El Magazín Cultural

Gustavo Gómez: "La radio es inmediata, la televisión es ingrata y la prensa es soberana"

Presentamos a Gustavo Gómez Córdoba, el director de La luciérnaga, en nuestra serie Historia de vida, realizada por Isabel López Giraldo. Gómez habla del periodismo, de la vida, del amor, la político y lo humano.

Isabel López Giraldo
05 de marzo de 2019 - 12:00 a. m.
Gustavo Gómez Córdoba, director de La luciérnaga, y quien lleva más de 25 años inmerso en el mundo del periodismo.  / Cortesía
Gustavo Gómez Córdoba, director de La luciérnaga, y quien lleva más de 25 años inmerso en el mundo del periodismo. / Cortesía

 

¿Usted quién es, Gustavo?

Soy un fulano de clase media y medio pasado de peso, que vive en una casa vieja con un piso de mentiras que simula ser madera. Estoy casado con una mujer preciosa, que perdió el hoyuelo de uno de sus cachetes en alguna parte y que, además de hacer música, hizo dos hijos: Gus y Pacho, el uno de diez, el otro de ocho, pero ambos, de los dos.

– ¿Su esposa es música para sus oídos?

Y mi única partitura.

– ¿Quién es su polo a tierra?

La Fiera.

– ¿Qué tan fiera es? La visualizo como la más dulce y cálida mujer…

Es una mezcla perfecta entre Lennon y McCartney, Kirk y Spock… es como la pega epóxica de mi vida. Y tiene unos ojos preciosos. Como el tiburón, los cierra antes de meterme el mordisco.

Si está interesado en leer otro capítulo de la serie Historias de vida, ingrese acá: “Mi éxito será mi venganza”: Martha Senn

– ¿Cómo define la vida en familia?

¿Y es que acaso hay vida fuera de la familia?

– ¿En qué entorno crece, cómo es su familia?

En Antioquia, en mí Medellín, al que por el paso de los años solo le soy infiel con la garganta, porque se me embolató el acento. Mi papá es un magistrado retirado por edad cumplida, de tiempos en que las cortes rebosaban de juristas y no de mercaderes. Cuando los escoltas eran escasos y la gente los pedía, porque había peligro, y nunca para exhibir estatus o tener a alguien para mandar a comprar el pan. Mi mamá, abogada también, rechazó el ejercicio para dedicarse a abogar por sus hijos desde el hogar. Mi hermana, médica. Brillante. Menuda. Gigante. Abuelos guapos, que brotaron de los pueblos antioqueños con una sola ambición: educar a sus hijos. Un tío inolvidable y dos primos que parecen sobrinos.

– ¿Quiénes lo inspiran, quiénes lo influyen, quiénes están más cerca a sus afectos?

La voz de mi mujer es mi conciencia. Ella manda en casa, pero, sobre todo, y bajo toda la carne, en mi corazón. Mis papás, los sabios que me cuidan. Escucho a Lennon, y oigo desde el papel de los libros a mucha gente.

Si esta interesado en leer otro capítulo de esta serie, ingrese acá: Julia Salvi: "Se perdieron cosas como el amor y el compromiso por la sociedad"

– ¿Cómo ha sido su escuela en el periodismo?

Los oficios se aprenden tomando los caminos equivocados. He cometido muchos errores en la vida, pero de todas mis metidas de pata algo positivo ha quedado. Excepto en el plano real y no figurado: tengo seis operaciones de tobillo, lo que me hace un PhD en materia “meter la pata”.

– ¿Quiénes son sus maestros?

Una cantidad de amables personas que, en algún momento de la vida, me han decepcionado. Por eso, hace años decidí bajar del pedestal a todos los maestros, guías, caudillos y mesías, y escuchar más a la gente que me quiere.

– ¿Y sus mayores referentes?

Me gustan mucho los chorizos. ¿Valen como referente?

– ¡Claro que valen! ¿Cuándo y de qué manera descubre su gusto por el periodismo?

Los compañeros del bachillerato me convencieron de estudiar Derecho, cuando fugazmente pensaba en ser sacerdote y, con un poco más de cabeza, en entrar a la Policía. En realidad lo que quería era ser astronauta, pero no como sueño de niño sino como plan serio. Descubrí con tristeza que era más barato comprarse un código que un cohete.

– ¿Y por qué no ejerce en Derecho?

En el Derecho estuve atrapado, hasta que me liberó un cancionero que hice sobre los Beatles y, gracias a la generosidad de Deissy Cañón, apoyada más tarde por los buenos oficios de garavitos, bonillas y camachos, me mudé a vivir a la revista Cromos. Nunca volví al Derecho, ni me gradué, y me torcí, emocionado, a los terrenos del periodismo. Eso fue hace 25 años.

– El Derecho nos obliga a todos. ¿Considera que debería ser estudiado para ejercerlo en el cotidiano?

La gente desconfía de los abogados, y eso es respetable. Pero no podemos desconocer o perder la fe en la ley. Sobre todo viviendo en una república.

– ¿Puede el periodismo ser considerado como arte?

Hay artistas del oficio, sobre todo en el periodismo escrito, pero decir que el periodismo es arte no pasa de ser un piropo inflado. El periodismo es oficio. Ni arte, ni ciencia.

– ¿Qué responsabilidades acompañan el hecho de mover a la opinión pública?

Soy periodista, pero también columnista. Soy bisexual del oficio, así que puedo informar y opinar. Y eso solo se hace bien si hay libertad. Por eso, siendo un tipo de centro, nunca he podido ser socialista. Admiro la devoción de la izquierda por las necesidades de la gente, sobre todo en materia de salud, educación y servicios. Pero son pésimos administradores y, cuando llegan al poder, crean estados asistencialistas que adormilan las ideas, la libertad de expresión y el libre mercado. Llegan molestos con el tirano de derecha solo para convertirse en tiranos de la izquierda…  ¿Ve? ¡Ya me puse a opinar!

– ¿Cómo hace para mantenerse en el centro sin moverse hacia la derecha?

¡Pero es que sí me muevo! Hacia los dos lados. De la derecha, por ejemplo, admiro su devoción por las instituciones, la obsesión por las reglas y la lealtad que exhiben con la tradición. Pero estoy de acuerdo con el aborto, con el matrimonio entre personas del mismo sexo y con la adopción de parejas homosexuales. No tengo corriente ni partido. Pero de todas algo me gusta o algo me molesta.

– ¿Es creyente?

Admiro a la gente de fe. Detesto a quienes durante siglos han manipulado a esas personas, aprovechándose de esa virtud.

– ¿Cree en los políticos?

Tanto como creo que Regina 11 levita y conoce el futuro.

– Ya entrados en gastos, ¿qué opina de la derrota de Petro?

Fue un excelente senador. De los mejores. Cuando hice las entrevistas de la revista Semana fue el único personaje que entrevisté dos veces. Lamentablemente demostró en su paso por la alcaldía que no es un buen administrador, que se sirve a sí mismo y a su vanidad y, cosa grave, que la ley solo le sirve si le ajusta al cuerpo. Triste futuro el de una república que elija como presidente a alguien al que la ley le parece un estorbo.

– Uno de sus escuderos, Hollman Morris, con quien usted ha tenido roces en Twitter, entró al concejo. ¿Qué piensa?

Me alegra que Morris haya encontrado su verdadera vocación. Tiene todos los requisitos para triunfar en la política.

– Déjeme llevarlo de nuevo al principio de su relación con la radio, el medio en el que hoy lo identificamos todos. ¿Por qué la radio y cómo llega a ella?

Lo mío siempre ha sido el papel, pero disfruté muchos años trabajando en la emisora de la Universidad Javeriana. Estando allí, arrancó Radionet, de Yamid Amat, y con la ayuda de un generoso compañero de la emisora, Joaquín Cabra, armé unas notas para mostrar en la nueva cadena. Me consiguió cita Carlos Chica, un periodista que me había hecho una nota en televisión para un noticiero. Me recibió César Augusto Londoño, que en ese entonces usaba corbata pero se veía igual de joven que hoy. No había mucho cupo, pero me contrató para hacer unos programas informativos de música en la madrugada. Compré un black out para dormir de día y arranqué en la radio de grandes ligas. Y ahí sigo, hasta que me boten o me gane el Baloto.

– ¿En qué medio se siente más cómodo?

La radio es inmediata, la televisión es ingrata y la prensa es soberana. El que sabe escribir, se defiende en cualquier escenario. Las letras son los dólares del periodismo: funcionan en todas partes.

– ¿Qué criterio aplica al momento de enfrentarse a situaciones o personajes con los que no se identifica y muy por el contrario pudieran molestarle?

Hay montones de personajes cuya ideología no es la mía y siempre han tenido mi respeto y buen trato al aire. Uno no hace periodismo solo de lo que a uno le gusta. Le pongo un ejemplo: jamás he ido a toros. Me mortifica el dolor del animal y sufro también por la vida del torero. Pero respeto a sus seguidores. Sobre todo, porque soy republicano, y la república es el imperio de la ley. Los toros existen en virtud de una ley y es en el escenario del Congreso donde deben desvanecerse.

– ¿Y qué opina de la lucha callejera y pública de los enemigos del toreo?

Son valientes y los respeto también. Los mueve su corazón, son gente noble. A los bien intencionados animalistas les sugiero no perder el tiempo dejándose manipular por políticos o peleando con mil gatos en la fila de la plaza. Dediquen energía, como en Estados Unidos, a exigirles acciones concretas a los congresistas que eligieron. Usen su poder para cambiar las cosas en el marco de la legalidad. Hagan que los congresistas por los que votaron trabajen para las necesidades del electorado. La verdadera corrida, sin sangre y sin muerte, es en el Congreso de la República.

– ¿Qué le produce estar tan expuesto?

Ganas de tomar tinto.

– ¿Cómo responde a quien le agrede, no sólo a través de las redes sociales?

Antes me desgastaba peleando. Ya no. Ignoro. Las redes sociales son un interesante canal de expresión, pero también tienen aires de cloaca. Y detesto untarme de mierda.

– Cada uno de sus movimientos es observado. ¿Los tiene calculados o fluye tranquilamente?

Todo lo tengo fríamente calculado. ¡Mentiras!

– Bueno, entonces ¿qué mentiras se permite? ¿Sólo piadosas?

No hablemos de mentiras, porque me tocaría decirle mentiras.

– ¿Es usted un crítico de la sociedad, del ser humano, de sus comportamientos? 

Más bien soy un ser humano con comportamientos críticos. Críticos en el sentido de crisis y no de crítica. Soy una bola de defectos que pesa 95 kilos.

– ¿Vale lo que pesa? ¿Qué pesa más a la hora de hacer su propio diagnóstico?

Peso mucho, pero ando livianito por la vida por un detalle: trabajo para la gente, vivo del sueldo y no hay platas por debajo de la mesa, ni compromisos con nadie. Por eso a veces me permito el lujo de mirar al ombligo de mi oficio y cuestiono a colegas de los que tengo la plena certeza que han errado el camino. No soy una especie de conciencia del periodismo, pero me molestan los periodistas torcidos y corruptos. Si se iban a dedicar a los negocios, ¿para qué se hicieron periodistas?

– ¿Tiene amigos periodistas?

Sí, pero muy pocos.

– ¿Y otros amigos, de otras profesiones?

También, pero todavía más pocos.

– Pero no parece muy ermitaño…

Soy un tipo extrovertido que, en realidad, vive dentro de sí mismo. Spielberg decía que se identificaba con las letras de “Nowhere man”, de los Beatles. La letra de mi vida, lo que realmente soy, está en una poco conocida canción de ellos que se llama “There’s a place”. El que me quiera conocer, que la escuche con atención.

– Como las crisis son oportunidades, podría inferir que usted tiene y ha tenido muchas en la vida. ¿Cómo las aprovecha?

Eso de que las crisis son oportunidades tiene un origen fatal: la frase se la vendió a Kennedy uno de sus asesores, que a su vez la tomó de una mala traducción del mandarín. Frase chimba que solo ha servido para enriquecer a la gente de la asesoría política, el marketing y el coaching.

– ¿Cómo maneja la crítica?

La soporto, de la misma manera en que la ejerzo. Este es un país libre. Todavía somos más santanderistas que bolivarianos, al menos en el nuevo y deprimente sentido del término. Porque el chavismo, antes de acabar con Venezuela, ya había destruido a Bolívar.  Es mejor dar que recibir, pero hay que aprender a pasar la vida siendo mezcla de púgil y sparring.

– ¿Cuáles son sus gustos y aficiones? Entiendo que los Beatles, y queda claro con el ejemplo musical de hace unos minutos…

En cuanto a los Beatles, tenemos una relación mal correspondida: creo que los Beatles me aman más a mí que yo a ellos. Siempre me entretienen, me acompañan, me calman, me emocionan. Nunca me han fallado. Les soy infiel con los mundos de Star Trek, una familia de series con principios que son para mí más que simple entretenimiento. Creo ser el único colombiano que ha visto completa la Dimensión Desconocida, me gustan los single malts escoceses, me apasiona el espacio como magnífico escenario de la naturaleza y como plataforma de exploración, soy un fotógrafo frustrado, me enamoran los aviones y los submarinos, no tengo idea de fútbol, amo la compañía de los libros, me gustan Bond y Batman, los spitfires y los corsarios con alas de gaviota invertida… ¡qué más quiere que le diga!

– Me gustaría que me dijera si se ve reflejado en sus hijos…

No aspiro a trascender en mis hijos. No quiero que tengan ningún compromiso conmigo. Que sean lo que quieran ser, que se realicen. No soy el patrón de ellos: soy el socio de su felicidad. No quiero que mis hijos sean una Xerox mía.

– ¿Cuáles son sus más caros recuerdos?

El cariño de mis papas en casa durante la infancia. Los que creen que tienen los mejores padres del mundo están equivocados: ese honor me corresponde a mí.

– ¿Qué lo hace soñar?

Sueño poco: apenas duermo cinco horas.

– ¿Contento en La Luciérnaga?

Mucho. Tremendo equipo; gran programa. No he cumplido ni el año y tenemos un muy buen registro de audiencia frente a la competencia. Este es un programa de culto. Tengo el honor de suceder a Peláez, a quien admiro y extraño como oyente fiel que fui del programa.

– ¿Hará carrera ahí?

Estoy muy a gusto, pero seguramente después de mí vendrán otros directores. Y contarán con todo mi aprecio y cariño, como lo tengo por Peláez, cuyo afiche todavía conservo en la oficina del programa. El pasado maravilloso de La Luciérnaga nos fortalece en el presente y lo hará en el futuro.

– Hablando de futuro, ¿qué ambición tiene?

Ninguna. Hace muchos años descubrí que cuando uno se pone una meta, tiende a aplastar a los demás, a pisotear principios para lograrla; la naturaleza humana es competitiva y animal. Tengo por meta no tener metas. No sueño con puestos. No voy para ninguna parte. No ambiciono títulos. Para decírselo de una manera extrañamente positiva: no y no.

www.isalopezgiraldo.com 

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Por Isabel López Giraldo

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