Sin energia ni agua potable, una escuela de Colombia en el olvido

Aunque el gobierno municipal autorizó hace un mes $17 millones para arreglarla, sigue en estado deplorable.

Jesús Fragozo Caro
20 de octubre de 2014 - 06:55 a. m.
Una canoa con motor transporta a los estudiantes de la Institución Educativa Caño Valle.  / Fotos: Jesús Fragozo Caro
Una canoa con motor transporta a los estudiantes de la Institución Educativa Caño Valle. / Fotos: Jesús Fragozo Caro

Diez niños juegan fútbol a orillas del río Magdalena. Están descalzos y andrajosos como el resto de los estudiantes de la Institución Educativa Caño Valle, que no paran de correr durante el recreo (10:30 a.m.). La escuela, ubicada en una vereda de la isla Salamanca, en el municipio de Sitionuevo (Magdalena), es la única de la isla y está en ruinas. Los pupitres están averiados, las paredes agrietadas y llenas de moho, los baños en desuso y los diez computadores, que el Gobierno entregó en febrero, guardados bajo llave en una caja de hierro. Aun no los han estrenado.

“Aquí no hay energía ni agua potable. Tenemos una planta, pero no hay recursos para comprar gasolina”, afirma Cleofe Manjarrés, una de las dos profesoras del colegio. Tiene 50 años y hace ocho dicta clases en la isla.

Una niña de 9 años y pelo ensortijado llama a la “profe”. Está ansiosa porque le revisen su tarea, pero la maestra de lentes gruesos está con Kaleth (3 años), el más pequeño de los estudiantes, que se cayó hace un momento al río. Lo desviste y tiende su ropa.

El colegio parece que estuviera predestinado a seguir en estas condiciones. “La Alcaldía de Sitionuevo arregló las paredes, los pisos y la unidad sanitaria de la escuela en 2010, pero el invierno acabó con las obras en 2011”, afirma el secretario de Gobierno municipal, Jáner Gutiérrez. La maestra, sin embargo, niega que se haya realizado tal inversión, por lo menos durante el tiempo que ha estado vinculada al centro educativo.

En las paredes todavía está una marca de más de dos metros de cuando se desbordó el río e inundó todo. Los parceleros, como llaman a los agricultores, todavía esperan que el Gobierno cumpla con la promesa de ayudarlos.

Los estudiantes también han sido víctimas de las quemas que destruyeron hace dos meses parte de la zona. El humo que salía de los mangles, a unos dos kilómetros, formaba una capa gris que casi no les permitía ver. “Cuando prenden candela en esta dirección —señala una casa de cemento que está a unos cuatro metros del colegio—, nos toca trasladarnos”, asegura José Núñez (56), un campesino.

“Hay estudiantes que vienen sin desayunar”, agrega Manjarrés. El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) dirigió hasta junio el Programa de Alimentación Escolar (PAE), en el que se entregaba un complemento nutricional a los niños. Según la entidad, “el artículo 136 de la Ley 1450 de 2011 estableció que el ICBF trasladará el programa al Ministerio de Educación Nacional”. Los pequeños ahora reciben diariamente un jugo que viene dentro de una cajita y una galleta.

En lo que se supone es el patio del colegio, cinco niñas han armado una especie de peluquería. Están sentadas en una silla de tablas, al lado de varios sacos llenos de arena. Se peinan, y una de las pequeñas actúa como si hiciera parte de una compañía de teatro e interpreta a una mujer desesperada por arreglarse el pelo. Gesticula, alza la mano izquierda como para mirar la hora de un reloj imaginario, y grita: “¡Ya son las 11!, péiname rapidito”.

Las clases comienzan a las 8 de la mañana y terminan después de 11, cuando llega una canoa con motor que transporta a los estudiantes. La maestra Manjarrés —oriunda del municipio de Remolino, Magdalena— reside en el barrio Chiquinquirá de Barranquilla y se traslada de lunes a viernes a Siape, conocido sector de la capital del Atlántico, en donde aborda una embarcación que en 10 minutos atraviesa el río. Para salir de la isla, le toca esperar a que pase otra canoa. “A veces son las 3 de la tarde y todavía estoy acá, sin almorzar. Y cuando pasan por mí, me pongo un sombrero y hasta una chaqueta para protegerme del sol”. La ‘seño’ Cleofe es profesora nombrada por el Estado desde 1991.

Sitionuevo ha tenido en más de dos meses tres alcaldes: Ómar Díaz Gutiérrez, candidato elegido por voto popular que fue detenido el 11 de agosto por ser el presunto responsable de los delitos de peculado por apropiación y violación del régimen de inhabilidades e incompatibilidades; Félix Ospino Acevedo, quien fue nombrado por el gobernador del Magdalena, Luis Miguel Cotes, en calidad de encargado, y Yan Carlos Gutiérrez, escogido entre una terna de la Alianza Social Independiente (ASI), partido político por el que Díaz se lanzó a la Alcaldía.

Gutiérrez, último mandatario en ser elegido, autorizó hace un mes $17 millones para arreglar la escuela y unos $5 millones para dotarla de pupitres nuevos, según el secretario de Gobierno municipal. El 17 de octubre, supuestamente, traerían las sillas, pero Manjarrés afirma que sólo se ha pintado la escuela. “La administración está trabajando con la empresa Electricaribe en la cobertura del servicio de energía en esta zona del parque”, asegura Antonio Matera, secretario de Educación del Magdalena.

Mientras tanto, los niños de Caño Valle, apenas ven la canoa con motor que los transporta, corren a las aulas a buscar una bolsa en la que guardan sus cuadernos y lápices. La mayoría quizá estudiará hasta quinto de primaria, para luego dedicarse a la agricultura; y unos cuantos seguirán estudiando en los colegios públicos de los barrios Las Flores, San Salvador o Barlovento (en Barranquilla) y tendrán que pagar $20.000 semanales por cruzar el río.

 

@JesusFragozo

Por Jesús Fragozo Caro

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