El proceso ahora llega a Colombia

Después de cuatro años de negociación, Gobierno y Farc quedaron listos para firmar la paz. Esta vez la persistencia pudo más que los inamovibles.

Alfredo Molano Jimeno
24 de agosto de 2016 - 11:57 p. m.
Los jefes negociadores del Gobierno y las Farc, Humberto de la Calle e Iván Márquez, acompañados por el ministro cubano Bruno Rodríguez Parrilla. / EFE
Los jefes negociadores del Gobierno y las Farc, Humberto de la Calle e Iván Márquez, acompañados por el ministro cubano Bruno Rodríguez Parrilla. / EFE
Foto: EFE - Ernesto Mastrascusa

Justo cuatro años después de que los delegados del Gobierno y las Farc finalizaran la fase secreta de los diálogos, que dio como resultado el Acuerdo General para la Terminación del Conflicto, la mesa de La Habana alcanzó un acuerdo final de paz. Aunque los textos completos los firmaron ayer protocolariamente los plenipotenciarios de las partes, la ceremonia del fin del conflicto se realizará en unas semanas, cuando las Farc hayan refrendado los acuerdos en su Décima Conferencia y la ciudadanía haya hecho lo propio en el plebiscito.

Aunque la refrendación ciudadana quedó prevista para el 2 de octubre, la visita del presidente Juan Manuel Santos a la Asamblea General de las Naciones Unidas, el 21 de septiembre, pone en evidencia el que sin duda fue el componente básico del proceso de paz: la participación de la comunidad internacional, clave para su éxito. La prueba fueron las palabras de agradecimiento, tanto del jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, como el de las Farc, Iván Márquez, a la participación de Venezuela, Chile, Noruega, Cuba y Estados Unidos en la construcción y consolidación de las negociaciones.

La historia dirá que si bien el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, sembró las bases de la confianza, ayudó a convencer a las Farc de sentarse a la mesa de diálogos y fue el impulsor de la fase de exploración entre febrero y agosto de 2012, su sucesor, Nicolás Maduro, refrendó el compromiso de su antecesor: ver a Colombia en paz. Una labor en la que también fue fundamental la gestión del excanciller y exembajador de Venezuela en Colombia Roy Chaderton, delegado por su gobierno en La Habana.

El propósito continental fue compartido por el gobierno de Cuba, presidido por Raúl Castro, que no sólo facilitó su territorio como sede de los diálogos, sino que fue determinante para rescatar el proceso en momentos de crisis. El secuestro del general Rubén Darío Alzate, la escalada de la guerra en julio de 2015, los desencuentros por las labores de pedagogía para la paz o la búsqueda de caminos de justicia. En estos y otros momentos de tensión, Cuba fue un aliado determinante sin mucho protagonismo.

Lo mismo que el gobierno de Noruega, otro de los garantes del proceso y proveedor de importante apoyo logístico. No sólo para el traslado de jefes guerrilleros entre Colombia y Cuba, sino para gestionar el acompañamiento de diversos países de la Unión Europea, o a través del asesoramiento técnico para acuerdos como el de justicia. En estas tareas, Dag Nylander, relacionado con Colombia desde los tiempos del proceso de paz del Caguán en los años 90, tuvo aportes cruciales.

Al componente internacional hay que añadir al gobierno de Estados Unidos, a través de su enviado especial, Bernard Aronson. Sus aportes en la mediación o los anuncios de apoyo económico para un posconflicto tienen un importante significado a la hora del primer balance. Ayer lo resaltó el jefe de la delegación de las Farc, Iván Márquez, sin dejar de hacer la observación de que siguen esperando a Simón Trinidad, y que así como en su momento apoyaron la guerra confían en que ahora respalden los esfuerzo de paz.

Además de Venezuela, Cuba y Estados Unidos, fue esencial el concurso de la Organización de Naciones Unidas, que será un componente clave para la verificación de los acuerdos. Como también el Comité Internacional de la Cruz Roja, el gobierno de Chile, el expresidente de Uruguay José Mujica y hasta el papa Francisco, quienes forman parte de la misión cumplida porque ayudaron a persistir en instantes coyunturales. Al fin y al cabo, se trata de ponerle fin al último conflicto armado interno del hemisferio occidental.

Se avizora el final de la guerra colombiana y también el comienzo de la paz continental. Un proceso avalado por el mundo, con otro ingrediente para garantizar su estabilidad: se construye enmarcado en la preservación de los derechos de quienes han sido las víctimas de graves violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. Las víctimas que no fueron actores pasivos del debate sino protagonistas. Hacia el futuro serán parte determinante para la construcción de paz.

El mismo rol que están llamadas a cumplir las Fuerzas Armadas. En anteriores procesos de paz, su intervención fue mínima. En esta ocasión, de manera creativa, sin afectar la institucionalidad, retirados o activos, sus miembros entraron a la mesa de negociación con voz propia. Ahora tendrán compromisos claros en la construcción de paz. No sólo como garantes de la protección en zonas de desmovilización o labores de desminado, sino como protagonistas del cambio en el escenario estratégico de la seguridad y sus distintos desafíos.

El tono optimista en las intervenciones en el acto para anunciar el cierre de la negociación reflejan la confianza en los acuerdos alcanzados. Inicialmente, en el comunicado conjunto número 93, suscrito por ambas delegaciones, recogió la síntesis de los seis puntos acordados, recalcando que todos ellos hacen parte de un acuerdo especial en los términos del artículo III común de los Convenios de Ginebra, columna vertebral del llamado Derecho Internacional Humanitario.

Específicamente, el comunicado 93 destacó el enfoque diferencial, de género, étnico y territorial del acuerdo, dejando en claro que su implementación se hará desde las regiones, con participación activa de la ciudadanía. Un pacto con reforma rural integral, apertura democrática para construir la paz, cese el fuego y hostilidades bilateral y definitivo, dejación de armas, reincorporación de las Farc a la vida civil, solución al problema de las drogas ilícitas, sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición, y mecanismos de verificación, implementación y refrendación.

En su intervención, el jefe de la delegación del Gobierno, Humberto de la Calle, manifestó que se trata no de un acuerdo perfecto, sino del mejor posible, pero que la calificación de esta obra dependerá del veredicto de la ciudadanía. “No se cambiaron fusiles por convicciones”, recalcó De la Calle, quien además observó que la justicia transicional no será lo sobrina pobre de la justicia ordinaria. Finalmente dijo que los únicos enemigos de la paz son los que han llenado las redes sociales de falacias y mitos.

A su vez, el jefe de la delegación de paz de las Farc, Iván Márquez, dijo que termina la guerra y que empieza el debate de las ideas, y que la paz no es el puerto de llegada sino el punto de partida hacia la construcción de una sociedad más amplia y tolerante. Márquez indicó que la lucha guerrillera no tuvo otra razón que la defensa de la dignidad humana y el levantamiento contra la injusticia, aunque reconoció que se cometieron errores contra la población. Al final presentó condolencias a todas las víctimas que dejó la larga confrontación armada.

El presidente Juan Manuel Santos hizo un llamado a los colombianos para que participen en el plebiscito, resaltando que se trata de una oportunidad única e histórica para dejar atrás el conflicto y dedicar los esfuerzos a la construcción de un país más seguro. “Abramos juntos una nueva etapa de nuestra historia, una en la que podremos alcanzar cualquier meta, superar cualquier obstáculo, hacer de nuestra nación el país que siempre hemos soñado, ¡Un país en paz!”, puntualizó el primer mandatario.

Por Alfredo Molano Jimeno

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