“Nunca tuve miedo”: paciente con reconstrucción de lengua

Luis Orlando Sánchez, comerciante de 46 años, se convirtió en la primera persona en someterse exitosamente a este tipo de procedimiento en el país. Asegura que ha sido fundamental la ayuda de su familia y que lo más difícil son la sesiones de radioterapia.

Maryluz Avendaño
20 de marzo de 2017 - 07:48 p. m.
“Nunca tuve miedo”: paciente con reconstrucción de lengua

Lina Villegas recuerda que lo primero que pensó cuando supo que su esposo tenía cáncer, fue que le tocaría levantar sola a sus hijos de 14 y 5 años. “Lloraba mucho y él me dijo que no lo hiciera, que él no tenía pensado morirse, que no lo enterrara antes de tiempo”. Esas palabras de Luis le dieron la fuerza para que, junto a los dos pequeños, se convirtieran en los enfermeros de Luis las 24 horas del día, desde ese 7 de mayo de 2016 cuando salió del quirófano.

Hoy, un año después, la familia Sánchez Villegas está más unida que nunca y Luis Orlando recuerda esos momentos difíciles y cómo ahora valora cada segundo de vida, gracias a que, según él, recibió un milagro.

¿Qué pasó por su cabeza cuando se enteró de que tenía cáncer?

Uno piensa muchas cosas, pero nunca tuve miedo, ni desconfié de Dios. Siempre pensé: soy una persona joven, fuerte. Debo ser capaz de aguantar y superar todo esto, porque es un proceso largo.

¿Qué tan importante fue su familia?

Siempre hubo temor, porque mi hermano menor murió de cáncer gástrico en 2010. Mis hermanos y mi esposa estaban muy tristes, pero yo les dije que esto no se acababa todavía y que iba a dar la pelea. Les pedí a Dios y a la madre Laura que me dieran una “ñapita”, un segundo tiempo, y ya con mi recuperación espero que viva aún más tiempo.

¿Por qué se encomendó a la madre Laura?

Conocemos a una monjita allí en el convento de Belencito, la madre Aurora, que es la que maneja el almacén allá. Todos los días me llama, ha sido una bendición ese apoyo espiritual.

¿Cómo entró a cirugía?

Entré tranquilo, normal. Me acuerdo de que en el quirófano me preguntó uno de los médicos que si tenía miedo y yo le respondí que “uno anestesiado no siente nada, yo me imagino que usted me va a anestesiar, yo me voy a dedicar a dormir y el que se tiene que asustar de que yo no despierte es usted”. Nos dio mucha risa y bueno, la cirugía fue muy larga.

¿En qué consistía la cirugía?

Duró como once horas. Eran dos equipos de trabajo, el primero el del doctor Álvaro Sanabria, que trataba el tema de cabeza y cuello y me tenían que retirar el tumor. El otro equipo era del microcirujano vascular Mauricio Rosales, quien debía sacar el injerto de mi pierna e implantarlo en mi boca sin margen de error y con alto riesgo porque medía 16 centímetros de largo por 9 de ancho.

¿Cuánto tiempo duró la recuperación?

Estuve cinco días en cuidados intensivos dormido, porque no podía moverme para no desprender el implante; luego otros cinco días en habitación y finalmente siete meses con hospitalización en casa.

¿En algún momento sintió desfallecer?

Es difícil, uno se mentaliza. Yo pensaba que en tres meses iba a estar muy aliviado, empecé a probar cosas, casi que podía hablar, pero yo no contaba con que tenía que iniciar radioterapia, y ese proceso es muy inflamatorio, dos meses en que me volvió a cambiar todo: la inflamación en la garganta y la cara, para mí fue más duro eso que la misma cirugía. Apenas en octubre me retiraron la traqueotomía, de ahí en adelante es que se ha ido viendo mi recuperación.

¿Puede comer lo que quiera?

Casi que puedo comer lo que quiera, no como nada duro, nada frito o asado, todo es cocinado. Mi dieta está compuesta de muchas cosas blandas.

¿Distingue los sabores?

Sí, distingo sobre todo los de sal, los de dulce me saben un poquito simple. Yo siento los sabores con la media lengua que me quedó, porque con el injerto no pueden reconstruir papilas gustativas.

¿Hoy cómo se ve?

Es una felicidad indescriptible, porque valoro todo mucho más. Mi esposa, mis hijos, mi lengua, lo que hace, poder probar las pequeñeces, ya para uno todo vale.

¿De qué está antojado?

Poder comerme una punta de anca con papitas y ensalada. Me la sueño porque es lo que más me ha gustado. Quería una hamburguesa y me comí un poquito trinchada, pero no es lo mismo, es mejor morderla.

Cuando plantea lo de la punta de anca, ¿qué le dicen?

Perdí varios dientes en la cirugía, tenemos que esperar un año para poder hacerme los implantes de los dientes. Me dicen que vaya disfrutando lo que pueda, vamos despacio, que me queda mucho tiempo y esto no se acaba hasta que se acabe.

¿El implante es lo último que falta?

Sí, me dijeron que diera una espera porque hay que terminar de eliminar el efecto de la radioterapia, porque es muy riesgoso.

Estando cerca de la muerte muchas personas se plantean muchas cosas, ¿qué se ha replanteado usted?

Llevo un año de recuperación, tuve muchos meses sin hablar, entonces pude pensar mucho y repetía constantemente: “Dios mío, me tenés vivo, mostrame el camino, en qué puedo ayudar”. Yo estaba muy dedicado al trabajo, me mantenía afanado, comía a la carrera, y de los afanes a uno no le queda nada. Mirar cómo puedo disfrutar mi familia, mi esposa, los hijos, ir al campo y disfrutar el olor, no sé antes para qué tanto afán, hoy día disfruto todo.

Por Maryluz Avendaño

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar