El Magazín Cultural

“Follies”, el musical de la nostalgia

Un musical clásico sobre la nostalgia del teatro que dejó de ser.

Pedro Salazar
20 de julio de 2018 - 03:00 a. m.
Imagen de la obra “Follies”, del compositor Stephen Sondheim, que se proyectará en directo el 21 y 22 de julio a través de  las pantallas de Cine Colombia.   / Cortesía
Imagen de la obra “Follies”, del compositor Stephen Sondheim, que se proyectará en directo el 21 y 22 de julio a través de las pantallas de Cine Colombia. / Cortesía

Follies es una de las grandes obras maestras del compositor Stephen Sondheim, uno de los más prolíficos creadores de teatro musical en Broadway. Seguramente, en Colombia es más conocido por sus obras Sweeney Todd e Into the Woods, ambas llevadas recientemente al cine. Pero también se destacan otros musicales considerados clásicos del teatro musical como: Company, A Little Night Music, Sunday in the Park with George, Assassins, y también West Side Story, su primera colaboración con el libretista James Lapine y junto al compositor Leonard Bernstein.

La acción se desarrolla en el Teatro Weissman, casa de los famosos Weismann’s Follies, donde el señor Weismann, empresario y creador de los Follies, ha convocado a la primera y última reunión de su fabuloso elenco de mujeres bailarinas y cantantes, antes de que el teatro cierre definitivamente, para ser demolido y convertirse en un edificio de oficinas. La acción transcurre en 1971. Han pasado casi 30 años desde la última vez que las Follies actuaron sobre el teatro Weismann. Esos años dorados en donde tuvo mejores días, pues con el abandono estuvo a punto de convertirse en una sala de cine rojo. La vida ha cambiado para todas y esta noche se encontrarán de nuevo. Esto se logra gracias a que en Follies se entrelazan dos tiempos: el presente de estas divas y el pasado brillante de las luces, de los seguidores, de las marquesinas y los aplausos.

En cuanto al estilo musical, el de Sondheim explora la disonancia. Pero su música no se podría definir como atonal. Por el contrario, es profundamente romántica y explora las emociones de los personajes, desde la interioridad de cada uno. Por eso, en Follies, Sondheim nos hace viajar al pasado para revivir un género particular de revista cabaret: el deslumbrante music hall, que tomó forma en los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX, más específicamente, entre las dos guerras mundiales.

Follies se estrenó en Broawady en 1971, dirigida por el legendario director de Broadway Harold Prince (El fantasma de la Ópera, Cabaret, Evita, West Side Story, entre otras). Prince es uno de los principales colaboradores de Sondheim, a lo largo de su carrera. La obra cuenta con la coreografía del célebre Michael Bennett (A Chorus Line, Dreamgirls, Company). Este musical fue nominado a 11 premios Tony, de los cuales ganó 7. En ese momento Follies fue la producción con la inversión más alta de la historia de Broadway y, a pesar de haberse presentado más de 500 veces, la inversión inicial se perdió. Pero, con el tiempo, Follies se ha convertido en uno de los musicales clásicos más aclamados y estudiados del repertorio Broadway. Se hizo un montaje en el West End, de Londres, en 1987, y nuevamente se volvió a presentar varias veces en Nueva York.

Por estas razones el Teatro Nacional de Londres (National Theatre of London) propone esta nueva producción dirigida por Dominic Cooke, quien regresa a la temporada de 2018, después de un despampanante éxito, luego de haber recibido el Premio Olivier a la mejor readaptación musical, lo que nos permite tener el privilegio de verlo en directo por las pantallas de Cine Colombia. En la producción aparecen 37 actores bailarines, junto a una orquesta de 21 músicos. El reparto es grande, pues cada personaje está representado en su juventud y en su edad madura. Esta es la primera vez que Follies se monta en el National Theatre.

Como anécdota, es bueno recordar que, para escribir este musical, Sondheim se inspiró en los Ziegfeld Follies, una institución en el mundo del espectáculo noctámbulo, en Nueva York y que desapareció al volverse obsoleto. Se podría decir que la obra explora la neurosis de los artistas, en donde la juventud se manifiesta como fantasma, como memoria que transita el espacio del escenario y que pronto dejará de existir. Personajes cuya vocación se va diluyendo con el tiempo; con la necesidad de asumir la vida real, pero alimentándose de un pasado luminoso que vive en la nostalgia: en esa memoria efímera que, como el teatro mismo, desaparece cuando se apagan las luces y cae el telón.

 

 

Por Pedro Salazar

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