Nariño, reconstruir la historia

Un prócer olvidado y la identidad perdida son los centros de una conmemoración que promete ser algo más que actos solemnes.

Camilo Segura Álvarez
21 de febrero de 2013 - 05:50 p. m.
Nariño participó en la formulación de la primera constitución independentista.  / Museo Nacional
Nariño participó en la formulación de la primera constitución independentista. / Museo Nacional

Cuando los colombianos se refieren a la gesta de independencia, las figuras mas prominentes en el imaginario común son Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander. Sin embargo, hay quienes sostienen que otros próceres, como Antonio Nariño, pudieron ser igual o más determinantes. La memoria del “hombre de los derechos” será objeto de un homenaje por el bicentenario del departamento.

El 16 de julio de 1813 se dio la gesta de la independencia en territorio cundinamarqués. Los centralistas, bajo el mando de Antonio Nariño, quisieron crear un estado unificado con el nombre de Cundinamarca; pero, por otro lado, los federalistas de Camilo Torres se enfrentaron al proyecto de Nariño para crear las “Provincias Unidas de la Nueva Granada”. De ahí se desprendió, en parte, una guerra civil que facilitó la reconquista española y que se denominó como el período de la Patria Boba.

Pero la relación del “hombre de los derechos” con el departamento va más allá de la proclamación de la independencia. En 1812 es el encargado de redactar la primera constitución que desecha la fidelidad a la corona española. Constitución que tuvo como sustento la proclamación de los Derechos del hombre que el mismo prócer tradujo y publicó en 1793 bajo la influencia de la Revolución Francesa, acto que le provocó caer en la cárcel en 1794 y un año más tarde el exilio, como “reo de alta traición”.

Ese espíritu de libertades también lo ubica en la historia como el pionero del periodismo colombiano. En 1811 funda el periódico La Bagatela, con un fuerte tinte político y satírico. Su bandera fue la defensa del centralismo, por lo que atacó constantemente las aspiraciones federalistas de Jorge Tadeo Lozano. Para Nariño, ese modelo de organización y gobierno podía generar nefastas consecuencias: la falta de unión de los patriotas favorecería la reconquista española de la Nueva Granada. Cosa que finalmente ocurrió.

Además de la carta de navegación política, Antonio Nariño fue quien diseñó la bandera y el escudo del departamento, que, por ese entonces, se extendía a lo que hoy se conoce como el Vichada. Símbolos que permanecen hasta hoy. Por otro lado, otro de los símbolos del departamento que han resistido el paso del tiempo es el hospital San Juan de Dios, que fue inaugurado por el santafereño cuando fungía como tesorero de Cundinamarca.

Por esa misma época, cuando fue elegido presidente, buscando consolidar la independencia definitiva, Nariño ordena a cada uno de los municipios la siembra un árbol de arrayán en plena plaza pública, planta que fue escogida simbólicamente como el árbol de la libertad y la unión entre centralistas y federalistas frente a las pretensiones de la corona española.

“Por esa razón, para celebrar los doscientos años de independencia, en 2013 también se ordenará la siembra masiva del árbol. Se realizará este 24 de abril en todos los municipios cundinamarqueses, como evidencia futura de la conmemoración y para mantener vivo el legado de quien le dio al país el espíritu del respeto por los derechos que hoy, cuando buscamos una paz definitiva, están más vigentes que nunca”, dice el gobernador Álvaro Cruz.

Además, la Gobernación planea que las quince provincias del departamento hagan festivales culturales y gastronómicos en cada una de sus capitales, así como la ofrenda de un arreglo con las flores típicas de cada región, que serán llevadas el 16 de julio a la Plaza de la Libertad, en el complejo administrativo del departamento en Bogotá.

La idea de fortalecer las identidades regionales y la imagen de alguien que, como dice Cruz, “pudo ser la clave de la independencia nacional”, es una meta para un territorio que, con el desarrollo de la historia, ha sido absorbido por la idiosincrasia y las prácticas de Bogotá, perdiendo durante los últimos doscientos años el protagonismo que tuvo.

Por Camilo Segura Álvarez

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