Belén de Bajirá, en la frontera del federalismo

El viaje del sociólogo y escritor hacia la zona de litigio entre Chocó y Antioquia terminó en medio del lanzamiento en tierra bananera de la candidatura de Iván Duque a la Presidencia de la República. ¿Coincidencia?

Alfredo Molano Bravo / Especial para El Espectador.
22 de julio de 2017 - 09:00 p. m.
Aparte de la presión preelectoral, la población fue amenazada con grafitis por grupos armados ilegales. / Archivo particular
Aparte de la presión preelectoral, la población fue amenazada con grafitis por grupos armados ilegales. / Archivo particular

En la sala de espera del aeropuerto Olaya Herrera me topé con Iván Duque, a quien no conocía. Nos saludamos formalmente. Me preguntó: ¿Y para dónde va ahora? Para Chigorodó, le respondí. Yo también, me dijo. ¿Cómo ve lo de Bajirá?, le pregunté. Pues, creo –dijo– que el tema es de inversión: las grandes compañías prefieren Chocó porque las reglas son más flexibles y a los empresarios les sirve más la informalidad. No fue más. Llamaron a abordar, nos despedimos y a volar al norte, al Urabá, la joya de la corona de Antioquia.

1. Terminada la colonización del sur hacia los años 20 del siglo pasado, los paisas miraron al norte y comenzaron a construir la que se llamó Carretera al Mar. A diferencia de la colonización del sur, campesina y cafetera, la del norte fue impulsada por terratenientes. La vía se comenzó a construir a mediados de los 20 –cuando entró al país la plata de la indemnización por el robo de Panamá– y se terminó en los años 50. A medida que la obra avanzaba, entraban colonos llevados por los ganaderos para abrir selva: o sea, potreros para ganado. No era una tierra de nadie: había indígenas –emberás y cunas– y negros. También rastros de una pasada bonanza del caucho, la quina y la tagua, explotados por empresarios cartageneros. Las ganaderías prosperaron y con las que había en el Magdalena Medio y en el Bajo Cauca, convirtieron a Medellín en la más importante gran feria de ganado del país.

Sobre los años 60, la Zona Bananera de Santa Marta, que nunca se repuso de la matanza de 1928, entró en barrena: huracanes, sindicatos y las sangres derramadas. La United Fruit Company, la Frutera, se trasladó a Urabá, pero no a cultivar banano sino a financiar su siembra y a comprarlo. Los ganaderos y otros ricos –industriales, negociantes, cafeteros– se volvieron bananeros. Acabaron de tumbar lo que quedaba de selva e inundaron la región de banano (musa paradisíaca). Surgió así el tan mentado Eje Bananero: Chigorodó-Carepa-Apartadó. Miles de hectáreas de banano sembradas en tierras ubérrimas, con riego y con el puerto de Turbo a la mano. Y peleas. Primero entre sindicatos y los dueños de fincas, luego entre sindicatos, más tarde entre guerrillas y guerrillas y, por fin, entre paramilitares y guerrillas. Las masacres en los años 90 dejaron una profunda herida:

“La primera de (las) cuatro masacres de 1995 fue la del Aracatazo, en Chigorodó. Los paramilitares del Bloque Bananero asesinaron a 19 personas. Después, guerrilleros de las Farc perpetraron la masacre de Los Kunas, en la que asesinaron 16 personas en Carepa, el 29 de agosto. El 14 de septiembre, las Accu asesinaron a siete personas en Turbo. Y el 20 de septiembre, las Farc respondieron con la masacre de Bajo del Oso, en Apartadó, asesinando a 24 personas”. (1)

Llegué al hotel Las Guaduas, en Chigorodó. Almorzaba desprevenidamente pensando por dónde iba a empezar el trabajo, cuando comenzaron a entrar un puñado personajes, seguidos por gente del pueblo. Se trataba del acto de lanzamiento en la tierra bananera de la candidatura de Iván Duque a la Presidencia de la República. Muy oportuno espectáculo, pensé. Y entraron los oferentes. Entre vivas y vivas, habló Jorge Iván Restrepo y dijo en tono vehemente –vibrato incluido–: “Ni un centímetro de tierra antioqueña al Chocó. No estamos dispuestos a perder el sudor que hemos metido desinteresadamente en civilizar estas tierras”. Las barras gritaban desaforadas: ¡Antioquia Federal!

Después habló el senador José Obdulio Gaviria. Comenzó diciendo: “Invito al doctor Molano a que me oiga con atención, pero se quede callado respecto a lo dicho; es invitado, no hay ningún malestar ni actitud hostil. Nosotros somos un partido muy democrático, cosa que no me ocurre a mí en el ambiente de sus amigos, donde incluso yo primero ofrezco que me abucheen para poder hablar”. Me tomó por sorpresa tan contradictoria solicitud, pero sobre todo me dejó pensando a qué amigos míos se refería el senador y qué peligro representaba tal referencia en Chigorodó. El acto se desarrollaba mientras en las calles se recogían el millón de firmas pidiendo que no se hiciera trizas Antioquia.

2. Pese al peligroso señalamiento que hizo el doctor Gaviria, decidí seguir camino. Bajirá está hoy, por la vía nueva, a un par de horas de Chigorodó. La mitad de la carretera está pavimentada, atraviesa bananeras, arroceras, bosques comerciales de teca y ganadería de ceba. La otra mitad, destapada, pasa por potreros medio enrastrojados y haciendas ganaderas. Al atravesar el río Leoncito, el conductor me señaló: “Hasta aquí llega Antioquia, de aquí para abajo es Chocó”. Los habitantes de Bajirá repiten con detalle los límites de la intendencia del Chocó trazados por la Ley 13 de 1947, firmada por el presidente de la república Mariano Ospina Pérez, ínclito conservador antioqueño. En el 2000, la Asamblea Departamental de Chocó creó el municipio de Belén de Bajirá, pero en el 2007 el Consejo de Estado rechazó la disposición aduciendo, entre otras razones, que Antioquia prestaba los servicios públicos desde hacía más de 30 años. La tesis es muy parecida a la que alegan implícitamente los ganaderos y bananeros: quien trabaja la tierra y la ocupa, funda el derecho de propiedad. O, para decirlo en otras palabras, como me dijo un comerciante en Bajirá: “A los ricos les interesan estas tierras para hacer ganaderías. Los negros de Chocó no trabajan, viven acostados en un chinchorro comiendo pescado y tomando biche mientras sus mujeres briegan con 10 muchachitos”.

3. Bajirá es un pueblo pequeño de calles largas, atestado de misceláneas de baratijas chinas atendidas por paisas; hay bares con música vallenata y ranchera, una iglesia católica grande y varios templos protestantes. Caminé sin rumbo ni agenda. Me senté en un puesto de arepas de maíz muy delgadas llamadas por las paisas telas. Un hombre negro, maduro y afable, me respondió cuando le pregunté por el problema de límites: “Es que a los antioqueños les gusta avanzar”. Fue cultivador de plátano de explotación en una parcela de cinco hectáreas que carecía de título de propiedad y le vendía la cosecha a la compañía Unibán. “Yo comencé a cultivar plátano verde con su ayuda: me daban asistencia técnica, me fiaban abonos y venenos y me compraban después la fruta al precio que les servía. Me acorralaron las deudas y terminé vendiendo el derecho a la tierra”. El sistema es conocido: asociar campesinos y endeudarlos hasta poder comprarles la parcela. En el medio Atrato hay muchas tierras cultivadas con plátano verde que se exporta y sale por el muelle de las comercializadoras que, para rematar la estrategia, monopolizan ese tránsito. Gran parte de los cosecheros son chilapos que llegaron a Chocó a mediados de los años 70, cuando se acabó la reforma agraria y los campesinos migraron en busca de tierras.

La región era poblada por emberás que fueron desplazados por los negros –cimarrones y libertos–, que a su vez fueron desplazados por colonos cordobeses –los famosos chilapos–, que así mismo fueron desplazados por ganaderos –antioqueños–, que también lo fueron por los bananeros –ibídem–. Historia económica elemental.

Hay un cierto silencio en las calles. Unos días antes, el gobernador de Antioquia, el señor Luis Pérez, había amenazado con cortar la energía eléctrica, el agua y cerrar escuelas y puestos de salud. En el Hogar Comunitario hay un gran letrero: Antioquia Federal. En varias partes hay también pintas de las Autodefensas Gaitanistas del Chocó (AGC), que dominan desde Turbo hasta Mutatá, la misma zona en que actuaba el bloque Élmer Cárdenas de las Accu que arrasó con el Urabá chocoano desde la llamada Carretera Panamericana al norte, pasando por Belén de Bajirá, El Cuarenta, Barranquillita, Babilla, Carmen del Darién, Murindó, Vigía del Fuerte, Bojayá, La Balsa y Riosucio. Según la Diócesis de Quibdó, “en las cuencas del Atrato hubo por lo menos 600 civiles muertos y unos 20.000 desplazados por los paramilitares”. Ante la Ley de Justicia y Paz, Freddy Rendón Herrera, el Alemán, comandante del Élmer Cárdenas, debió responder por 914 desplazamientos forzados, 12 casos de reclutamiento de menores, 56 casos de desapariciones y 44 homicidios. Con el Ejército Nacional llevó a cabo la Operación Génesis, ejecutada por los batallones Fuerzas Especiales Número Uno y de Contraguerrillas 35, en estrecha colaboración con los frentes Chocó y Árlex Hurtado de las Accu (2).

4. El territorio fue también campo de acción de uno de los proyectos de despojo de tierras más cínicos del paramilitarismo, alcahueteado por el gobierno de Uribe Vélez. Dirigidas por Sor Teresa Gómez Aristizábal –parienta política de Carlos Castaño y nacida también en Amalfi–, las Accu crearon en Mutatá la Asociación de Productores Agrícolas de Belén de Bajirá (Asoprobeba), que terminó despojando a los consejos comunitarios de Curvaradó y Jiguamiandó de sus tierras para cultivar palma africana. Asoprobeba, registrada ante la Cámara de Comercio de Urabá y respaldada por Unibán y el Incora, fue la fachada social de Urapalma, empresa manejada por Vicente Castaño, que además de palma impulsó los cultivos de plátano verde de exportación en Belén de Bajirá.

Las comunidades negras han perdido gran parte de sus territorios ancestrales por cesión o por arrendamiento a empresas agropecuarias y madereras. Más adelante un mestizo complementó la historia: “Después de la arremetida de la violencia, la tierra se concentró en grandes haciendas, como en Nuevo Oriente, donde hay una hacienda muy grande de ganadería extensiva, la de los Correa; otras saliendo del pueblo como El Amparo, de Jaime Uribe, pariente de AUV (Álvaro Uribe Vélez). Los mestizos o chilapos tenemos sólo parcelas, 20 o 30 hectáreas de tierra con 10 reses, una cochera. Algunos que sólo somos plataneros exportamos unas 100 cajas de plátano semanales”.

5. El gobernador de Antioquia, el alcalde de Medellín y el uribismo han revivido belicosamente el federalismo conservador de Mariano Ospina Rodríguez (1805-1885) para acusar a Santos de chiviar el mapa de Colombia en favor de Chocó, con lo que convirtieron el reclamo en bandera electoral. En la XX Feria Agroindustrial de Chigorodó se oyó decir que el Gobierno Nacional pretende hacer un corredor de narcotráfico guerrillero desde la frontera con la Venezuela chavista hasta el Urabá libre, para destruir Antioquia. Fantasía que cosecha votos.

En el fondo, ¿qué hay detrás de la rapiña electoral a la que Chocó tampoco es ajeno? ¿Los impuestos municipales o departamentales de un territorio de 12.000 habitantes, que son pocos y pobres? ¿El corazón paisa y la dignidad antioqueña? Quizás un poco de todo, pero más cerca está el senador Iván Duque: es la posibilidad de manejar las normas municipales a favor de las empresas. Por ejemplo, aunque no lo dijera, de la AngloGold Ashanti, que ha sido beneficiada con el contrato de concesión GLL-15T para explorar la existencia de oro, cobre y coltán en el cerro del Cuchillo.

Según la Ley 1454 del 2011, los municipios tienen la potestad de dictar normas de ordenamiento territorial local y, según la Ley 388 de 1997, de definir las estrategias territoriales de uso, ocupación y manejo del suelo. Hasta aquí, empate: quien gane el muñequeo se gana el cerro del Cuchillo. Pero, además, Antioquia es el único departamento que tiene el derecho de otorgar concesiones territoriales, que es una facultad que el Estado le reconoce por su tradición minera. O sea, puro federalismo, tesis tan cercana a la tan odiada por Uribe de República Independiente.

[1] http://www.verdadabierta.com/desde-regiones/5996-veinte-anos-de-una-guerra-sin-limites-en-uraba

[2] Hoy Freddy Rendón –nacido en Amalfi, Antioquia, como Carlos y Vicente Castaño– está en libertad. La Corte Interamericana ha declarado la responsabilidad del Estado colombiano por las macabras violaciones en que participó, perpetradas en febrero de 1997 en la cuenca del río Cacarica (Riosucio, Chocó).

Por Alfredo Molano Bravo / Especial para El Espectador.

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