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La Memoria tendrá casa en Medellín

En diciembre se inaugurará en la capital antioqueña el Museo Casa de la Memoria, que recogerá el testimonio de 200 víctimas de la violencia.

Wálter Arias Hidalgo
28 de agosto de 2011 - 08:31 p. m.

El asesinato de su nieto de 14 años, el pasado 1 de febrero a las 3:00 de la tarde en el barrio Las Independencias de la Comuna 13 de Medellín, convirtió a Socorro Mosquera Londoño en una prolífica escritora. La llevó a plasmar en cuadernos sencillos una historia trágica en la que también recrea la muerte de sus dos hijos de 16 y 22 años, baleados el 31 de mayo de 1991 y el 22 de noviembre de 2001.

El propósito de redactar cada día de manera detallada su experiencia de ese entonces y lo que ahora vive no fue otro que suavizar su dolor. Como es lógico, jamás imaginó que sus relatos fueran a hacer parte de esas cerca de 200 historias de vida de víctimas de la violencia, surgidas desde 1948, que desde diciembre próximo estarán en el Museo Casa de la Memoria de Medellín.

Cuando conoció el proyecto, Socorro Mosquera supo que debía exponer su caso. “No pretendo generar lástima. Quiero que vean y escuchen mi testimonio, quiero que sepan que escribir es una manera de mermar el dolor”, dice la mujer de 51 años, que además es una de las fundadoras de la Asociación de Mujeres de la Independencia (AMI), mujeres víctimas del conflicto que se reúnen para apoyarse mutuamente.

Los visitantes sabrán por ejemplo que ‘Fonso’ —así le decía Socorro a su nieto— la sorprendía frecuentemente al lanzarle un beso mientras cerraba un ojo y susurraba te amo, con la picardía típica de los hombres coquetos. O que tenía la confianza de meterse por entre una amplia bata que ella usa para dormir.

Encontrarán también la historia de Teresita Gaviria, la señora que en la intensa búsqueda de su hijo, quien desapareció el 5 de enero de 1998 a los 15 años, se convirtió en la líder de la Asociación Caminos de Esperanza-Madres de La Candelaria, organización de 712 personas que buscan a 1.132 desaparecidos.

Personas como ellas, víctimas de violencias como el narcotráfico, la guerrilla, las bandas criminales, inspiraron la creación del Museo, cuya inversión es de unos $28.000 millones en dotación e infraestructura.

La particularidad del Museo Casa de la Memoria es que se construye en una ciudad que aún no supera el conflicto. “La gran mayoría de los museos hablan de situaciones históricas ya superadas”, dice Juan Carlos Posada, coordinador del área de memoria histórica del Programa de Atención a Víctimas del Conflicto Armado de la Secretaría de Gobierno.

En Medellín, en cambio, continúa la violencia, especialmente por disputas entre grupos armados ilegales ligados al narcotráfico. Ya no son asesinadas cada año más de 6 mil personas como en 1991. Y las cifras de homicidios de la década pasada, 21.168 casos, son menos de la mitad de las registradas en los 90, cuando hubo 45.370 de estos hechos, según datos de la Secretaría de Gobierno de Medellín. Pero las cifras de homicidios continúan siendo altas: Medicinal Legal registró de enero a junio pasado 942 casos.

Por eso, dice Posada, el Museo Casa de la Memoria es un eslabón dentro del proceso de superación del conflicto. “Somos conscientes de que aquí hay un conflicto que no se ha superado y que tenemos que hablar de él”, dice.

Basados en experiencias como el Museo del Holocausto en Jerusalén y el Museo Estadounidense Conmemorativo del Holocausto en Washington, la Alcaldía de Medellín, de la mano del Museo de Antioquia y la Corporación Región, emprendieron el proyecto en 2008. La semana pasada comenzó la construcción en el Parque Bicentenario, en la entrada de la Comuna 8 (Villa Hermosa), una de las zonas más violentas y estigmatizadas por estar allí el barrio La Sierra, conocido por el documental del mismo nombre.

Son 3.600 metros cuadrados de área construida y 4.256  de espacio público. Habrá exposiciones históricas, con víctimas actuales, documentos audiovisuales, crónicas escritas, fotografía, murales, una sala infantil, banco de testimonios y también experiencias de otros países.

Hay quienes se han preguntado si una iniciativa surgida desde la administración sí contará gran parte de la verdad de la violencia en Medellín. Posada responde: “La Casa de la Memoria es la voz de las víctimas, no es la voz del Estado”. Y agrega que el proyecto está apoyado por la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) y la Agencia española de Cooperación Internacional (Aecid).

Para María Eugenia Ramos, gerenta de la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU), este proyecto tal vez no tendrá un impacto tan inmediato como, por ejemplo, las escaleras eléctricas que se construyen en un empinado callejón del barrio donde mataron a ‘Fonso’, el nieto de Socorro. Pero cree que el impacto de éste es más de ciudad y país.

A Socorro y Teresita ya les impactó. Ya tienen un espacio allí. Están dispuestas a narrar el horror que han vivido, para que los visitantes recuerden y no olviden lo que ha pasado en la ciudad y para, tal vez, evitar que algo así les pase a otras mujeres como ellas. O que aprendan cómo han hecho para vivir con sus fantasmas.

 

Por Wálter Arias Hidalgo

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