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Muchos ojos miran al Chocó, pero ¿quiénes lo sienten?

Análisis, desde una perspectiva espacial, de la condición de uno de los departamentos más golpeados por la violencia y la pobreza.

Luis Carlos Jiménez Reyes, / Especial para El Espectador*
20 de marzo de 2015 - 08:01 p. m.
Atardecer en Quibdó, Chocó. / Steven Navarrete Cardona
Atardecer en Quibdó, Chocó. / Steven Navarrete Cardona

La geografía del departamento de Chocó muestra algunos aspectos interesantes de los que me gustaría exponer aquí. Fue allí en su territorio, en costas del actual municipio de Unguía, que Vasco Núñez de Balboa fundó en 1510 a Santa María la Antigua del Darién, la primera ciudad hispánica en tierra firme de todo el continente americano. Además, fue recorriendo el Chocó que el mismo Balboa, en una travesía por el río Atrato y luego cruzando la serranía del Baudó, descubrió el océano Pacífico el 25 de septiembre de 1513, como bien lo señala el General Francisco Vergara y Velasco en su obra “Nueva Geografía de Colombia”.

Desde tiempos coloniales y hasta bien avanzado el siglo XIX, inclusive después de la construcción del Canal de Panamá  a través de Colón, el Chocó ha sido escenario de audaces proyectos y propuestas para la construcción de canales interoceánicos. Ya desde aquellas épocas existió, en el interfluvio de las cuencas altas de los ríos Atrato y San Juan, una de las más importantes áreas de producción aurífera del virreinato de la Nueva Granada; hoy justamente esta subregión del Chocó está en la mira del despertar de la actividad minera en Colombia, teniéndolo como uno de los escenarios para la extracción de oro, platino y plata.

Corredores y lugar de paso de actividades legales e ilegales

El norte del departamento constituyó durante la Colonia el destino y tránsito de importantes rutas comerciales de contrabando y movimiento de mercancías ilegales. Como medidas de control, y tal como lo muestran algunos ‘Cronistas de Indias’, aparece por ejemplo la restricción a la navegación por el río Atrato impuesta por la Corona Española, so pena de muerte, estableciendo lugares de contról como Vigía del Fuerte.

Esta situación de lugar de paso se mantiene aún en el presente. Actualmente, el departamento del Chocó forma parte de corredores estratégicos a nivel nacional en los que diversos actores armados ilegales se reparten el control territorial y el “acercamiento de las fronteras”. Por el océano Pacífico, una ruta conecta el sur -frontera con Ecuador- y el norte –frontera con Panamá-, siendo los puertos marítimos de Tumaco y Buenaventura nodos importantes antes de pasar al Chocó a través de ésta ruta. Por el continente, un corredor transversal permite conectar Norte de Santander, Santander, el sur de Bolívar, el nordeste antioqueño, el sur de Córdoba, el Urabá y el Darién. Estos corredores son usados para el comercio ilegal -tráfico de sustancias psicoactivas y mercancías de contrabando-, y para el comercio legal, como lo evidencian los mapas oficiales del Observatorio del Programa Presidencial de Derechos Humanos y D.I.H., de la Vicepresidencia de la República de Colombia en un estudio publicado en el año 2008. En dicho estudio se muestran gráficamente estos corredores al espacializar la información de muertes violentas en Colombia entre 1990 y 2005.

Curiosamente, las restricciones a la movilidad impuestas por la Corona española parecieran tener aún plena aplicabilidad en el siglo XXI. Se sabe que hoy misiones médicas internacionales, comisiones oficiales del Gobierno colombiano y los pobladores que recorren el río Atrato permanentemente deben someterse allí a controles y hostigamientos por parte de diversos actores armados.

Además, el Chocó ha sido desde hace siglos objeto de incursiones dedicadas a la extracción de recursos naturales, así como destino de colonizaciones internas colombianas. Desde Cartago, centro urbano importante y cruce de caminos, se dirigió la actividad minera durante la colonia y los primeros años de la república; desde el Caribe por el río Atrato entraron las colonizaciones provenientes del este mar colombiano, así como las migraciones sirio-libanesas –siendo éstas últimas impulsoras del desarrollo comercial y político de la ciudad de Quibdó hasta bien avanzado el siglo XX-. Desde Pereira se dirige hoy gran parte de la actividad comercial y movimiento de mercancías por vía terrestre; mientras que desde Medellín y Bogotá se controla por vía aérea otra parte del comercio y la prestación de servicios especializados.

El papel del Estado en el Chocó

El Chocó sí ha tenido históricamente la intervención del Estado. Es necesario no perder de vista la iniciativa del presidente Alfonso López Pumarejo quien a comienzos del siglo XX, en su propósito de control fronterizo, estimuló un proceso de colonización campesina hacia Bahía Solano en la frontera Pacífico Norte, decisión que le permite a Colombia tener un poblamiento costero pujante y soporte para el desarrollo local de actividades agrícolas, pesqueras y de servicios al turismo ecológico en esta zona. Sin embargo, los proyectos del Estado han sido esporádicos, con poca programación a largo plazo y focalizados en zonas de interés económico, político o administrativo  que no necesariamente han derivado en el fortalecimiento del ingreso percapita y en el desarrollo integral del territorio.

Muchos ojos siguen mirando hoy hacia ese paraíso llamado Chocó. Muchos proyectos infraestructurales y de emprendimiento público y privado le han apostado al Chocó desde el interior del país, principalmente desde Antioquia, el eje cafetero y el Valle del Cauca. Aunque existen otros proyectos infraestructurales, algunos felizmente truncados, como la carretera Las Ánimas – Nuquí cuyo impacto ambiental, cultural, social y económico entraría en detrimento del departamento y sus habitantes.

Pero no siempre se le ha visto en su potencial conjunto. Un suceso aún por documentar se registró a mediados del siglo XX; se conoce que el general dictador Gustavo Rojas Pinilla tuvo la intención de separar el Chocó en dos o tres partes; una para Antioquia, otra para Caldas y otra para el Valle del Cauca. Iniciativa que no se hizo realidad en razón a la presión de organizaciones comunitarias a lo largo de los ríos Atrato y San Juan.

Justamente estos tres departamentos se constituyen en tres de las regiones más desarrolladas del país -Antioquia, el eje cafetero y el Valle del Cauca- y el Chocó es el vecino que pareciera haberse quedado sumido en una condición desafortunada de margen y periferia. Paradójicamente, esta vecindad no se acompaña de proximidad, pues, para llegar al Chocó desde Medellín y Pereira se requieren muchas horas de camino por tortuosas vías, y para llegar desde Cali, después de recorrer la vía hasta Buenaventura, se necesita una jornada completa en barco por el océano Pacífico y luego por el río San Juan. La carretera Medellín–Quibdó, en los tramos más alejados de estas dos capitales, no alcanza a tener las especificaciones de una vía terciaria o veredal del interior del país. Por su parte, la carretera Quibdó-Las Ánimas-Pereira, con tramos sin pavimentar, concentra el tráfico pesado de camiones y buses que aseguran el movimiento, entrada y salida, de productos por vía terrestre.

Así, en el escenario nacional, el Chocó se caracteriza como esa esquina septentrional de América del Sur que simboliza al mismo tiempo un lugar hacia donde todo se dirige y donde todo se termina; una tierra al final, donde el continente se acaba, un punto de encuentro, un lugar para “pasar”; un lugar para extraer. De la misma manera, la configuración regional del departamento alberga aspectos de gran valor territorial. En su interior, está lleno de matices y contrastes, pues así como representa, junto con otros territorios en Colombia, el reconocimiento de los derechos de los pueblos afrocolombianos y amerindios, y sus logros en materia de organización colectiva.

Pese a los múltiples intereses puestos en él, es un hecho que al Chocó se le mira con la atracción de su valor paisajístico, la riqueza etnobotánica, la diversidad ecosistémica, el potencial minero y su valor geoestratégico. El Chocó es hoy un hecho cultural, social y territorial, un gran espacio de unidad en medio de la diversidad.

Chocó: en parte un “archipiélago” continental

Las dos ciudades más grandes del Chocó son Quibdó e Istmina, éstas constituyen el centro geométrico del Departamento, algo así como el ancla o pivote del interior en el Chocó; son además su centro económico y político.

El modo de transporte fluvial a lo largo de los ríos Atrato, San Juan y Baudó concentra una parte importante del movimiento de mercancías y pasajeros que se registran entre los pueblos del Chocó**. Vivir en el Chocó es sinónimo de relación con el río y con el mar; sus culturas se explican en parte por sus entornos fluviales y marítimos. Vivir el Chocó significa estar en contacto con el agua, la selva y sus recursos.

Los municipios de la serranía del Baudó y de la cuenca del que lleva el mismo nombre, tales como Juradó, Bahía Solano, Nuquí y Bajo Baudó, localizados sobre el borde litoral, funcionan a la manera de un archipiélago; a ellos se llega solamente por las vías marítima o aérea. Están aislados del resto de su departamento y del país, aunque a veces ese “aislamiento” les da ciertas ventajas. Además, se han constituido en excelentes destinos para el turismo ecológico por su belleza paisajística, el avistamiento de ballenas, entre otros atractivos. De otra parte, al menos por ahora, no tienen recursos minerales que los expongan a los efectos desastrosos de la actividad minera como en el resto del departamento.

Mención especial merece la excepcionalidad de su fondo marino rocoso con especies ícticas únicas; aspecto que ha posibilitado la declaratoria en la legislación colombiana como zona para pesca exclusivamente artesanal, permitiéndole además competir en el mercado nacional con productos de esta actividad de alto precio y calidad excepcional, asegurando al mismo tiempo prácticas de pesca ecológicamente sustentables. Algo similar ocurre con los municipios chocoanos de Acandí y Unguía, en el Darién y el mar Caribe en relación dicha insularidad continental y sus vías de acceso.

Estas son, a manera de pinceladas, algunas de las particularidades de la geografía humana del Chocó en el escenario nacional y el propio del departamento. Un espacio lleno de riquezas y potencialidades. Para finalizar, vale la pena plantear algunas inquietdes que quiero compartir con los lectores, aunque no necesariamente voy a responderlas.

¿Y si el Chocó ha tenido históricamente la intervención del Estado con iniciativas y políticas públicas de gran impacto; si constituye, después de muchos siglos un espacio para la extracción de recursos naturales, para el emprendimiento minero que durante un tiempo fue a pequeña escala y ahora en décadas recientes entra en la era de la gran minería; si tiene tanta gente hermosa como la recién galardonada Josefina Klinger, así como artistas y músicos de gran reconocimiento internacional, entonces, por qué paradójicamente ocurren cosas que no son tan halagadoras, tales como: el número alto de muertes infantiles, por qué sigue siendo uno de los departamentos del país con menor participación en el producto interno bruto; y para colmo de males, estigmatizado por afirmaciones tan desafortunadas de corruptos al estilo “usted no sabe quién soy yo”?

¿Tendrá algo que ver la presencia de diversos actores armados y de economías ilegales que saben aprovechar el hecho de ser el departamento que materializa la idea que “Colombia posee dos mares”, al tiempo que sacan parte de su condición de espacio fronterizo con Panamá?, o ¿influenciará el hecho de poseer dos ejes viales que aunque estructurantes son tan precarios y permanecen en mal estado, tales como las vías que comunica al departamento con Pereira y Medellín, dos capitales de departamento en dos de las regiones más desarrolladas del país?

Lo que sí debe estar tajantemente por fuera de cualquier explicación son todas aquellas formas de ‘determinismo natural’ que pretenden tejer relaciones causales en torno a su condición de selva, o el calor y humedad, o la presencia de enfermedades tropicales. Deben estar en la explicación factores o elementos explicativos relacionados con la historia de la distribución del ingreso y la justicia socio espacial que ejerce o deja de ejercer el Estado Nacional; entre otras.

 

 

* Geógrafo. Docente Universidad Nacional de Colombia. Coordinador de la maestría y el doctorado en Geografía de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro de número de la Academia de Ciencias Geográficas de Colombia

** Estos ríos registran algunos de los caudales en m3/seg y los rendimientos en m3/km2 más altos del mundo. De otra parte, en el centro del departamento se han registrado algunos de los datos más altos de precipitación anual en Colombia, con volúmenes que superan los 15.000 mm y puede inclusive llover más de 300 días al año.

Por Luis Carlos Jiménez Reyes, / Especial para El Espectador*

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