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La silenciosa muerte del último pariente de Gabo en Aracataca

Un brasileño cuenta su experiencia tras vivir lo que cataloga como una de las tardes “más bonitas” de su vida, tras conocer al primo del nobel, Nicolás Arias, fallecido hace once días.

Vinícius Mendes / São Paulo
02 de diciembre de 2014 - 11:49 p. m.
La silenciosa muerte del último pariente de Gabo en Aracataca

 "Seguimos viviendo cien años de soledad acá", lamentó Nicolás Ricardo Arias 31 días antes de su muerte repentina en una de las esquinas de Aracataca. Se sentía algo de tristeza en él y se hacía visible en la forma como le cubría el pecho y su sueño de medio día una camisa rota. Con los ojos cerrados insistió en continuar la charla, incluso después de mi repentina presencia en su casa, y sonreía levemente mientras hablaba de las malas condiciones de su pueblo, donde inició y terminaría su vida sin saberlo. Llevaba el nombre de su abuelo, el general Nicolás Márquez, así como el mismo apellido de Gabriel García Márquez, su primo y premio nobel de literatura, hombre famoso y objeto de fotografías, autógrafos y una extraña veneración.

En un mundo paralelo a nuestro diálogo percibía, con la calle inundada, la lluvia del día anterior que corría, los gritos de dos chicas bailando en la casa al lado, la voz de su mujer, que hablaba mientras comía patacones; detallaba sus cuatro sillas de playa completamente viejas y un hombre que se ganaba la vida con el transporte de personas en una bicicleta.

Nicolás me dijo que tenía problemas con la biografía de su primo - escrita por un inglés que llegó a su casa una tarde del mes de febrero y decidió incluirlo en esta obra - porque no sabía leer. "No he estudiado y, para ser honesto, nunca me gustó leer y escribir. Dejé estas cosas a Gabriel", habló en medio del movimiento repetitivo de su brazo derecho. Contaba además que la vida también trató de separarlos. Que permaneció durante toda su vida en Aracataca y que dejó este pueblo sólo para ser chofer en Ciénaga, estibador en Barranquilla un tiempo y para ayudar en la pavimentación de las calles de Cartagena de Indias.

Entre las muchas historias que me contó sobre su primo Gabo, la más intrigante, sin duda, fue sobre una llamada que determinó su voto en la consulta popular que el ex alcalde de Aracataca, Pedro Sánchez Rueda, hecha en 2006. Rueda había regresado hacía poco tiempo de un viaje de Europa y buscaba cambiar el nombre del pueblo para que fuera bautizado como Macondo, en referencia al libro de Gabo, Cien años de soledad (1967)

Un día antes de la votación, el alcalde se subió en un Dodge Dart antiguo lleno de oradores e hizo campaña a su favor frente a la casa de Nicolás. "El día que iba a votar llamé a Gabo por la mañana y le dije a él que su opinión sobre el tema determinaría mi voto. Luego él me dijo: 'Nicolas, yo no quiero que tu voto se base en lo que yo pienso, pero recuerda que yo nací en Aracataca y no en Macondo'. Sólo le di las gracias y colgué. Mi voto se determinó así", señaló con una sonrisa en su rostro.

En Aracataca, toda la gente lo conocía: la mujer encargada de la seguridad de la estación del tren, el hombre de las clases de lectura para los niños, las cocineras de los restaurantes, los conductores de "bicitaxis", los viejos de las plazas y los niños que pasan su tiempo jugando al fútbol en las calles maltratadas.

"¿Dónde vive Nicolás Arias?", pregunté. "¿El primo de Gabo?", respondían los lugareños, y entonces me indicaban el camino. Antes de irme en su búsqueda, todos me hacían la misma advertencia: " él es el último pariente vivo de Gabo en Aracataca", era un personaje casi mítico, era importante para ellos.

Me enteré de su muerte ocho días después de su entierro, supe por una de sus hijas - Cilene Arias- que fue enterrado en el cementerio del pueblo, rodeado por la plantación de plátano de Aracataca. No he visto nada en los periódicos de Colombia y tampoco de Latinoamérica sobre su fallecimiento. "Me entristeció mucho que nadie dijo nada sobre la muerte de mi padre en la prensa”, señaló Arias, quien recordaba que “él fue el último pariente de Gabo acá en la ciudad y con gusto y orgullo mostraba las fotografías y cosas relacionadas con su primo”. Cilene también me dijo que yo fui una de las últimas personas ajenas a su familia en visitarlo. Para mí se trató de una de las tardes más calientes e inolvidables en la historia de mi vida, pensaba para esos días quizá, que aquel abuelo lleno de historias acerca del nobel y toda su familia tendría una segunda oportunidad en esta tierra, no fue así.

Por Vinícius Mendes / São Paulo

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