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‘Pizarro amaba la vida’

Otty Patiño, uno de los miembros fundadores del M-19, habló de su relación con Carlos Pizarro, de su personalidad, y de las inconsistencias en el esquema de seguridad que lo protegía el día que fue asesinado.

Steven Navarrete Cardona
26 de abril de 2015 - 02:27 p. m.
Cristian Garavito
Cristian Garavito

Otty Patiño es uno de los miembros más visibles del grupo de fundadores del M-19. Empezó estudiando arquitectura pero fue a parar a las selvas del Vichada donde fue docente de un colegio que integraba una misión católica. Su instinto por la defensa de la justicia social y el amor por los demás le valió su participación en un esporádico movimiento insurreccional que se forjó entre los indígenas de este territorio que algunos colonos venían exterminando en su propósito de ‘blanquear’ las riveras de los ríos. Luego del fin de este corto levantamiento, Patiño regresó a la vida urbana donde se integró a un grupo de personas que más adelante fundaría el M-19. “Hacíamos una dura crítica al establecimiento, pero también al dogmatismo de la izquierda y de los movimientos que tenían la cabeza en otras realidades menos la nuestra. También entendimos que sin el pueblo es imposible hacer cambios reales”.

¿Qué diferenció al M-19 de otros movimientos de la época?

No teníamos una rígida estructura al estilo de los grupos marxistas de la época, tampoco un comisario político. Nuestra estructura era simple y nuestro organismo de control y autocontrol era la sintonía con las personas. Cuando nos extraviábamos era porque habíamos perdido la sintonía con la gente.

¿Cómo fue su ingreso al M-19?

Cuando se terminó el movimiento insurreccional indígena en el Vichada, empecé a buscar contactos en situación similar. En ese trayecto conocí a Jaime Bateman, quién había pertenecido a los Comuneros, un grupo de las Farc del cual fue expulsado. Ese grupo hablaba de llevar la guerra a las ciudades y no luchar en lugares donde no tuviera incidencia en el movimiento revolucionario. Además, porque las insurrecciones tenían mucha más fuerza en las ciudades que en el campo. Por supuesto hay insurrecciones campesinas pero, si las mismas no llegan a las ciudades, que son los centros de poder, no se realizan por completo.

¿Qué recuerda de esos episodios?

El M-19 no nació de una manera muy solemne, no nos sentíamos tan trascendentes, sino que fuimos diciendo ‘vamos a gozarnos la vida tratando de cambiar las cosas’.

Hablemos del nombre…

Tenía que ver con el robo de las elecciones de 1970. No todos éramos anapistas pero había cuadros importantes, entonces se planteó debido a la necesidad de buscar una relación más cercana con las fuerzas populares que como estaban buscando esa relación con las fuerzas populares, y el sector más popular más politizado que había para la época estaba fuertemente influido por la Alianza Nacional Popular (ANAPO), todo esto se sumaba a que sus militantes se habían sentido defraudados con sus dirigentes ya que ante el robo de las elecciones no habían hecho anda. Todo esto llevo a que nos articuláramos. Se forjó una apuesta donde sabíamos que las armas sin las masas no son significativas.

¿Cómo conoce a Pizarro?

Lo conocí en los momentos fundacionales del M-19 pero no estábamos en la misma área de militancia. El pertenecía a otro comando. Luego de un proceso, Fayad y Pizarro toman el liderazgo de sus respectivos comandos y llegan a la dirigencia.

¿Cuál fue su primera impresión?

Lo confundí con un actor del teatro ‘La Mama’, uno de los fundadores fue Eddy Armando Rodríguez. Le pregunté si era actor, y me respondió “yo si actúo pero en otros escenarios”. Era una persona muy comprensiva y sencilla.

Cómo era su relación con Pizarro…

Mi primera aproximación fue de carácter personal, no fue político como se creería. Luego del conocido hecho del CantónNorte, la presión sobre los miembros del M-19 arreció. A muchos los capturaron y los torturaron de una forma impresionante. Pienso que el asalto al Cantón fue el primer acto de guerra, además representaba un desafío muy grande. Hasta entonces éramos una organización de propaganda y protesta armada, pero no éramos una organización para la guerra. Fue así como luego del robo de armas, nos vimos envueltos en la guerra intensa, y las retaliaciones generaron mucho temor. A mi esposa de ese entonces también le dio pánico, sobre todo por nuestros hijos, entre ellos uno recién nacido y se planteó la posibilidad de irse exiliada del país.

¿En el M-19 cómo se veía esta posibilidad?

En el M-19 esa posibilidad de asilarse estaba negada para los miembros activos, pero si lo podía hacer alguien que hubiera sido colaborador y no hubiera tenido un papel protagónico ni central. Por mi parte nunca pensé en exiliarme. El ‘run’ ‘run’ de que mi esposa se quería asilar llegó a oídos de la dirección, lo cual también se interpretó como que yo también quería asilarme. Eso acarreó que algunos miembros del M-19 me cuestionaran, mientras que Pizarro tuvo una actitud fraternal, sin siquiera conocerme confió en mí, una de las pocas personas que tuvo esa actitud de apoyo hacia mí. Y fue muy valiosa porque este cuestionamiento me lo hicieron en una ‘evaluación’ que tal vez era uno de los actos solemnes al interior del eme. En ese momento surgió la fraternidad con él.

Hablemos de la muerte de Pizarro…

Pizarro era consciente de que lo podían matar, pero por supuesto no quería ser un mártir. Tenía un gran gusto por la vida. En la noche anterior a la del asesinato dio muchas entrevistas y yo necesitaba hablar con él, así que Carlos me hizo entrar al salón donde estaba con los periodistas. Todos los periodistas le preguntaban si no le daba miedo que lo mataran, entonces él,ya cansado por el sonsonete, le dijo al último que se lo preguntó: oiga ‘todos me están preguntando sobre la muerte, ¿qué pasa?’

¿Pero ustedes tenían información?

Nosotros alcanzamos a tener información porque en el Magdalena Medio algunos de los miembros de los paramilitares querían desmovilizarse y buscaron al eme para conocer como había sido el proceso y cuáles eran los pasos a seguir, entonces se hicieron cercanos a un compañero que el eme designó y le filtraron la información de que ya existía la decisión de matar a Carlos. Él alcanzó a conocer de la existencia de las amenazas y dijo que iba a hacer la última gira y se iba a resguardar. Ya sabía que era un objetivo de los paramilitares.

¿Cómo vivió usted ese día?

No me acuerdo si me había quedado en la sede de campaña o llegué amanecido. Esa mañana Navarro se enojó mucho porque alguien le pidió la hora de llegada de Pizarro y él le replicó sobre el porqué pedía esa información por teléfono “ya se les olvidaron las medidas de seguridad”, agregó. Después Navarro estaba atendiendo el teléfono cuando uno de sus escoltas entró a donde se encontraba y le dijo que acababan de atentar contra Pizarro. Inmediatamente subimos a los autos blindados que nos habían dado en esa época. Llegamos al aeropuerto, busqué al médico, y me dijo que no había esperanza porque había muerte cerebral y en cualquier momento ya dejaba de vivir.

Pero si tenía estas amenazas, ¿por qué no extremaron la seguridad?

Tenía escoltas del eme armados que iban con él pero llegaron a última hora al avión. Una de las medidas fue que- teniendo el antecedente de los asesinatos de Bernardo Jaramillo y José Antequera que sucedieron en el Terminal Aéreo y en el Dorado-Pizarro no pasó por el aeropuerto sino que llegó directamente al avión. Para esa época el control de los aeropuertos lo tenía de cierta manera la Policía y el DAS y se había evidenciado que los asesinos de estos hombres se habían movido por el aeropuerto con facilidad. No se creía que fueran a atentar contra su vida al interior de un avión.

¿Pero cómo ingresó el sicario un arma al avión?

Un grupo de ‘avanzada’ del DAS ingresó al avión luego de la última revisión que realizó la aeronáutica. Eso fue una irregularidad, no tenían por qué hacerlo y lo supimos gracias a un policía que formaba parte de la escolta. Según él, el escenario probable era que hubiera sido ese mismo el que puso el arma, una subametralladora, antes de que ingresaran los pasajeros. Dicho grupo del DAS estaba integrado por gente de la escolta que no iba a viajar. También iba este policía que nos contó ese hecho luego de la muerte de Carlos, porque el intentó ingresar al avión pero no le permitieron hacerlo, eso le despertó la sospechas.

¿Qué se sabe del arma y del sicario?

Uso una subametralladora mini Ingram. Esas armas no son de combate a larga distancia, y para manejarlas y disparar con precisión se necesita de un gran entrenamiento. Ese muchacho recibió un entrenamiento fuerte, porque además matar a alguien va en contra del instinto del ser humano por preservar la vida. Fidel Castaño, cuando se trababa de asesinar a estos líderes políticos tan reconocidos, sometía a los sicarios a tres o cuatro meses de disciplina cuartelaría muy dura, no solo estaban bajo su dirección, sino también a su personalidad, a la enajenación de la voluntad.

¿Qué sucedió con el escolta que estaba con Pizarro?

Ellos llegaron tarde y se ubicaron en los puestos que sobraban, entonces de todas maneras Pizarro quedo ubicado a poca distancia del baño. Uno de los escoltas del M-19 me contó que vio pasar al sicario, pero no les despertó sospecha porque iba sin saco y con la camisa dentro del pantalón, no dejaba ver un bulto u algo sospechoso. Todo fue muy rápido, entro al baño y lo que posteriormente se oyeron fueron los tiros. Tomó el arma del baño y por la espalda le disparó a Pizarro.

¿Qué pasó con el sicario?

Esa fue una situación complicada. El tipo apenas le dispara a Pizarro suelta el arma, la deja en el piso y se rinde, entonces los escoltas lo cogen. Un agente del DAS perteneciente a la escolta, que estaba sentado más lejos de todos -en las primeras filas-, llega hasta donde está el sicario, que esta rendido, y lo mata a quemarropa.

¿Quién orquestó su asesinato?

Fue Fidel Castaño, él mismo me lo dijo. Cuando matan a Pizarro, Navarro y yo nos reunimos con el alto gobierno en un Consejo de Seguridad. Para ese entonces Virgilio Barco estaba con la enfermedad del alzhéimer avanzada y por eso dichasesión la presidió German Montoya. Allí se decidió que nosotros íbamos a estar en la investigación. Navarro me designó y consideró como apoyo fundamental a Álvaro Jiménez que tenía buenas fuentes de información entre los paras del Magdalena Medio.

¿Cómo se fragua ese encuentro entre Fidel Castaño y ustedes?

Un día coinciden dos cosas, tenemos información de que ha sido Fidel Castaño el autor intelectual y por otro lado, por el de Bernardo Gutiérrez -un jefe del EPL que estaba empezando el proceso de paz- nos llega el mensaje de que Castaño quería hablar con nosotros de su desmovilización, su proceso era complejo por los problemas jurídicos por cometer diversas masacres. Como sabíamos que él tenía que ver con el asesinato de Pizarro, entonces fuimos con Álvaro a Montería a la hacienda ‘Las Tangas’. Hablamos de diversos temas para llegar a preguntarle por Pizarro, le pregunté si había matado a Carlos y dijo que sí, yo le cuestione, ya que no teníamos nada ver con él en ningún plano, ni habíamos operado por Córdoba ni esa región. Le preguntamos sobre quién lo había ordenado, porque él era un jefe de sicarios y no se mandaba solo. Él replicó: ‘la oligarquía’. Le dije que esa categoría era muy difusa y me respondió molesto: ‘es qué usted no lee la prensa, no sabe quién es la oligarquía’. Hasta ese punto llegó la investigación con Fidel Castaño.

Carlos Castaño dijo en su libro ‘Mis confesiones’ que había estado presente en la operación que dio muerte de Pizarro…

Fidel Castaño fue quien dio las pautas organizativas pero él no salía de Montería. Carlos Castaño estuvo organizando en terreno y sí, lo cuenta a su manera en el libro, pero él no era más que un gatillero de su hermano.

¿En el ámbito jurídico existe alguna condena contra los responsables?

No.

¿Qué efecto tuvo la muerte de Pizarro al interior de la estructura política de la AD-M19?

Teníamos mucha rabia y dolor, sin Pizarro nosotros no hubiéramos hecho la paz. Tenía la virtud de ser una persona con un liderazgo muy amplio. Él no llegó a la paz porque fracasara en la guerra sino que lo hacía porque creía en la paz. Además tenía un gran respeto al interior de las filas guerrilleras, y el proceso de la paz no es un proceso únicamente de negociación con el contrario sino de convencimiento al interior de las filas. El país no alcanzó a conocer a Pizarro, tenía una bondad gigante y una sensibilidad muy grande…

Alguna experiencia para ejemplificar ese lado humano del que habla…

Cuando recién se estaba rompiendo el proceso de tregua con Belisario Betancur, lideró un ataque al municipio de la Herrera, en el Tolima. La Policía se rindió después de un combate, pero peleó arduamente. Entonces Pizarro sacó a la plaza a los policías y les rindió homenaje por su valentía. Les quitó las armas y los dejó libres. Era un hombre de esa estirpe, de esa clase de personas que sabe que la guerra tiene unos límites. También eludía usar lenguajes deshumanizantes, cuando se hablaba de la muerte de un combatiente, le repugnaba ese lenguaje de las –cifras de las bajas- donde el ser humano desaparece, y los hechos son tratados como una contabilidad de guerra-.

snavarrete@elespectador.com

Por Steven Navarrete Cardona

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