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Sombras de un golpe de Estado

El derrocamiento del presidente Fernando Lugo, en junio de 2012, revivió el pasado autoritario de la región.

Beatriz Miranda Cortés*
01 de enero de 2013 - 09:01 p. m.
El expresidente de Paraguay Fernando Lugo.  / AFP
El expresidente de Paraguay Fernando Lugo. / AFP

El 22 de junio de 2012 la prensa internacional divulgaba la Cumbre Río +20 en Río de Janeiro cuando se iniciaron los rumores de un golpe de Estado parlamentario en Paraguay. Este hecho inesperado recordó el golpe de Honduras en 2009 y cómo los instrumentos democráticos se han prestado a legitimar una nueva tipología de golpes de Estado en la región. Ya no hay tanques por la calle, los golpes son legislativos y mediáticos, pero al fin y al cabo golpes que significan ruptura del orden democrático.

El presidente Fernando Lugo, “el cura de los pobres”, llegó al poder en 2008 mediante la Alianza Patriótica por el Cambio, después de 62 años de permanencia del Partido Colorado en la primera magistratura del país. Sin embargo, 32 horas de juicio político, sin derecho a defensa, fueron suficientes para que el Congreso paraguayo lo destituyera, a pesar de los esfuerzos de Unasur para establecer mecanismos de concertación y evitar que el pasado autoritario de la región reapareciera en Paraguay. La democracia paraguaya desconoció el sufragio universal y consagró el derecho de las minorías.

En seguida Paraguay fue expulsado del Mercosur por incumplir la cláusula democrática, sin la aplicación de sanciones económicas que pudieran afectar aún más al pueblo paraguayo. Algunos meses después Venezuela ingresó al bloque como miembro permanente, ya que durante años el Congreso paraguayo, temeroso del socialismo del siglo XXI, lo había impedido.

Dos grandes guerras internacionales marcaron el contexto doméstico y la inserción internacional de Paraguay. La Guerra de la Triple Alianza y la Guerra del Chaco. Geopolíticamente, durante gran parte de su historia, Paraguay ha oscilado entre el área de influencia argentina y brasileña. Durante la Segunda Guerra Mundial se ubicó en la órbita geopolítica de Estados Unidos, evidenciando su fuerte influencia en la cultura política de la intocable y poderosa élite paraguaya. En la segunda mitad del siglo XX Paraguay vivió la dictadura de Stroessner. En síntesis, Paraguay ha sobrevivido en un triángulo de pretensiones hegemónicas, sin que ninguno de esos países tuviera real interés de contribuir para el cambio de sus arcaicas estructuras que tanto los ha beneficiado.

En el siglo XXI es señalado como uno de los países más desiguales de la región. Gran parte de su economía proviene de fuentes ilegales y de la agricultura, el 43% de su población está en áreas rurales. Su índice de concentración de la propiedad de la tierra —el 1% de los propietarios posee 77% del área productiva— demuestra el aplazamiento de la democracia social en el país.

Según el fallo, el presidente Lugo fue destituido por “promover el odio entre los paraguayos, la lucha violenta entre pobres y ricos, la justicia por mano propia y la violación al derecho de propiedad, atentando de modo permanente contra la Carta Magna”. Lo que supuestamente provocó la caída de Lugo fue la masacre de Curuguaty, en donde algunos campesinos se resistieron a desocupar las 2.000 hectáreas de tierra. El resultado de este enfrentamiento fue la muerte de 11 campesinos y 6 policías. El campesino Rubén Villalba, acusado de ser autor de la masacre, fue capturado tres meses después.

La investigación conducida por la Fiscalía está en manos de Jalil Rachid, hijo del Bader Rachid, expresidente del Partido Colorado. La disputa de esas tierras involucra también a Blas N. Riquelme, quien reivindicaba ante la justicia la posesión de esas tierras a pesar de que hay evidencias de que las tenía mediante títulos falsificados. Riquelme murió días después llevándose parte de la verdadera historia del despojo de tierras en Paraguay.

Curuguaty fue el hecho simbólico y premeditado que los partidos tradicionales y segmentos conservadores de la sociedad paraguaya necesitaban para evitar el avance de la consolidación democrática y la organización de una izquierda incipiente. Sin duda, el equivalente a los falsos positivos. Según la concepción de la mayoría del Congreso que lo destituyó, el presidente Lugo representaba los intereses suramericanos tan contrarios a los de sus opositores fuertemente alineados a los intereses geopolíticos norteamericanos, aunque Estados Unidos nunca haya legitimado explícitamente el golpe.

Distantes de un contexto de la Guerra Fría clásica, la doctrina de la Seguridad Nacional fue sustituida por tratados de libre comercio que traen consigo pactos tácitos de seguridad que fracturan los procesos de integración regional. Como América Latina lo que nos duele es el silencio paraguayo y regional, la debilidad del presidente Lugo al aceptar los dictámenes ilegítimos del Congreso, los campesinos que nunca llegaron a la Plaza de Armas para protestar, el creciente agronegocio de la soya que exige una intensa tecnificación del campo y una suma representativa de capital y las voraces empresas mineras, “una combinación letal” de paramilitares, narcotráfico, ausencia de reforma agraria, salarios bajos y capital extranjero. ¿Curuguaty, un pretexto para reprimir los movimientos sociales, para mantener el status quo de los poderosos internos y externos, para viabilizar una base militar en la triple frontera del Mercosur, en el territorio del Acuífero Guaraní, la más importante reserva de agua dulce del mundo?

* Analista internacional

Por Beatriz Miranda Cortés*

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