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"El procurador es muy conchudo"

Sería jefe de debate de Enrique Peñalosa, sin ingresar a la Alianza Verde. Dice que la campaña uribista ha sido de rencor, que a la de Santos le falta encanto y que Alejandro Ordóñez sirve a sus opositores políticos en Antioquia.

Hugo García Segura, Alfredo Molano Jimeno
05 de abril de 2014 - 05:49 p. m.
Para Alonso Salazar la petición hecha esta semana por la Procuraduría, de anular el fallo a su favor, es un desafío al Consejo de Estado. / Luis Benavides
Para Alonso Salazar la petición hecha esta semana por la Procuraduría, de anular el fallo a su favor, es un desafío al Consejo de Estado. / Luis Benavides

Alonso Salazar, exalcalde de Medellín, está de vuelta a la política activa, si es que así se puede decir, después de que el Consejo de Estado anulara la sanción de 12 años de inhabilidad para ocupar cargos públicos que en febrero de 2012 le impuso la Procuraduría. Porque, según él, nunca dejó de pensar y trabajar en proyectos sociales, que de una u otra manera lo mantuvieron vigente políticamente. Hoy reconoce estar en conversaciones para ser el jefe de debate de la campaña presidencial de Enrique Peñalosa, lo cual no significa que se vaya a sumar a la Alianza Verde.

En diálogo con El Espectador, Salazar habla del actual proceso electoral por la Presidencia y ve posible ganarle al presidente-candidato Juan Manuel Santos, quien en su concepto no ha logrado cautivar a la gente a pesar de tener a su lado todo el poder del Estado. Asegura que el Centro Democrático ha hecho una campaña rencorosa, que el expresidente Álvaro Uribe se opone al proceso de paz sólo por venganza y que Peñalosa es hoy más coherente y maduro. Y, por supuesto, habla del procurador Alejandro Ordóñez, de quien dice sirve a los intereses de sectores políticos de Antioquia enemigos de su movimiento: Compromiso Ciudadano.

¿Usted se considera un resucitado político?

Pues en alguna medida podría decirse eso. Sin embargo, había continuado con el trabajo social y político de costumbre. Lo único es que quedé plenamente rehabilitado para cargos de elección popular o de nombramiento, pero eso no estaba dentro de mis intereses inmediatos. Lo que pienso es que se dio una reivindicación ética y moral, y lo otro son sólo las consecuencias.

Corre el rumor de que usted será el jefe de debate de Enrique Peñalosa en su candidatura presidencial...

No he tenido ninguna conversación con Peñalosa sobre ese asunto. La verdad es que me simpatiza esa propuesta en medio de una campaña presidencial tan desteñida, con una izquierda muy desdibujada y un presidente que tiene todos los instrumentos del poder tradicional, pero que no logra cautivar. Sólo consideraría trabajar en esa campaña si logramos un consenso con Compromiso Ciudadano, que es nuestro movimiento político y también el de Sergio Fajardo.

¿Pero Compromiso Ciudadano no se había distanciado de los verdes?

Así es, pero habíamos intentado integrarnos por segunda vez, pero vimos que no había condiciones.

¿Condiciones en qué sentido?

Ahí hay una burocracia que a nosotros no nos gusta. Queríamos que esa burocracia fuera removida, porque es la que maneja los presupuestos y los avales, pero eso no se logró. Preferimos entonces estar por fuera. Eso sí, entrar a la campaña de Peñalosa no significa entrar a la Alianza Verde.

¿No es un contrasentido? Al fin y al cabo Peñalosa es el candidato de la Alianza Verde...

No, la candidatura de Peñalosa es algo distinto a la Alianza Verde, aunque tenga su aval. Creo que él se va a abrir —y así lo ha sugerido— a movimientos regionales y a proyectos de opinión de centro. Incluso veo que ha querido marcar ciertos puntos de distancia con algunos sectores de la Alianza Verde. Así que es un escenario distinto.

¿Y qué piensa de los verdes como Lucho Garzón y Alfonso Prada, que hoy están con Santos?

Son patadas de ahogado porque no significan nada en el Partido Verde; ni en su estructura como partido ni en su representación parlamentaria.

¿A qué cree que se deba que esta campaña, en general, no despierte fervor en la ciudadanía?

El país se está moviendo en torno a sectarismos. Se utilizan mucho más los adjetivos que las propuestas, pero en eso también influye mucho la calidad de los candidatos. Por ejemplo, más allá de las virtudes que pueda tener Óscar Iván Zuluaga, el uribismo ha hecho una campaña muy rencorosa. O el presidente Santos, que fue catapultado al poder por el propio Álvaro Uribe, no logra desplegar encantos suficientes para seducir a la población. Por eso digo que hay un espacio abierto y significativo para una propuesta más transparente, más renovada, con un lenguaje distinto.

Desde la reelección de Uribe se ha planteado que es muy difícil ganarle a un candidato-presidente, ¿se le puede ganar a Santos?

Pienso que sí. Sin la llamada mermelada, y que Germán Vargas Lleras aparentemente no le subió puntos en las encuestas, estamos hablando de un presidente que está llegando a su tope. Incluso hay una encuesta que dice que Peñalosa lo vence en segunda vuelta. El escenario está todavía muy abierto.

Muchos temen que Peñalosa termine aliado con el uribismo...

El nombramiento de Claudia López en la dirección programática de la campaña es una clara señal de que no será así, aparte de las declaraciones que él ha dado. Siento que Peñalosa entendió que ese fue un error en su carrera política, que a la gente le gusta más la coherencia que las alianzas que garantizan aparentes éxitos. Lo veo en ese camino y marcando un punto crucial frente a Uribe, como lo es respaldar el proceso de paz con las Farc.

Y hay quienes dicen que Peñalosa es un buen ejecutor, pero un mal candidato...

Pues si así fuera se podría decir que tenemos un presidente regular y un mal candidato. Creo que lo de ser un gran ejecutor es una ventaja en un país donde las burocracias se mueven inicialmente para resultados muy precarios. Y supongo que Peñalosa tendrá esa facilidad después de tanta experiencia. Lo veo más maduro.

Es claro que el proceso de paz ha tenido un duro costo político para Santos, ¿no cree que podría pasarle también factura a Peñalosa?

Al presidente Santos le pasan factura por muchas cosas. Aquí se mueren seis mil chigüiros y no se remueve ni a la ministra de Medio Ambiente, lo cual puede ser un buen termómetro de la sensibilidad de un gobierno frente al país. Creo que a la gente hay que plantearle de qué paz se trata, con qué condiciones y qué es lo que se va a ganar. Incluso soy de los que dicen que la paz es una consecuencia natural de lo hecho por Uribe, aunque él haya optado —con un espíritu más bien de venganza— por oponerse al proceso.

En la campaña reeleccionista dicen que la paz necesita la continuidad de Santos, ¿lo ve así?

No, como está el panorama político sólo sabemos que hay dos sectores —el Partido Conservador y el Centro Democrático— que echarían para atrás el proceso. El resto de candidatos le dicen sí, y pienso que bien conducido y bien comunicado al país vamos a lograr que la gente se sintonice con él, algo que es necesario.

¿Le gustaría que se diera una alianza entre Peñalosa, los progresistas, el Polo y la UP?

No soy de la idea de que las minorías tienen que unirse y tienen que tener un candidato para representar algo que es muy difícil de interpretar por la heterogeneidad que existe. El proyecto político de Progresistas o del Polo tiene que tener cabida en la democracia como una verdadera izquierda. Y no veo a Peñalosa como un hombre de izquierda, sino de centro, muy preocupado por los temas de democracia, de equidad y de desarrollo, sin mucha ideología.

¿Es posible repetir la ‘ola verde’?

Ojalá. Cuando estuve en el proceso de acercamiento con los verdes hablé mucho con Lucho Garzón, con Antanas Mockus y con Peñalosa. Veía que había una serie de quiebres y resentimientos, pero si hubiese más altruismo en estos líderes, creo que cosas importantes de esa ‘ola verde’ podrían volver a la escena.

La Procuraduría le pidió al Consejo de Estado anular la decisión que tumbó la inhabilidad en su contra, ¿qué piensa de esa solicitud?

El procurador es muy conchudo. Es una muestra de la soberbia exacerbada que tiene y un desafío muy grande a una institución como el Consejo de Estado.

¿Usted se considera un perseguido político de él?

No me gusta ponerme en el lugar de víctima, pero digamos que las acciones del procurador, el proceso que me instauró y la manera como lo resolvió —como lo dicen los magistrados del Consejo de Estado— se basó en una falsa prueba para llegar a una sanción que fue un exabrupto.

¿Y por qué cree que lo persigue?

A él no le gustan los movimientos que somos más laicos, que pensamos que el Estado debe estar separado de la Iglesia. Eso lo irrita muchísimo. Y al mismo tiempo tiene compromisos con sectores políticos de Antioquia muy fuertes, que han buscado la manera de sacarnos de circulación y él ha servido a esos intereses.

¿Hay que quitarle facultades a la Procuraduría?

Pues por lo que he investigado, la Procuraduría es una figura que no existe en ningún lado. Se necesita por lo menos una reforma en que se establezca muy claramente a través de qué procesos se puede llegar a destituir a cierto tipo de funcionarios. Nadie es más responsable de precipitar la reforma de la Procuraduría que el mismo Alejandro Ordóñez.

¿Por qué Mónica Roa lo acusa de haber desmontado la Casa de la Mujer en Medellín por razones similares a las del procurador?

Está muy desinformada. Tuvimos una política pública clara y fue que toda la red hospitalaria cumpliera con la sentencia de la Corte Constitucional respecto al aborto. Pero la Clínica de la Mujer no era para abortos, ese fue un desenfoque que tiene tanto la Procuraduría como el movimiento feminista. Una clínica que no tiene quirófano no puede serlo, era para atender temas de violencia sexual contra las mujeres, algún tipo de patologías específicas y para desarrollar políticas preventivas. Por ejemplo, para los tipos de cáncer femenino. Pero el procurador decidió mandar como ocho vigilantes antes de que el proceso arrancara y eso paraliza cualquier proyecto. Obviamente lo lograron.


@hgarciasegura

@AlfredoMolanoJi

Por Hugo García Segura, Alfredo Molano Jimeno

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