Pegaito al picó, una máquina de pura gozadera

Inventada por nosotros y para nosotros, este coloso musical va más allá de un simple equipo de sonido. Ha logrado convertirse en una pieza cultural del barranquillero sureño, del cartagenero de Bazurto y del caribe colombiano entero.

Universidad del Norte
27 de febrero de 2017 - 02:50 a. m.
Geraldine Carpio
Geraldine Carpio

Por:  Duber Altamar, Geraldine Carpio, Moisés Carrillo y Diana Ordosgoitia

El picó, una máquina de pura gozadera, la única capaz en el mundo de poner a sus espectadores a bailar al son de su música como si sólo para eso hubiesen nacido. Inventada por nosotros y para nosotros, este coloso musical va más allá de un simple equipo de sonido. Ha logrado convertirse en una pieza cultural del barranquillero sureño, del cartagenero de Bazurto y del caribe colombiano entero.

Sin embargo, hay un elemento implícito en el picó que muchas veces pasa desapercibido: el picotero. Este Dj sureño tendrá que ser un maestro en la combinación de ritmos musicales, un psicoanalista para conocer los gestos que le indiquen qué tanto están disfrutando las personas de la música y un profeta para predecir qué canciones van a pegar.

Así lo afirma convencido  Sean Kleiner, baterista del picó ‘El Temible’, sentado en una silla de la puerta de su casa ubicada en el barrio La Manga, para muchos conocido como el barrio de los negros. A lo lejos se alcanza a escuchar la música de una champeta viejita, de esas mismas a las que nadie les conoce el nombre original. Al costeño le gusta el picó porque hace parte de él. Le gusta la música africana, la champeta, los ritmos caribeños. Al costeño le gusta la bulla porque esa bulla le inyecta energía cuenta Sean Kleiner mientras mueve sus piernas siguiendo el ritmo de la música.

Sean Kleiner tiene 21 años y lleva la música dentro, muy adentro. Es joven pero tan viejo como sus recuerdos más lejanos, como cuando de niño iba al picó  “El Nene” que ponían a sonar no tan cerca de su casa. Hoy su mente lo bombardea con los recuerdosde esas antiguas cajas de madera que venían con un candado enorme, y que atesoraban los incontables acetatos que estaban destinados a poner a bailar a las multitudes en las casetas: canciones como ‘Bananas’ y ‘La mecedora’, que “en realidad se llama’ Safari pero que nadie la conoce así”. Ahora él comienza a contrastarlo con el presente, vuelve y mira en sus recuerdos y se repite a sí mismo en voz alta: “Definitivamente se ha avanzado muchísimo”.

Ya ha pasado más de medio siglo desde que el picó dejó de ser un simple parlante usado en las puertas de las casas para convertirse en una especie de santo. Alrededor de él se congregan cientos de personas para dejarse poseer por la música que viene de la tierra árida y calurosa de sus ancestros más remotos: África. África tiene algo especial, marcó tanto nuestras vidas por esa mezcla de ritmos que han sido la cuna de todos estos ritmos que han nacido después, como la champeta por ejemplo. El respeto siempre ha sido para África.

El culto que estos personajes le rinden a la música africana es tan grande como merecido. En África fueron forjados ritmos como eran forjadas las armas en la antigüedad, sin saber que su música conquistaría otras tierras, al otro lado del océano. El Soukous, por ejemplo, es considerado el ritmo base de la champeta, pero no el único que influyó en su creación. También ritmos afrocaribeños e indígenas como el highlife, rragamuffin, el soca, calypso, mapalé, zambapalo y la bomba, en los que predominan los instrumentos de percusión como bongos y timbas, acompañados de flautas y campanas. Así nació una nueva cultura, con la fusión de ritmos a los que se les sumó una voz en español.

Esta cultura es tan tremenda que uno pone algo pequeño y al rato te preguntas de dónde salió tanta gente”.

En unas pocas horas el picó se encenderá y Sean Kleiner explica la estrategia para armar el ‘baile’  “El propietario del picó se reúne con nosotros unos días antes y nos dice qué es lo que quiere y cómo va a ser el evento. Después reventamos las redes sociales para que la gente sepa en dónde vamos a estar, y ya el día del toque los bajistas y los cargadores comienzan a transportar y montar el picó. Esedía te despiertas contento, la sensación de saber que vas poner a bailar es indescriptible, pienso en el día de forma positiva, deseando que todo nos salga bien para que al día siguiente los rumores sean del buen espectáculo que brindó el equipo”.

El picó es carnaval: es gozadera pura, es alegría, es color, bulla, baile, tradición. Poner un picó también es parte del Carnaval; la gente nos viene a ver como a un evento más. Llegan disfrazados, coloridos, alegres. En Carnavales, los gozones van vestidos con su elegancia propia, hay hombres que se visten de mujer y mujeres que se visten de hombres. A muchos les interesa saber cómo es la cuestión y de que se trata esto.

Es 2017, quienes se mueven en el mundo de los picós saben cuáles son los que más suenan: El Gran Lobo, El Gran Torres, El Dragón, El Solista, Fania All Star, El Gran Pijuán, El Coreano, El Freddy, El Guajiro, El Gran Ché,  El Gran Judío,  El Mekolver,  El Caribeño,  El Temible, El Osy, El RX, El Imperio, El Isleño, El Rey de Rocha, El Skorpión, El Lewis,  El Sneider, Papá Sabor, Los Melódicos Turbo Stereo Láser, El Super Sony, El Géminis, El Harry Potter y la lista sigue.  Orquestas de pobre, los llaman algunos. Máquinas del sabor que se programan para poner a gozar sobre todo a los habitantes de los barrios del sur.

Ahora sólo faltan cinco minutos para el toque en Nueva Colombia, el barrio vecino. La gente de por ahí tendrá entonces que decidir si se van a gozar con “El Temible” o se quedan en La Manga disfrutando de “El Gran Judío”, un picó más pequeño ubicado a un par de cuadras de donde nosotros estamos. Nos movemos para uno y otro lado. Hay música en vivo. Alguien le pega a la batería de su picó.

¡Vengan todos, vamos a tirarnos un pase que la orquesta de los pobres nos va a poner a gozar!

*Estudiantes de la Universidad del Norte, de Barranquilla

Por Universidad del Norte

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