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Taita Crispín, preso en Argentina por toma de yagé

El líder kamentsá del Valle de Sibundoy (Putumayo) está acusado de estafa y práctica ilegal de medicina, por una toma de ayahuasca. Interpol dio informe a favor del indígena pero, aún si queda libre, no podrá salir de ese país.

Édinson Arley Bolaños
25 de octubre de 2014 - 02:28 a. m.
El taita indígena Crispín Chindoy. / Fotos: Archivo particular
El taita indígena Crispín Chindoy. / Fotos: Archivo particular

El hombre indígena de cusma verde, collares en chaquiras, colmillos de saíno y cascabeles que evocan el agua y la armonía con el viento, es el taita Crispín Chindoy. El mismo indígena kamentsá que estudia antropología en la Universidad Externado de Colombia y a quien la policía de la provincia de Corrientes, Argentina, retuvo el pasado 10 de octubre cuando se encontraba en plena ceremonia de yagé.

Lo detuvieron acusándolo de dos delitos: estafa y práctica ilegal de medicina, a pesar de que su larga trayectoria en esta práctica ancestral diga lo contrario. El taita, a diferencia de sus mentores, nada más tiene 37 años y ya es reconocido en Colombia, Venezuela, México, España y Holanda como una persona que ha curado la adicción a las drogas y otras enfermedades gracias a ese bejuco que nace en la selva del bajo Putumayo: yagé o ayahuasca.

En el ritual, que se llevaba a cabo en una casa rural próxima a la ciudad de Corrientes, participaban 25 jóvenes entre los 18 y 37 años. “Comenzó por la noche, pero no se pudo finalizar, ya que alrededor de las 2:30 a.m. irrumpieron en el lugar 30 policías armados y funcionarios judiciales con orden de allanar la propiedad”, relata desde Argentina, Santiago Fortan, uno de los participantes de la ceremonia e hijo del propietario de la vivienda.

Luego de revisar y retener las pertenencias de los presentes, arrestaron al taita. Al mediodía, Fortan también fue detenido por los mismos cargos del líder indígena. La causa promovida por la Fiscalía de Instrucción número 1 de Corrientes está en proceso en el Juzgado de Instrucción número 4 y la denuncia fue interpuesta por la madre de Maxi Fraschia, un mayor de edad que estuvo presente en el ritual y quien, según Fortan, respalda a Chindoy.

Luego de 13 días detenido, Chindoy logró informe favorable de la Interpol para su excarcelación, condicionada a que deberá fijar domicilio en Corrientes hasta que se resuelva su imputación, lo que podría tardar varios meses. Carolina Sierra, compañera de la vida del líder indígena, denuncia que se han cometido abusos en este caso por el desconocimiento de las autoridades judiciales y la policía sobre los saberes ancestrales y esa medicina. Por eso solicitó el apoyo del Consulado de Colombia en Argentina para realizar el seguimiento a este proceso.

Las noticias en el país austral lo han tildado de sanador y estafador, pero en el detalle y la rigurosidad está la historia oculta: pocos saben que sus padres Crispín Chindoy y Josefina Jacanamijoy, ambos indígenas kamentsás, después de que su hijo naciera sembraron la placenta al lado de la tulpa —ritual de protección— con el propósito, ha dicho varios veces el taita, de que se abrieran los caminos desde el universo para llegar a ser el médico tradicional que es hoy.

Tampoco se enteraron de que este indígena, que lleva más de cinco años radicado en Bogotá, empezó a tomar yagé a los siete años, cuando su padre, exgobernador del Valle de Sibundoy, hacía las ceremonias en su casa para iluminar las decisiones políticas de la comunidad. Ahí, el taita Juan Jansasoy le daba monedas de peso a Crispín para que no se escondiera debajo de la cama huyéndole al sabor amargo de la medicina. Sin embargo, el día en que murió Jansasoy, Crispín le perdió el miedo y dice su hermano mayor que ese último soplo de su mentor fue el que trazó su camino como taita.

Las autoridades del Valle de Sibundoy cuentan que gracias a Chindoy, un ciudadano en Cali, que había perdido completamente la memoria, recordó que era un hombre de negocios y retornó a su vida social, ocho días después de tomar yagé de manos de este médico tradicional.

Por eso “la pinta no es como la pintan”, así como se llama la tesis de Chindoy con la que está próximo a graduarse de antropólogo en la Universidad Externado y en la que recoge su trasegar por el camino de la medicina, esas tres etapas que lo convirtieron en taita del remedio o yagé, la misma medicina ancestral que los mayores han trasladado a las ciudades y que en algunos sectores de Occidente aún llaman sustancia alucinógena, ignorando que es una planta de conocimiento y visión.

Este debate es de vieja data. Álex López, director del documental Las rutas del yagé, que precisamente comienza con la inmersión en los pueblos indígenas del alto y bajo Putumayo, cuenta que el tema legal aún es un martirio para las comunidades aborígenes. “Desde que la ONU en los años 60 metió en la lista de sustancias ilegales la DMT (dimititrictamina), que es uno de los componentes que tiene el yagé y que provoca visiones, el remedio se ha satanizado. Sin embargo, muchos estudios demuestran que mejora la salud más allá de los aspectos síquicos y sicológicos”, asegura.

Óscar Jacanamijoy, autoridad indígena en el Valle de Sibundoy, exige que se respete el convenio 169 de la OIT, “que habla del reconocimiento tradicional que tenemos los pueblos indígenas. Se irrespeta a un taita cuando los organismos policivos entran a una ceremonia y se lo llevan como si hubiese cometido un crimen, ignorando su labor y conocimiento ancestral. Exigimos la libertad de Crispín Chindoy y que vuelva a nuestro territorio”, reclama aún.

El taita Chindoy es del alto Putumayo, el mismo Valle de Sibundoy. En esa parte no se cosecha ayahuasca, pues los indígenas kamentsá bajan a intercambiar con los Ingas, Cofánes, Sionas, Koreguajes y Los Huitotos que están en el bajo Putumayo (después de Mocoa), donde la cultivan y también la preparan el mismo día que la cosechan para consumirla en la noche.

Al contrario, en la tierra del taita Crispín, la tradición es cocinar el bejuco durante casi ocho días, para luego conservar la medicina por varios meses y así poderla sacar a varias ciudades del mundo.

A pesar de que algunos consideren los efectos del yagé como alucinaciones, para las comunidades indígenas del Valle de Sibundoy es algo sagrado. El yagé es considerado el papá de todas las plantas medicinales, porque en medio de las visiones, después de tomarlo, éste les muestra cuáles son las otras plantas que sirven para curar las enfermedades.

Por eso, cuando se viaja a ese piedemonte amazónico, en las casas de los ingas o kamentsás, siempre se van a encontrar dos cosas: el remedio para el alma y una huerta llena de plantas medicinales que les ha mostrado el yagé y que han encontrado en la montaña del sur de Colombia.

 

eabolanos89@gmail.com

@eabolanos

Por Édinson Arley Bolaños

 

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