El Magazín Cultural

La trascendencia de lo irreemplazable

“¿Esto tiene arreglo? Cómo y por qué reparamos las cosas” es la nueva exposición temporal que está desde el 25 de mayo hasta el 16 de septiembre de 2018 en el Museo del Oro del Banco de la República.

Jorge Andrés Osorio Guillott
29 de mayo de 2018 - 02:00 a. m.
La muestra en el Museo del Oro es un cuestionamiento a nuestro culto por desechar lo que aún es útil, por la tecnología y la modernidad. / Ana María González
La muestra en el Museo del Oro es un cuestionamiento a nuestro culto por desechar lo que aún es útil, por la tecnología y la modernidad. / Ana María González

¿Por qué no botamos aquellos objetos que están dañados? ¿Una fisura es en realidad una señal para desechar? ¿Qué tanto resiste el objeto a un daño y qué tanto resisto yo al no abandonarlo? Miles de preguntas suscita esta nueva exposición que nos traslada desde la época prehispánica hasta la actualidad. Una diversidad de objetos y un contraste con la cultura actual convergen en un mismo espacio para reflexionar sobre la importancia de reconstruir un objeto por su valor individual en el plano sentimental o por su valor colectivo en el plano cultural, histórico o social.

Las técnicas y saberes de reparación y restauración de objetos pueden llegar a ser milenarios. La tecnología empleada para el proceso de reparación no es solamente un arte por la delicadeza a la hora de mantener intacto el objeto, sino también por el carácter estético con el cual se deben utilizar determinadas herramientas para pasar desapercibido el arreglo ante los ojos del espectador.

Dos técnicas o saberes se evidencian en los objetos expuestos en el Museo del Oro: técnica de amarre y de adición de material. Ambos métodos fueron efectivos para la reconstrucción de objetos orfebres y de objetos a base de madera. Por ejemplo, la técnica de amarre solía utilizarse para la reparación de narigueras, cuencos o pectorales, mientras que el proceso de restauración por medio de la adición de material se llevaba a cabo en material cerámico presente en urnas funerarias o en objetos orfebres como orejeras. Muchos de los elementos presentados datan del período Tardío del Cauca Medio (700 -1600 d.C), del período Muisca de la cordillera Oriental (600-1600 d.C) y del período Tardío del Magdalena Medio (900-1600 d.C).

“Una reparación siempre da valor. Nunca deteriora el objeto. Es raro porque nuestra primera idea es que lo reparado alguna vez estuvo dañado, por lo tanto perdió su valor y prefiero algo nuevo. Entonces, la reflexión que hacemos en la exposición es que lo reparado alguien lo valoró tanto que decidió mantenerlo con vida en vez de reemplazarlo o desecharlo”, afirma Héctor García, curador de la exposición.

Al sol de hoy, los objetos se construyen para considerarse obsoletos en poco tiempo. El interés malsano de la opulencia y la finalidad del capitalismo por consumir desenfrenadamente la última novedad en moda o tecnología provocan un imaginario que repudia lo antiguo como algo solemne y considera obsoleto cualquier elemento que no está en las vitrinas de los grandes comercios. Ya las huellas del valor histórico o sentimental de los objetos, como las grietas o los pequeños rotos, se hacen innecesarias, pues el valor cultural de un objeto se ha visto trastocado por un discurso que mide el éxito o la victoria en términos de acumulación y riqueza y no en términos de revalorar el legado de algo que simboliza la resistencia de las memorias de pueblos indígenas o de objetos que fueron tan cotidianos como una prenda de vestir o un reloj de pared de la época de la colonización.

García dice: “Hay una reflexión al final sobre el sentido de la reparación. Hay muchas razones: técnicas, sentimentales, culturales, políticas, emocionales, patrimoniales. Pero al final, la razón de fondo, o por lo menos la que la exposición propone que sea de fondo, es que son objetos que se convierten en irreemplazables. Ninguna otra cosa puede ocupar su lugar. Cuando el vínculo se rompe, yo quiero restaurar ese vínculo, quiero el vínculo de ese objeto con esa persona que soy yo”.

Contrario a lo que se piensa, la reparación de un objeto aumenta el valor del mismo, pues ya no sólo es el arte mismo con que fue creado sino el arte con que fue reparado. Las manos del ingenio creador y las manos del ingenio del resguardo de la historia acumulan y reafirman la trascendencia de un elemento que data de una cultura, de una visión de mundo, de una historia que se trazaba sus propios caminos y dictaba sus propias glorias y derrotas. Detrás de esa revalorización del objeto está su carácter único e irreemplazable. Detrás de la cultura del cuidado hay una acción contestataria al tiempo que avanza indiferente a los daños a los que estamos destinados los humanos y nuestras creaciones. En esa resistencia al devenir y al deterioro como destino trágico está la trascendencia de reparar una y otra vez el mismo objeto, pues por más construcciones similares, por más huellas de uso y tiempo que tenga el objeto, cada cosa habla de lo que fue el sujeto poseedor y de lo que fue el tiempo en que ambos existieron. Es en ese despertar de conciencia donde los objetos rompen la barrera de la cotidianidad y de lo ordinario para pasar a ser elementos inmortalizados por el valor individual o colectivo que busca inmortalizar en ese objeto o figura la resistencia a lo perecedero y el anhelo a la inmunidad del tiempo.

Por Jorge Andrés Osorio Guillott

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