“El país se encuentra hastiado de radicalización”: Óscar Naranjo

El vicepresidente de la República habla sobre los temas álgidos de la actualidad nacional: terrorismo citadino, políticos en campaña, feroz oposición al Acuerdo de Paz y éxito de los discursos de “odio”. Contesta todas las preguntas, aunque evade la confrontación. Su primera tarea como eventual sustituto del jefe de Estado, y contrario a su antecesor, parece ser la de distender las relaciones institucionales y personales.

Cecilia Orozco Tascón
24 de junio de 2017 - 08:45 p. m.
 El vicepresidente Óscar Naranjo sostiene que la radicalización es menor en las regiones.   / Mauricio Alvarado
El vicepresidente Óscar Naranjo sostiene que la radicalización es menor en las regiones. / Mauricio Alvarado

Vicepresidente, ¿cómo percibe el clima político del país? Le anticipo mi percepción: cada vez está más caliente y amenaza con convertirse en una conflagración. ¿Exagero?

Después de visitar 17 departamentos y 26 municipios en estos dos meses al frente de la Vicepresidencia, mi conclusión es que, ciertamente, el país vive una polarización política que es mucho menos radical en las regiones: finalmente, la controversia alrededor del Acuerdo de Paz desaparece en las zonas que vivieron con mayor intensidad el conflicto armado. La polarización se siente especialmente en Bogotá, desde donde hablan algunos líderes nacionales que creen que representan a todos los colombianos.

Obviamente se refiere a Álvaro Uribe y, ¿a quién más?

A quienes durante meses han tratado de hacer “trizas” el Acuerdo de Paz. Interpreto que el país se encuentra hastiado de la radicalización. Por tanto, prefiero abstenerme de señalar a personas.

No es una revelación dar los nombres de quienes personifican la furiosa animadversión contra tres focos específicos: el Acuerdo, la guerrilla y el presidente. Teniendo en cuenta el considerable capital político y electoral del senador Uribe, ¿cuánta responsabilidad le cabría a este por las afirmaciones que hace sobre Colombia en el exterior, si se “incendia” el país ahora o más adelante?

Las opiniones políticas de la oposición son legítimas si se apoyan en la verdad. Lo que resulta inaceptable es que, en una mezcla de sentimientos, opiniones y desinformación, se cree un clima que confunda y exacerbe a la ciudadanía. Por el diálogo que sostengo con distintos sectores y líderes sociales, empresariales y políticos, concluyo que ningún colombiano está dispuesto a regresar al conflicto armado.

Parece lógico. No obstante, reitero que surge el interrogante: si se prendiera el país con la movilización de nuevas guerrillas y grupos neoparamilitares, ¿el expresidente tendría parte de responsabilidad en el surgimiento de otro conflicto?

Me niego a considerar, siquiera, la posibilidad de que el conflicto se regenere.

Cuando el senador habla en Atenas o en España de la impunidad del Acuerdo y de la ilegalidad de la economía nacional, ¿hace daño a la imagen del país y al apoyo internacional al Acuerdo, o es inofensivo?

Colombia ha recibido un respaldo unánime de la comunidad internacional para avanzar en el proceso de paz e implementar los acuerdos. Desde luego, uno esperaría que las opiniones de cualquier colombiano en el exterior no afecten los niveles de confianza en nuestro país, especialmente ahora que, sin conflicto armado, se crea un marco excepcional de oportunidades para atraer la inversión extrajera. Por fortuna, las calificadoras de riesgo y los inversionistas no toman decisiones basadas en sentimientos. Los empresarios colombianos están llamados a responder si el crecimiento de distintos sectores de la economía está basado en el narcotráfico o la renta criminal de la minería. Se comete una injusticia cuando se desconocen los esfuerzos del sector privado que genera riqueza y prosperidad en el país.

Sucede algo extraño: entre más demostraciones de las Farc, de su cumplimiento al pacto, incluyendo la entrega de sus armas a la ONU, más rechazo social se expresa hacia ellas, según unos sondeos. ¿Cómo interpreta este efecto inexplicable?

Hay que entender que tuvimos un conflicto muy trágico de 50 años y que esas heridas no se curan de la noche a la mañana. Sin embargo, tengo plena seguridad de que los hechos de paz y cumplimiento de los acuerdos irán destruyendo la desconfianza y el escepticismo. Cosa distinta es que más allá del proceso de paz haya quienes promuevan el odio y el miedo con fines electorales. Destaco que el presidente Santos, si bien hoy paga un costo en las encuestas, será ubicado por la historia en el sitial que le corresponde como líder de paz.

Aun así, no se puede desconocer el éxito político del discurso anti-acuerdo en el campo político y en las redes sociales. Recuerde el resultado del plebiscito…

Lo que indicó ese resultado es que el país se dividió entre el Sí y el No. Y no hay que olvidar que la victoria del No fue marginal. De otro lado, en estos seis meses que han transcurrido desde cuando se protocolizó el acuerdo del Teatro Colón, las encuestas muestran la tendencia del apoyo a la paz a crecer de manera sostenida a pesar de la desconfianza que se ha querido sembrar sobre esta.

Bueno, también hay que decir que el jefe de la oposición de derecha matizó el mensaje de “hacer trizas” el pacto con las Farc dando otro según el cual si su partido gana las elecciones del año entrante, “no eliminará pero sí modificará el Acuerdo” ¿Falló el “blindaje” constitucional del pacto, según promesa del Gobierno?

El acuerdo del fin del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera terminará por consolidarse no solo como resultado del blindaje constitucional sino, fundamentalmente, por la legitimidad política y social que llevará a la inmensa mayoría de los colombianos a protegerlo, una vez se vean los dividendos que trae la paz. Estamos obligados, por lo tanto, a imprimirle mayor velocidad a la implementación de lo pactado.

Para usted, ¿el factor tiempo corre a favor del Acuerdo?

El factor tiempo es determinante para que los colombianos constaten las transformaciones y mejores condiciones de vida que trae la paz, no solo en seguridad, sino también en bienestar y desarrollo. Al Acuerdo hay que darle una oportunidad para que pueda producir dividendos, pero hay que hacerlo rápido, porque si no, el tiempo correría en contra de la paz. Es necesario acelerar su implementación.

Si el próximo gobierno cambia lo pactado, ¿qué pasará más adelante, con la credibilidad del Estado, con la palabra empeñada y con lo que firme?

Me resisto a pensar que haya quien prefiera regresar a un pasado marcado por una impronta de violencia que dejó 260 mil muertos y ocho millones de víctimas. Esa no es una opción. El Estado nos incluye a todos y por tanto estamos obligados a cumplir la palabra empeñada sin distingos ideológicos del gobierno que llegue.

El atentado al centro comercial Andino sembró, como es natural, zozobra y, para ser francos, mucha gente pensó que el acuerdo con las Farc no servirá para consolidar un estado de paz. No debe ser solo coincidencia que tal acto ocurra en la semana en que la guerrilla culmina la entrega de armas. ¿Minimizar o entorpecer ese significativo acto podría ser el objetivo de los delincuentes?

Hemos dicho con toda responsabilidad y realismo que el fin del conflicto con las Farc no significa de manera automática derrotar la totalidad de las amenazas y violencias que hemos padecido durante años. La investigación que se adelanta por el atentado nos permitirá superar las especulaciones que pretenden descalificar el Acuerdo con ese acto.

Con las debidas reservas, hay muchas dudas sobre del origen del atentado y sobre un presunto trasfondo político que pudiera tener.

El Gobierno actúa responsablemente y sólo emitirá opiniones en torno a este caso sobre evidencia probada judicialmente.

Como en las películas de suspenso policíaco, uno podría preguntarse: ¿a quién le sirve avivar el temor colectivo?

Hay que repetir: más de cinco décadas de conflicto armado han convertido el miedo en el movilizador de la política electoral. Proscribir el temor y reemplazarlo por un discurso que privilegie la confianza es el imperativo que, en mi opinión, deben abanderar los líderes, los partidos y los movimientos políticos. Se equivocan quienes propagando visiones apocalípticas pretenden cautivar electores.

Con todo respeto, vicepresidente, no me parece: las encuestas predicen el favoritismo de precandidatos que se muestran reacios al Acuerdo. ¿No será que el péndulo de la historia se mueve hacia la ultraderecha?

La tesis de que en Colombia hay autoritarismo o tendencia hacia ese fenómeno, no corresponde a lo que se nota en las regiones, las cuales reclaman que la Constitución del 91 tenga aplicación plena. Y nuestra Carta Política no es propiamente conservadurista. El discurso que movilizará al electorado en 2018 será exitoso si combina una propuesta de transformaciones para romper la inequidad y la exclusión con otra que garantice la paz.

La sobreimposición de fechas entre el desarrollo del posconflicto y la época preelectoral es una tragedia para la paz, porque se multiplican los intereses partidistas y personalistas. ¿Reconoce esta dificultad adicional?

Sí. Estamos frente a una realidad y es que el proceso electoral ya comenzó. Lo que está en juego ahora es la estatura política de los dirigentes para que la campaña, lejos de destruir confianza, permita desarrollar las transformaciones que se han previsto en el Acuerdo. Sería una equivocación del país politizar la construcción de su paz, que es un asunto que nos compete a todos.

A la oposición ideológica natural, ahora se suma otra que el presidente no debió anticipar: la del “fuego amigo” de su exvicepresidente Vargas Lleras y la de Juan Carlos Pinzón quien, aunque en medio de algodones, criticó “la ausencia de acción” de la administración a la que perteneció como ministro de Defensa y embajador en Washington: casi nada. ¿Qué opina al respecto?

Sobre temas particulares de política electoral no opinaré. He sido llamado a la Vicepresidencia para dar garantías a todos los partidos políticos y a todos los candidatos.

¿Es cierto que las relaciones suyas con su antecesor, Vargas Lleras, no han sido muy amables?

El país conoce mi talante y el común denominador de quienes me califican –aun los más enconados opositores al Gobierno– es el de coincidir con que pelear conmigo es muy difícil.

¿Por táctica política o por temperamento?

Por mi formación institucional, que me lleva a ser leal con el Gobierno, con su política y con el presidente; y, al mismo tiempo, a ser respetuoso con la oposición.

A propósito de su condición de general de la Policía, me produce curiosidad saber cómo son sus relaciones sociales y profesionales hoy, como vicepresidente, con el ministro de Defensa, con la propia Policía y con la cúpula de las Fuerzas Armadas.

Por delegación presidencial, la Vicepresidencia ha asumido cuatro responsabilidades específicas: articular dentro del Gobierno la implementación de los acuerdos; coordinar la lucha contra el narcotráfico, en especial el plan de sustitución y erradicación de los cultivos ilícitos; contribuir a la generación de condiciones de seguridad y armonizar las capacidades para proteger a los defensores de derechos humanos y a los líderes sociales. Sobre este mandato, mi relación con el conjunto del gabinete y en especial con el Ministerio de Defensa y con la Alta Consejería para el Posconflicto me obliga a asumir un liderazgo que está por consolidarse (Ver parte superior primera página).

Usted también se encuentra a la cabeza de los preparativos de la visita del papa, a nombre del Gobierno. ¿Cuántas dificultades hay para resolver de aquí a septiembre?

Una anécdota: hace dos días, después de una reunión que sostuvimos con funcionarios de la Santa Sede con quienes examinamos los preparativos para la visita del santo padre, monseñor Mauricio Rueda, el encargado de las giras papales, al despedirse me dijo, en tono trascendental, que “regresaba muy preocupado a Roma”. Cuando le pregunté angustiado por qué, me respondió: “el detalle y el profesionalismo que registro en Colombia me hacen pensar que estamos coordinando una visita del santo padre a Suiza”.

¿Es cierto que se contratará en el exterior a grupos especializados en seguridad, tecnología de comunicaciones y de televisión?

En algunos temas logísticos, seguramente se buscará apoyo en proveedores internacionales. Basta calcular, por ejemplo, cuántas pantallas gigantes de televisión habrá qué instalar, cuál es la disponibilidad de otras comunicaciones en el país. Pero, salvo casos puntuales, Colombia es autosuficiente para atender la visita papal.

¿Cuántos cambios en materia diplomática habrá que implementar para recibirlo puesto que es, además de jerarca máximo de la Iglesia católica, jefe del Estado Vaticano?

Hoy tenemos un verdadero ejército de funcionarios y voluntarios que, de manera silenciosa, y coordinados por el Episcopado y el Gobierno, vienen trabajando en Bogotá, Medellín, Cartagena y Villavicencio. La fortuna que tenemos es que la directriz que ha impartido su Santidad para cumplir su agenda apostólica, es que esté caracterizada por la austeridad y la sencillez. Eso facilita enormemente todos los aspectos de protocolo y programación.

“Mucho más amigables que en el pasado”

En su doble condición de vicepresidente-general de la Policía, ¿cómo son sus relaciones con las Fuerzas Armadas?

Es mucho más amigable que en el pasado. Creo que el mando militar ya no me ve como un director de la Policía competitivo, sino como un vicepresidente con responsabilidades específicas de Estado.

¿Tiene algo de cierta la versión en el sentido de que entre los militares no cayó bien su nombramiento como vicepresidente por provenir de la Policía?

El apoyo y respaldo que he recibido de las Fuerzas Militares y de la Policía son excepcionales. Desde luego, deben existir voces aisladas en contra, especialmente de oficiales en retiro que no esperaban que un general retirado de la Policía llegara a ocupar la Vicepresidencia.

Si menciono a Acore, ¿estaría en lo cierto?

No. Entre otras cosas, porque mi general Ruiz (presidente de Acore) fue mi jefe cuando adelanté el curso para inteligencia en el Ejército. Desde esa época me conoce y debo decir que he recibido de su parte trato de respeto y confianza.

Entonces, ¿a cuáles se refiere?

¡Qué paradoja! A algunos de los oficiales que muy seguramente se acogerán al tratamiento de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP).

Cese del fuego bilateral y definitivo: referente mundial

Usted ha participado intensamente, primero, en el proceso de negociación; después, en la fase final y firma del acuerdo; y, ahora, en la implementación del posconflicto. De 1 a 10, ¿cuál calificación le da: 1. A las Farc o 2. Al Gobierno en cuanto al nivel de cumplimiento de los compromisos adquiridos?

La calificación de cumplimiento sobre la terminación definitiva de la confrontación armada ya la ha emitido el Sistema de Monitoreo y Verificación a través del componente internacional de Naciones Unidas, quien ha certificado que el cese bilateral y definitivo de fuego y hostilidades se ha cumplido casi al 100 %, convirtiéndose en un referente mundial de otros acuerdos de paz, tal como nos lo han expresado organizaciones internacionales. Lo mismo está sucediendo con el proceso de dejación de las armas. En lo que hace al Gobierno, los avances en materia normativa, garantías de seguridad y despliegue regional para poner en marcha los proyectos de desarrollo con enfoque territorial ratifica la plena voluntad del Estado de no defraudar la palabra empeñada. Desde luego, hay temas que demandan mayor desarrollo, como los planes de reincorporación, de seguridad y de estabilización territorial.

Por Cecilia Orozco Tascón

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