Publicidad

Útica espera su reconstrucción

Aunque el presidente se comprometió a construir 300 casas, una escuela, un centro de salud y nuevas vías de acceso, el municipio dice que no les ha cumplido.

Susana Noguera Montoya
25 de septiembre de 2015 - 03:35 a. m.

Bajo las acacias que crecen alrededor de una antigua estación de ferrocarril estudian los niños y adolescentes de Útica (Cundinamarca). Prefieren aprender bajo los árboles, no porque quieran emular a Sócrates y Platón en la antigua Grecia, sino porque no soportan el calor que hace en los salones prefabricados que construyó la Gobernación luego de que la avalancha que afectó en 2011 el 95% del pueblo dañó su antiguo colegio.

Es difícil creer que la misma quebrada Negra, que hoy es apenas un hilo de agua, fue la que el 18 de abril de 2011 causó tal desastre, que llevó a los lugareños a referirse a Útica como un “mini Armero”. La avalancha dejó dos muertos, 123 casas destruidas y 1.050 damnificados. Y a pesar de los años que han transcurrido, hoy la carrera Sexta, a orillas de la quebrada, sigue pareciendo un pueblo fantasma, ya que el colegio departamental, el centro de salud y las 300 casas que el presidente de la República dijo que iba a construir siguen siendo una promesa.

El edificio donde funcionaba el colegio, alguna vez blanco, está lleno de maleza y escombros. Desde la avalancha quedó con problemas estructurales y las autoridades se percataron de un pequeño detalle: la construcción no era apropiada para las temperaturas de más de 30 grados centígrados habituales en el municipio. Así que la mandaron a demoler, pero se arrepintieron a mitad de camino y de ahí su aspecto actual. Por eso los jóvenes uticenses pasaron a estudiar en carpas, al lado de los rieles del ferrocarril.

Cuando el exgobernador Álvaro Cruz visitó el municipio y vio que los niños estudiaban en carpas, en las que se concentraban temperaturas de más de 45 grados, declaró la construcción de la escuela un asunto de interés prioritario y prometió edificarla antes de terminar su mandato. La meta no se cumplió.

Sólo alcanzó a dejar unas casas prefabricadas, para reemplazar las carpas. Sin embargo, la situación no mejoró mucho. Estas estructuras provisionales ya empezaron a ceder y se ven huecos en las paredes y en el suelo de madera. La rectora, Miriam Galvis, se puso en la tarea de medir la temperatura que alcanzan los salones al mediodía y, cuando vio que llegaba a los 40 grados centígrados, dio permiso para que los profesores dictaran clases afuera, bajo las acacias.

Promesas y líos

Por la misma carrera Sexta, a 20 pasos de la antigua escuela, está la casa de José Ramírez. Él, que ha vivido 40 años a diez metros de la quebrada Negra, recuerda bien la promesa que hizo el presidente Juan Manuel Santos cuando fue al municipio, un día después del desastre. “Cuando prometió 300 casas, le dije a mi mujer que construiría si mucho 30, pero jamás imaginé que no haría ninguna”.

La casa de Ramírez fue una de las más afectadas por recibir el impacto inicial de la avalancha. Como la Unidad de Gestión del Riesgo declaró su lote como zona de alto riesgo, la Alcaldía no le ayudó con materiales para reconstruir su casa. “Somos como las cucarachas”, dice Ramírez entre risas. “Por más que nos barran, encontramos la forma de volver. Como no tenemos otro lote y no contamos con la ayuda del Gobierno, que lleva cuatro años haciendo reuniones que ya ni entendemos, nos tocó reconstruir la casas por nuestra cuenta”.

La vivienda está en peligro, ya que se encuentra casi sobre los taludes que puso el Batallón de Ingenieros de Atención y Prevención de Desastres del Ejército para impedir otra emergencia. Según el personero de Útica, Fredy Olaya, el Batallón y la Procuraduría Provincial de Facatativá han sido los entes que se han apersonado del problema, luego de que el Gobierno Nacional incumpliera sus promesas.

Quizás una de las razones de los incumplimientos son los problemas que ha tenido el proyecto. Por ejemplo, cuando la Gobernación desembolsó el dinero para construir viviendas y la escuela, la Alcaldía no tenía un lote para adelantar las obras. La exigencia era que el terreno estuviera libre de riesgos de avalancha, pero casi todo el pueblo incumple esta condición, por su cercanía a la quebrada.

Luego, cuando al fin encontraron un lote apropiado, el lío fue que no sabían de quién era, pues quienes se presentaron como propietarios no tenían todos los documentos. La Gobernación recurrió a la expropiación, pero los dueños demandaron la medida. Y finalmente, cuando un juez se pronunció a favor de la Gobernación y se dio inicio a la remoción de tierras, se dieron cuenta de que una red de acueducto y otra de electricidad de alto voltaje pasaban en medio del lote.

A pesar de que el Acueducto finalmente aceptó mover su red, Codensa aseguró que le era imposible trasladar el cable de alta tensión. La única solución fue modificar los diseños del proyecto para respetar la norma que ordena que ninguna casa puede estar a menos de 30 metros de una red de alta tensión.

Una vez más todo parecía listo para iniciar la construcción, pero la Secretaría de Planeación de Útica encontró un nuevo inconveniente. El esquema de ordenamiento territorial requiere de unos ajustes para poder abarcar un proyecto tan grande como el que se tiene planeado. Cuando hagan los cambios, el municipio podrá otorgar las licencias de urbanismo y construcción.

El contrato para edificar las casas fue otorgado a Colsubsidio. La caja de compensación tiene hasta diciembre para terminar 19 viviendas para los damnificados por la avalancha. Iván Nocua, arquitecto y analista del proyecto, dice que, debido a las dificultades, las casas no estarán listas para la fecha acordada. Sin embargo, el proyecto tiene como plazo máximo junio del próximo año. “Las etapas más complicadas ya están superadas y esperamos que en menos de un mes expidan las licencias y podamos entregar las casas en mayo de 2016”.

Miriam Galvis, directora del colegio municipal, también espera que el próximo año los niños puedan estudiar en salones que no alcancen temperaturas de 40 grados centígrados. El Instituto de Infraestructura y Concesiones de Cundinamarca, entidad encargada de la obra, ya tiene definido el diseño. Falta definir las vías de acceso y los escenarios deportivos, que componen el diseño urbanístico.

Por ahora, Galvis y José Ramírez no han perdido la fe en que las obras se realizarán. Por eso a ambos les parece apropiado que el lote donde se construirán las casas y la nueva escuela se llame La Esperanza.

Por Susana Noguera Montoya

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar