Carlos Pizarro, 25 años de ausencia

Después de más de dos décadas del acto sicarial que le quitó la vida al candidato presidencial por la Alianza Democrática M-19, su familia sigue reclamando justicia por el hecho.

Steven Navarrete Cardona
25 de abril de 2015 - 09:00 p. m.
Carlos Pizarro lidera la entrega de armas por parte del M-19, el 8 de marzo de 1990, en el campamento de Santo Domingo (Cauca). / Archivo El Espectador
Carlos Pizarro lidera la entrega de armas por parte del M-19, el 8 de marzo de 1990, en el campamento de Santo Domingo (Cauca). / Archivo El Espectador

“Nosotros hemos recorrido por largo tiempo Colombia, tocándola, sintiéndola, viviendo sus contradicciones, sus sueños, sus esperanzas. En este largo recorrido nos hemos tropezado una y otra vez con la paz. Hoy, 20 años después, caminamos por la paz con decisión, audacia y optimismo. Por supuesto, para llegar aquí no ha sido fácil. Hemos tenido que sortear grandes obstáculos, los procesos que nos colocan los viejos dogmas atrincherados de los privilegiados, del exclusivismo político y el autoritarismo”. Esas fueron las palabras con que el candidato a la Presidencia Carlos Pizarro Leongómez, por la AD-M19, inició su intervención televisiva dirigida a los colombianos el 20 de abril de 1990 durante los 15 minutos que le otorgó el Consejo de TV.

En esta misma intervención, Pizarro habló de la riqueza y la diversidad del país, la soberanía, acudió a los discursos del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán y señaló la necesidad de defender la vida, esa misma que perdió a manos de Gerardo Gutiérrez Uribe, un joven sicario que le propinó varios disparos en la cabeza con una ametralladora mini Ingram, —que se presume estaba escondida en el baño— el 26 de abril de 1990, siete minutos después de que despegara el avión HK1400 que cubría la ruta Bogotá-Barranquilla.

Otty Patiño, uno de los fundadores del M-19, quien se encargó de realizar las respectivas investigaciones sobre el asesinato del comandante, habló con El Espectador de los turbulentos hechos que anteceden y preceden al atentado, entre ellos “el ingreso de un grupo de avanzada del desaparecido DAS al avión luego de la última revisión que realizó la Aeronáutica. Eso fue una irregularidad, no tenían que hacerlo y lo supimos gracias a un policía que formaba parte de la escolta. Según él, el escenario probable era que hubiera sido ese mismo grupo el que puso el arma, una subametralladora, antes de que ingresaran los pasajeros”.

Otro hecho desconcertante que rodea la muerte de Pizarro es sin duda la forma en que murió el sicario. “El tipo apenas le dispara a Pizarro suelta el arma, la deja en el piso y se rinde, entonces los escoltas lo cogen. Un agente del DAS perteneciente a la escolta, que estaba sentado más lejos de todos —en las primeras filas— llega hasta donde está el sicario, que está rendido, y lo mata a quemarropa”, añadió Otty Patiño.

Cuando la aeronave aterrizó de emergencia la noticia se había regado como un polvorín y el personal del aeropuerto se lanzó a revisar lo que había acontecido.

Los candidatos presidenciales repudiaron el hecho desde todos los sectores políticos del país, entre ellos el candidato del Movimiento de Salvación Nacional, Álvaro Gómez Hurtado, quien fuera secuestrado por el M-19 años atrás. Hurtado se refirió al hecho como “la más grave provocación de la historia reciente contra la subsistencia de la República”.

Los expresidentes Misael Pastrana y Belisario Betancur también emitieron un comunicado en el que expresan rechazo al atentado. “Quiero reafirmar que los enemigos de la paz y quienes buscan sumir en la barbarie a la nación e imponerse por la violencia, no pasarán. No dejaremos que ellos prevalezcan sobre el anhelo de reconciliación de todos los colombianos de bien”, afirmó frente al hecho el presidente de la época Virgilio Barco.

Algunos sectores pidieron retrasar las elecciones que debían tener lugar el 27 de mayo, pero los organismos encargados señalaron que esto “causaría un gran traumatismo”, y en contraposición indicaron que reajustarían los esquemas de seguridad.

“Sea quien sea el autor de tantos crímenes abominables (en Colombia), el origen de todos es el mismo: la insuficiencia de un Estado decrépito y pervertido, al cual le queda grande el país”, anotó Gabriel García Márquez al enterarse del suceso y al ser consultado por una agencia de prensa mexicana.

Esa misma noche Navarro Wolff asumió la dirección de la ADM-19 y se dirigió a los colombianos por televisión, sin dejar de lado el dolor que dejaba la pérdida de Pizarro; pidió paz, reconciliación y que se acudiera masivamente a las urnas para votar por la paz.

Los sectores académicos se unieron al repudio del asesinato, entre ellos la Universidad de los Andes, que mediante un aviso en la prensa convocó a la juventud y a la ciudadanía en general a “enfrentar las aciagas circunstancias que vive el país, con entereza y firme sentido de responsabilidad”. En ese mismo sentido se pronunció el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional (Iepri), que manifestó “su profunda preocupación por este nuevo golpe a las esperanzas de la paz y de democracia de nuestro país”.

Ni siquiera los sectores económicos se sustrajeron del rechazo generalizado que causó la muerte de Pizarro, por lo cual se pronunciaron frente al asesinato mediante una declaración emitida por la Asobancaria, Acopi, la SAC, la Andi, Camacol, Fenalco, Fedemetal, entre otros integrantes de los gremios económicos que calificaron el hecho como “un grave atentado a la democracia”.

Los 119 pasajeros que viajaban en el avión fueron investigados, pero no se conocieron mayores resultados. Las primeras versiones del director de la Dijín de la época, el coronel Óscar Eduardo Peláez, apuntaban al cartel de Medellín. Versiones que serían desvirtuadas tiempo después no sólo por los miembros del M-19, sino también por los hermanos Castaño, autores materiales del hecho.

Fidel Castaño, en búsqueda de librarse de la cárcel, invitó a algunos exmiembros del M-19 a su hacienda Las Tangas, en Montería, para hablar sobre el proceso de desmovilización. Otty Patiño acudió para preguntarle sobre el asesinato de Pizarro, a lo cual el líder del clan familiar más temido de la región le respondió que “él había organizado todo para matarlo”, y al cuestionar quién estaba detrás de la orden, Patiño recibió una respuesta difusa: “La oligarquía”.

Pero, ¿qué hizo que Pizarro fuera el objetivo militar de los paramilitares más temidos del país? Para responder a esta pregunta habría que recurrir a mencionar algunos de los aspectos claves de la vida personal y del contexto político en el que transcurrió la vida de “Antonio”, seudónimo con el que era conocido Pizarro en el interior del “eme”, como nos recuerda Darío Villamizar, uno de sus compañeros en armas y autor de Aquel 19 será, entre otros libros sobre el movimiento armado.

Surge el “eme”

Luego del fenómeno conocido en la historia política del país como la “Violencia” y la alternación del poder entre los partidos políticos tradicionales durante el Frente Nacional, que excluyó a fuerzas políticas no tradicionales de la posibilidad de responder a las demandas y reivindicaciones de los sectores marginales urbanos y rurales, los procesos de colonización se abrían paso hacia el sur del país, como lo ha señalado el sociólogo Alfredo Molano, los bordes de las principales ciudades colombianas, pese a la incipiente industrialización, acogían a quienes buscaban mejores condiciones de vida y huían de la violencia, todo esto de la mano de las acusaciones del robo de las elecciones al general retirado Gustavo Rojas Pinilla, candidato por la Alianza Nacional Popular (Anapo) a la Presidencia en 1970, hicieron que personas provenientes de sectores urbanos se lanzaran a la lucha armada integrando el M-19, siendo Carlos Pizarro uno de sus miembros fundadores.

Carlos Duplat, uno de sus compañeros de militancia y quien estuvo privado de la libertad junto a Pizarro en la cárcel La Picota en Bogotá, recuerda que “Carlos siempre tuvo la cabeza visible y que tenía todas las características de líder”.

Un esbozo biográfico

Pizarro nació en la ciudad de Cartagena en 1951, en el seno de una reconocida familia integrada por el reconocido almirante de Marina y comandante general de las Fuerzas Armadas Juan Antonio Pizarro, y Margoth Leongómez de Pizarro, su madre. Se graduó de bachiller en el Colegio de La Salle e ingresó a la Universidad Javeriana a estudiar derecho, pero fue expulsado por encabezar una protesta estudiantil. Luego ingresó a la Universidad Nacional y de allí a las Farc. En las filas de la guerrilla de Manuel Marulanda conoció a muchos de los que luego serían los líderes del M-19, entre ellos Álvaro Fayad y Jaime Báteman, con quienes coincidiría en la visión de la lucha urbana y la necesidad de dejar de lado la ortodoxia que regía a los grupos guerrilleros. Formó parte del operativo indiciario del robo de la espada de Bolívar, y por su carisma y liderazgo llegó a ser el número uno de la organización luego de la muerte de Álvaro Fayad en 1986. A sus 39 años lideró la entrega de armas del M-19 en Santo Domingo (Cauca) y meses después se lanzó a la Presidencia de la República, en un contexto sociopolítico violento, donde tan sólo un año atrás habían asesinado a líderes de la Unión Patriótica como Gabriel Jaime Santa María y José Antequera, y tan sólo un mes antes a ese abril de 1990 fue ultimado el candidato presidencial Bernardo Jaramillo, en el aeropuerto El Dorado. En una época dominada por el poder de la mafia y el narcotráfico, Carlos Pizarro soñó con un país diferente y pagó con su vida dichos sueños.

En la tarde de este domingo se realizará la inhumación de sus restos en el Cementerio Central y un acto para forjar memoria, como uno de los eventos que han tenido lugar durante los últimos días para abordar la figura de Pizarro.

“Pizarro” audiovisual

En las noches del 26 y 27 de abril, a través de Señal Colombia, se estrenará el documental Pizarro, dirigido por el joven director Simón Hernández, que se constituye en una apuesta visual por reconstruir la historia del líder del M-19. Una herramienta para comprender la cadena de asesinatos que tuvieron lugar en los años 1989 y 1990. La apuesta visual no sólo cuenta con los testimonios de compañeros de armas, como Antonio Navarro y Gustavo Petro, hoy alcalde mayor de Bogotá, sino también con Rafael Pardo, quien fue una figura clave dentro del proceso de desmovilización del M-19.

Las cartas de amor de Carlos Pizarro

A las cuatro de la tarde de hoy, en el auditorio Álvaro Mutis de la Feria Internacional del Libro, se lanzará la obra “De su puño y letra”, que se sumerge en las facetas desconocidas de Carlos Pizarro, máximo líder del M-19. Luego de trece años de recopilar cuidadosamente este material, y al cumplirse 25 años del asesinato de su padre, María José Pizarro y Penguin Random House ponen a disposición de los lectores una publicación que permite acercarse a su desconocida vida íntima; las angustias que sintió Pizarro durante su detención en la cárcel La Picota, los dilemas y argumentos que dio a su padre Juan Antonio Pizarro, almirante de la Marina y comandante general de las Fuerzas Armadas, quien recibió un duro golpe al enterarse de que su hijo integraba la insurgencia. Fotos inéditas, discursos completos, cartas de amor, la literatura que le gustaba leer, poemas, entre otros ítems hacen parte de esta publicación.

Por Steven Navarrete Cardona

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