El Desfile de Silleteros del año pasado fue quizá uno de los acontecimientos más importantes y trascendentales en la vida de José Ignacio Rico. Fue la primera vez que llevó a cuestas el peso de un patrimonio cultural y una tradición de la que se enamoró por completo, al punto de dedicarle su vida.
Y no es para menos. No cualquiera puede participar en la máxima expresión cultural de la vida de los antioqueños: el tradicional Desfile de Silleteros. Para ello, se debe haber nacido en el corregimiento Santa Elena de Medellín y contar con la venia de alguno de los dueños de los contratos que se heredan entre las familias de tradición silletera en el sector y que se pasan de generación en generación.
“Yo nací en otro corregimiento, pero en los últimos 15 años he estado aquí, en la vereda Barro Blanco, y me casé con una silletera que pertenece a la familia Londoño, una de las más representativas de la región. Por mi esposa aprendí todos los oficios, pues hace parte de una familia de unas cuatro generaciones de tradición silletera que iban a Medellín, vendían sus flores y trabajaban con todo este patrimonio”, reconoce José, visiblemente emocionado y orgulloso de lo alcanzado.
Su pasión no puede ser otra que las flores. Asegura que ese contacto privilegiado y excepcional con las flores, la historia y la tradición silletera le genera una serie de experiencias y vivencias que sustentan su diario vivir: “lo más lindo de ser silletero es el contacto con las flores y con la historia, porque las flores generan sentimiento, entonces uno siempre está emocionado. Las flores expresan mucho sentimiento y abundantes emociones gracias a su lenguaje”.
José, quien está empeñado en reivindicar y exaltar la cultura silletera, actualmente hace parte de los gestores culturales del patrimonio silletero, por lo que ha liderado todos los procesos del Plan de Salvaguardia y del Concejo Corregimental de Cultura. Con dominio y pasión, se encarga de realizar los recorridos a lo largo de la finca temática ‘La Casa del Silletero’ –de propiedad de la familia Londoño– explicándoles a los turistas y visitantes la esencia misma de Antioquia.
“Ser silletero es estar en contacto con una historia que es patrimonio de todos: la historia indígena, colonial, republicana y la actual, que se fusionan en un elemento festivo, decorativo, creativo, que por muchas razones es patrimonio de todos”, señala, recordando con entusiasmo que en 2014 el Ministerio de Cultura declaró patrimonio inmaterial de la Nación la tradición silletera.
“Este paso recoge y exalta los saberes de la cultura silletera, porque este es un oficio y uno no nace simplemente siendo silletero. Esto es una transmisión de saberes, tradiciones, territorios e historia. Es un conjunto de elementos que compartimos y no solo los ciudadanos de Medellín, sino que se reparte con otros municipios como Guarne, Rionegro y Envigado, que hacen parte del territorio patrimonial de Santa Elena, donde se ha gestado y se ha consolidado este patrimonio”, apunta.
La cultura patrimonial, la tradición y la devoción por las flores se agrupan en lo que José Ignacio Rico considera la máxima puesta en escena de esta manifestación: el Desfile de Silleteros, un patrimonio vivo e inmaterial para el que se preparan a lo largo del año los habitantes del corregimiento Santa Elena.
“Para uno como silletero poder participar en el Desfile es uno de los grandes orgullos, porque es llevar en la espalda toda una historia y tradición. Somos un pueblo que ha fusionado lo ancestral, lo indígena, lo colonial y lo republicano, por lo que en una silleta se vive de una manera muy clara y patente toda la cultura silletera”, indica.
Aunque José contempla con devoción su oficio, también alerta ciertas problemáticas propias de los silleteros e incluso, es vehemente al advertir asomos de xenofobia en la organización: “la declaratoria patrimonial es solamente el inicio de un proceso muy largo. El primer paso es tratar de definir quién es y quién puede llegar a ser silletero. Se trata de uno de los puntos más álgidos, porque a veces hay como cierta xenofobia en algunos que dicen ‘solo los nativos de Santa Elena son silleteros’, pero resulta que nativos de Santa Elena ya no hay, es decir la gente ya nace en las municipalidades cercanas, por lo que sería más legitimo hablar de residentes o no residentes, porque el territorio es un elemento tradicional importante”.
Para lograr los consensos y acuerdos que busca alcanzar de cara a potenciar la cultura silletera, José le apuesta al diálogo y a la discusión con argumentos entre pares, para evitar imposiciones o restricciones arbitrarias. Su mayor preocupación es salvaguardar este patrimonio y para ello, resalta la cohesión y tejido social que ayudará a proteger la cultura silletera.
“Hay mucho camino por recorrer. Por ejemplo, cuántos son los silleteros y dónde están los silleteros, cómo están, cuáles son los elementos a salvaguardar, qué es una silleta y qué no es una silleta. Son discusiones que hay que dar para evitar que el patrimonio sufra distorsiones pero para permitir que tenga evoluciones. Hay restricciones que pueden venir de la administración municipal, de los organizadores del desfile, o de las asociaciones de silleteros”, agrega.
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