenes humildes de la ciudad, que no tenían futuro, y los convirtió en sus sicarios, problemática que tocó fondo cuando en el transcurso de 15 años el derramamiento de sangre alcanzó los 60.000 muertos.

"A partir de ese momento los pobladores de Medellín entendimos que o generábamos un cambio o nos moríamos todos", dijo en una entrevista con Efe el alcalde de esa ciudad, Federico Gutiérrez.

Se generó entonces un consenso en las altas esferas políticas acerca de que era urgente llevar las grandes obras de infraestructura a las zonas marginales para hacer a sus pobladores partícipes del proceso de transformación.

De este modo, Medellín pasó de ser una ciudad en donde daba miedo vivir hace 20 años a la única del país con metro, desarrollo al que le siguieron el metrocable (teleférico), las escaleras eléctricas y el tranvía, y que le valieron ser elegida en 2013 como la urbe más innovadora del mundo, por encima de Nueva York y Tel Aviv.

Sin embargo, la delincuencia pareciera no querer ceder terreno y a los otrora célebres narcotraficantes del Cartel de Medellín les siguieron los pasos nuevos grupos armados ilegales que hoy se disputan el control territorial de ciertos barrios, principalmente para fomentar la venta de droga a menor escala.

"Medellín es una ciudad en donde tenemos claro que cada vez es más importante derrotar a la criminalidad y lo mismo debe pasar en todas las ciudades de América Latina. Garantizar la seguridad de nuestra gente es fundamental, por lo que estamos decidimos a no bajar la guardia", comentó Gutiérrez.

Pero más allá de la persecución a sangre y fuego de quienes desestabilizan el orden público, sucesivos gobiernos han hecho de la inversión social su verdadero caballo de batalla.

Así, Medellín dejó de ser la ciudad más violenta del mundo, como fue calificada en 1991, a ser considerada actualmente un ejemplo internacional en materia de convivencia, innovación y desarrollos tecnológicos.

La clave fue, explicó el alcalde, "darle oportunidades a la gente para que descubriera que había algo más próspero que ser delincuentes y ganarse la plata fácilmente".

El reto, que parece permanente, es que los jóvenes que ingresan al sistema educativo consigan una beca para asistir a la universidad, porque se ha demostrado que si salen del ciclo formativo para buscar empleo son reclutados por las bandas criminales.

"Es un combate que no termina entre las oportunidades y la ilegalidad, por lo que la meta a 2018 es invertir dos puntos del PIB en actividades de innovación, ciencia y tecnología", ahondó el mandatario.

A pesar de ello, la ofensiva contra los ilegales se mantiene, pero esta vez acompañada de recursos para la salud, la educación, la cultura y el deporte.

Y esa, la Medellín bonita y próspera es justamente la que la Alcaldía pretende mostrarle esta semana a un grupo de periodistas extranjeros que asisten a la 28 edición de Colombiamoda, la feria más importante del sector textil-confecciones de América Latina, porque en últimas el principal objetivo del Gobierno local es detener el círculo vicioso de la violencia. (Lea: Edición 28 de Colombiamoda abre las pasarelas a las mujeres de tallas grandes). 

 

Por Claudia Polanco Yermanos / EFE

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