¿Todos los piropos son acoso callejero? ¿Sirve prohibirlos?

Una abogada de la Casa de la Mujer y un filósofo experto en imaginarios urbanos aseguran que todas estas expresiones sí son acoso callejero, y que son una muestra más de la cultura patriarcal.

Pilar Cuartas Rodríguez
29 de noviembre de 2016 - 08:29 p. m.
Flickr / OCAC Chile
Flickr / OCAC Chile

Timbío, Cauca, quiere ser el primer municipio de Colombia libre de acoso callejero contra las mujeres. Así quedó trazado en un decreto de la alcaldía del municipio el 25 de noviembre, que estableció que funcionarios, servidores públicos, contratistas de la administración y la Fuerza Pública no podrán echar piropos. “Deberán eliminar de sus hábitos cotidianos, expresiones que aludan a los cuerpos, vestimentas o movimientos de las mujeres, sean funcionarias, contratistas, practicantes o ciudadanas”.

Según el alcalde local, Libardo Vásquez, las sanciones para quienes incumplan la medida serán pedagógicas y no económicas, eso incluye capacitaciones con especialistas y hasta un psiquiatra cuando sea necesario. La iniciativa va acompañada también de una campaña con la que se instalaron avisos, que dicen por ejemplo “Un galán no acosa a las mujeres en la calle, hace de Timbío un territorio seguro para ellas”, en siete puntos considerados más críticos por las mujeres. La plaza de mercado, el terminal de transporte, el parque central y la cancha de fútbol, son algunos de ellos.

Aunque la población femenina aplaudió el decreto, algunos hombres la rechazaron y lo argumentaron diciendo que los piropos no son delito y que estos han estado presente en la historia, y hacen parte de la costumbre. En entrevista con El Espectador, Erika Rodríguez, abogada de la Casa de la Mujer,  y el filósofo Armando Silva, director del doctorado de Estudios Sociales de la U. Externado, analizan este documento y explican si los piropos son acoso callejero.

¿Qué opina del decreto expedido por la Alcaldía de Timbío?

ER: Una excelente medida, porque reconoce la naturalización y normalización de las violencias contra las mujeres y toma medidas pedagógicas para erradicarlas empezando por los y las servidores públicas, lo cual es un gran ejemplo.

AS: Prohibir el piropo suena insólito y hasta folclórico por la tradición de su uso, pero lo que se quiere poner de presente es su sentido discriminatorio y su carga intimidatoria contra la mujer;  eso no se prohíbe por decreto, pero sí se llama la atención de un fenómeno machista, ese de  lanzarle a la mujer en público una demostración quizá por su belleza o su estilo, pero en el fondo lo que desea el provocador es devorarla, comerla. Y acá hay un ataque simbólico y hasta físico.

Hay quienes dicen que los piropos están en el “ADN” de la sociedad y que es algo natural y parte de la costumbre. ¿Está de acuerdo?

ER: No. Los piropos son una expresión de la cultura patriarcal que asume que los cuerpos de las mujeres habitan el espacio para satisfacer la mirada y el deseo masculino, y que los varones tienen el derecho de expresar públicamente sus deseos

AS: No. Es como decir que la violencia es connatural al hombre por haber nacido en Colombia. Son conductas que se aprenden, provenientes de una  cultura de origen hispánico, el siglo de oro español con Quevedo fue muy rico en crear esos mensajes cortos e ingeniosos y picantes para cortejar a una mujer, en especial

¿Qué dice un piropo sobre la sociedad colombiana?

ER: Que continúa viendo a las mujeres como objetos y no como sujetos de derechos. Un hombre que dice piropos en la calle a las mujeres evidencia su inseguridad e incapacidad de establecer relaciones con las mujeres en igualdad, por ende evidencia que es un hombre que se considera inferior aparentando ser superior a las mujeres.

AS: Hoy puede ser una acción anacrónica, de hecho queda más bien como una cierta costumbre provinciana que subsiste aún en ciudades grandes. Si se dice: “Si cocinas como caminas me como hasta el pegado”, uno de los clásicos, es un deseo manifiesto de comer y de ver la mujer en la cocina y relacionarla como objeto para comer sexo, así que hay razón para sublevarse.

¿Estas medidas realmente disminuyen la violencia contra la mujer?

ER: Si bien la transformación cultural es la parte más difícil, este es un aporte, pues contribuye a ver a las mujeres como iguales.

AS: Son estrategias para poner en foco modos de ser que por tradicionales no son menos irrespetuososos. El espacio público es un lugar para conquistar derechos y uno es el derecho a la intimidad y al anonimato, y las mujeres tienen plena legitimidad para conquistar la opción de no ser perturbadas cuando caminan o se desplazan, como lo tienen los hombres.

¿Cree que las sanciones deben ser solo pedagógicas?

ER: Cuando la sanción es pedagógica contribuye a la transformación y al crecimiento de la sociedad en su conjunto. Cuando la sanción es únicamente punitiva, se queda en la lógica de la venganza privada ante una falta cometida. Así, deben combinarse los distintos tipos de sanciones para generar mayor eficacia.

AS: Al menos son intimidatorios. No dejan el libre desplazamiento sino que se exponen a la exhibición ciudadana en público.

Erika Rodríguez, abogada de la Casa de la Mujer. Foto: Santiago Mesa / Pacificista

¿Todos los piropos son acoso callejero y por qué?

ER: Sí. Esto es difícil de entender, pero, cuando se habla del espacio público, y de emisores y receptoras de mensajes, deben existir unos acuerdos sociales que propendan por el respeto del otro. Nadie sale a la calle esperando que personas extrañas le digan cosas sobre sus cuerpos, su ropa, su forma de caminar, de mirar etc. Si bien existen mujeres que no les incomodan que les digan cosas en la calle, o que distinguen una cosa “bonita” de una cosa “soez” y están cómodas con los piropos “bonitos”, esto no significa que todas las mujeres se sientan cómodas con los piropos, o no se sientan violentas. Un hombre debe saber que en la calle no podrá distinguir si una mujer recibirá bien o mal su piropo, por ende debe abstenerse de hacerlos. Debe respetar un acuerdo social sobre el espacio público, donde el código que prima es el respeto y la prevención al acercarse a alguien que no se conoce.

AS: Al menos son intimidatorios. No dejan el libre desplazamiento sino que se exponen a la exhibición ciudadana en público.

¿A la mujer bonita hay que admirarla, como dicen algunos hombres en Timbío?

ER: No hay mujeres bonitas o mujeres feas. La apreciación de la belleza es subjetiva, pero desafortunadamente pesan los estereotipos culturales. Las mujeres no somos objetos clasificables. Todos los dichos sexistas que persisten en nuestra cultura “no hay mujer fea sino mal arreglada”, “la suerte de la fea la bonita la desea”, “calladita se ve más bonita”, evidencian el atraso cultural y la discriminación histórica que pesa sobre las mujeres y que se reproduce culturalmente.

¿Por qué los piropos son más frecuentes hacia las mujeres y no hacia los hombres?

ER: Porque históricamente quienes han tenido el poder de objetivar los cuerpos de las mujeres han sido los varones. El cuerpo del varón no ha sido el objeto del deseo, basta con ver los anuncios comerciales, los programas de televisión etc. Lo que esto indica es que los hombres han tenido el privilegio y el poder de referirse a los cuerpos de las mujeres, de tomar decisiones sobre ellas. Los hombres culturalmente son asumidos como sujetos (con derechos), y las mujeres como objetos. Es una relación de poder. 

AS: Ahí está la clave de su sentido machista.

Armando Silva, filósofo y director del doctorado en estudios sociales, de la Universidad Externado. / Cortesía

¿Cuál es la diferencia entre el piropo callejero y el “cortejo” de alguien que quiere conquistar a la persona que le atrae?

ER: En el piropo no se establece una relación de igualdad, se establece una relación de poder en la que alguien se siente con la facultad de opinar sobre el cuerpo de la otra, se lo dice, y la otra recibe pasivamente el mensaje. Por el contrario, en el cortejo hay una relación de intercambio, dos personas se gustan e intercambian códigos y señales para hacérselo saber. Si alguien no me gusta, se lo haré saber.

AS: Diría que es la misma entre porno y eros, el piropo es vulgar por su sentido de ataque a una persona desprevenida; el cortejo es parte de la intimidad y de la seducción.

Otros países han penalizado el acoso callejero, ¿en Colombia eso sería viable?

ER: Es viable claro, pero no considero que sea efectivo. No todo se puede solucionar con la punibilidad. Una sociedad que no previene y solo castiga es una sociedad que está mal. Frente al acoso callejero se deben generar condiciones para el empoderamiento de las mujeres, y para que habitemos los espacios en libertad y autonomía. Y se deben masificar el mensaje de que las mujeres no somos objetos para el goce o disfrute de otros, con campañas comunicativas, educativas, donde hay por ejemplo, una enorme responsabilidad de los medios de comunicación y la publicidad. 

AS: Es un asunto de mayor modernización del país, en la que estamos en déficit. De entender que la calle y los sitios públicos todos y todas tienen el  derecho a la no perturbación.

Por Pilar Cuartas Rodríguez

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