'La izquierda se montó en el poder'

Dice que es “locomotora” y no “vagón”, por lo que no aceptó ir en la lista al Senado del Centro Democrático, y que en su afán por la reelección el presidente Santos firmará “cualquier cosa” con las Farc en Cuba.

Alejandro Villegas / Especial para El Espectador
04 de octubre de 2013 - 05:10 p. m.
Pablo Victoria tuvo que salir exiliado tras su denuncias en el proceso 8.000.  Regresó en 2009.   / Archivo
Pablo Victoria tuvo que salir exiliado tras su denuncias en el proceso 8.000. Regresó en 2009. / Archivo

Después de 15 años de silencio político, el excongresista Pablo Victoria —famoso por sus intensos debates en contra de Ernesto Samper durante la época del llamado proceso 8.000— reaparece en la vida pública nacional para anunciar su precandidatura presidencial. Dice que es una “locomotora” y no un “vagón”, por lo que no aceptó aspirar al Senado en el Centro Democrático y responde a los señalamientos sobre su supuesta simpatía con grupos neonazis.

¿Qué pasó con su vida después que dejó la política?
Cuando dejo el Congreso, mostrando toda la evidencia contra Samper de que a su campaña habían entrado dineros del narcotráfico, las amenazas sobre mí y sobre mi familia aumentaron decidimos salir del país. Me desaparecieron siete años de cotización al Seguro Social, las huellas digitales y el registro civil. Cuando fui a cambiar la cédula, resulta que yo no existía. Eso indica que muy seguramente me iban a matar y a dejar por ahí tirado como NN. Además, las elecciones del 98 al Congreso se las robaron. Me robaron 20 mil votos. Presenté las pruebas de cómo tachaban las cifras y ponían otras y finalmente el Consejo de Estado dijo que yo debí haber demandado en las mesas y no después de que pasaran las elecciones. Por supuesto que yo no me había dado cuenta que en las mesas me estaban robando, pero no hubo poder humano para que la justicia hiciera justicia. A mi señora, el procurador Alejandro Ordoñez la hizo procuradora delegada y regresamos en 2009.

¿Quiénes estaban interesados en asesinarlo?
Yo pienso que en Colombia se hizo hábito robar elecciones y aquí no solamente falsifican cédulas y desaparecen a la gente, sino también sus archivos. Eso no es extraño, me imagino que fue obra de la mafia. No podría decir quiénes. Luego, cuando vine a cambiar la cédula, resulta que yo no existía y me tocó entregar de nuevo toda la documentación, porque todo lo desaparecieron.

En una declaración de alias “Rasguño” desde Estados Unidos, lo acusa a usted de haberse reunido con Álvaro Gómez para fraguar un golpe de Estado contra Samper. ¿Esas reuniones existieron?
Eso es absolutamente falso. Yo creo que Rasguño se conoce por todas las falsedades que ha dicho. Esa versión circuló y a mi inclusive la Fiscalía me llamó como tres veces para ese tema. La teoría oficialista de ese entonces era que la derecha colombiana, que era la que estaba impulsando a Gómez a participar en un golpe de Estado, fue la que lo asesinó, cuando él decidió no participar en eso. Me parece una tesis absolutamente extravagante. Yo hice unas investigaciones y estoy absolutamente convencido de que fue un crimen de Estado.

¿Y según esas investigaciones, quiénes son los responsables del crimen de Álvaro Gómez?
En este país se dan órdenes directas o indirectas. Por ejemplo, una orden indirecta podría ser “cuéntele a los señores de La Modelo que si se da un golpe de Estado, de aquí salen como pepa de guama extraditados”. Entonces los de La Modelo pagan un dinero para que se asesine a Álvaro Gómez y ellos no salir extraditados.

En las últimas horas inscribió su nombre como precandidato presidencial en el Partido Conservador. ¿Qué puede proponer distinto de lo que ya han planteado otros en ese partido o del uribismo?
Hay que hacerle unas propuestas al pueblo colombiano que realmente disparen su imaginación, es decir, unas propuestas de Estado. Lo que yo he oído hasta la fecha de muchos precandidatos es intentando tapar los huecos de un canasto en que se ha convertido el Estado colombiano y que hace agua por todos los lados. Aquí nadie está haciendo una propuesta de cómo cambiar de vasija. Este país es demasiado importante, estamos en la mejor esquina de América y hay que intentar proyectarlo hacia el futuro con unas propuestas realmente grandes.

¿Pero es consciente que las posibilidades de ganar la consulta o la Presidencia son casi nulas?
Soy consciente de todas las dificultades que existen para eso, pero considero que es mi deber como conservador participar en esta contienda, no solamente para darle dinamismo al partido, sino para que se recojan algunas de las propuestas que tengo y se lleven a cabo. Lo que me interesa es la grandeza del país.

¿Es verdad que le ofrecieron integrar la lista al Congreso por del Centro Democrático?
El tema es que yo mismo me permití decirle al doctor Álvaro Uribe que soy una locomotora y a lo mejor podría ayudarle a empujar ese tren, pero no soy vagón de carga. Es decir, no soy vagón de enganche para que me pongan en cualquier parte. Pienso que tengo una tradición política, he hecho un esfuerzo importante en este país en contra de la corrupción, creo que soy lo suficientemente conocido y además no tengo esqueletos en el closet guardados.

¿Cómo así, hay otros candidatos del Centro Democrático con esqueletos guardados en el closet?
Por lo menos yo no los tengo. Entonces, con todas esas virtudes o capacidades, creo que podría perfectamente no ponerme en cualquier sitio, sino haberme ofrecido un sitio específico. Es lo que quiero decir. No permitirme ser vagón de enganche sino simplemente ayudar a empujar una locomotora que creo tiene mucho peso muerto.

Usted se ha referido al presidente Santos como “Santochenko”. ¿No le parece que ese no es un calificativo para referirse a un presidente de una República?
Cuando uno está en política se expone a que le digan todas esas cosas. Uno se debe poner un impermeable, inclusive tener piel de elefante para que le resbalen todas estas cosas. Pero yo creo que es un calificativo que refleja un poco lo que estamos viviendo. Evidentemente, la izquierda colombiana se nos montó en el poder con Santos. Él mismo dijo que iba a ser recordado en la historia como traidor de su clase y pienso que va a ser recordado como eso, porque para él hacerse reelegir va a firmar cualquier cosa y además el referendo que quiere, no va a ser tanto para refrendar los acuerdos de La Habana sino que lo que quiere es montar un “congresito” para que le dé carta blanca y así perfeccionar y rellenar los huecos que van a quedar en el acuerdo de La Habana.

¿No es un poco exagerado decir que estamos ad portas de un totalitarismo marxista?
Fíjese, ¿en materia de la justicia hay algún procesado por “farcpolitica”? Parece que ahora hay dos delitos que no aparecen en el Código Penal, el de “reunencias” y el de las “conocencias”. Si usted conoce a algún delincuente o lo ha visto en alguna fiesta o se lo han presentado, queda inmediatamente incurso en un delito de concierto para delinquir, o si usted se ha reunido con paramilitares, como es el caso de Luis Alfredo Ramos, para convencerlos de que dejen las armas o se metan en el tema de Justicia y Paz. Pero no es un concierto para delinquir el que usted se haya reunido con las Farc. Aquí hay mucha gente que se ha reunido con la guerrilla, hasta el presidente de la Bolsa de Nueva York vino al Caguán y los grandes “cacaos” de este país se sentaron en la mesa sin permiso del gobierno.

Pero estaba vigente un proceso de paz con el presidente Pastrana...
Claro, estaba vigente, así como la Ley de Justicia y Paz, que se estaba tramitando en el Congreso. Pienso que cualquier esfuerzo por la paz, como mandato constitucional, es un deber de todo colombiano buscarla. Entonces estoy desconcertado que haya “parapolítica” pero no “farcpolitica”. Hay una gran infiltración ideológica en las cortes, tribunales, juzgados y la justicia colombiana está permeada y sesgada en ese sentido. Vamos marchando aceleradamente hacia un Estado filomarxista. El chavismo se nos está instalando en el país.

¿Pero acaso su amigo, el procurador Alejandro Ordoñez, no sancionó y destituyó a Piedad Córdoba por supuestos vínculos con las Farc?
El procurador es el único funcionario que realmente quiere impartir justicia en este país y que es absolutamente imparcial, pero yo no veo que las cortes estén aplicando la ley de esa forma. Mire la cantidad de militares que están detenidos, presos, inclusive sentenciados, con el solo señalamiento de cualquier delincuente. Está condenado Rito Alejo del Rio, el coronel Mejía y el general Arias Cabrales, por el Palacio de Justicia, pero resulta que los delincuentes que asaltaron el Palacio y el señor Iván Márquez, no van a pagar un día de cárcel. Esto es insólito, una injuria a la justicia universal.

El Espectador informó hace poco que usted asistió a una reunión de un grupo que se denomina Alianza Nacionalista, que abraza las ideas del nacismo, ¿comulga con esas ideas?
No, por supuesto que no. Inclusive alguno de esos jóvenes se me aproximó para decirme que ellos querían oír una charla mía sobre la hispanidad y yo le pregunté: “¿ustedes han abandonado esas peleas callejeras, el tema racista y esas cosas?”. Me dijeron que sí y que inclusive hasta habían cambiado de nombre para que no los asociaran más con el nacismo. Les dije que organizaran la conferencia, que yo les hablaba y que me alegraba muchísimo que hubiesen dejado esas luchas estériles y además horrorosas, porque lo que cometió Hitler en el pasado espeluzna, es un holocausto espantoso. Sin embargo, el redactor que hizo ese informe quiso embarrarme porque en este país también hace carrera que algunos periodistas, para buscar lectores, quieran ser sensacionalistas y tuercen la realidad de los hechos para buscar sus fines.

Sin embargo, en el blog de este grupo Alianza Nacionalista predican cero tolerancia para los movimientos de izquierda y hablan del sionismo y su basura. ¿No le parece que eso es una forma de violencia?
Me parece que es un radicalismo que no debe tener asiento en nuestro país. Por eso incluso los aconsejé sobre el tema, les dije dentro de la conferencia que los españoles no habían traído el racismo a América ni lo habían aceptado, como sí lo hicieron los anglosajones que acabaron con los indígenas. Yo creo que el nacimiento de los derechos humanos no son las Naciones Unidas sino el Códice de Isabel La Católica en su testamento y se los dí a conocer. Ellos verán y harán lo que quieran, pero me parece un despropósito.

¿Entonces, no se arrepiente de haber asistido a esa conferencia? 
Me parece que fui engañado y quiero reafirmar que no tengo ningún lazo ni con el nacismo ni ninguna simpatía por esas actitudes racistas y xenofóbicas.

Quiero preguntarle por un nombre: ¿usted conoció a Juan de Jesús Pimiento Traslaviña?
No tuve ninguna relación con él. Hace muchísimos años, cuando estábamos prácticamente de salida para España, quise vender la finca en Yerbabuena y por interpuesta persona me contactaron y finalmente llegó este señor y la compró. Entiendo que hubo algunos problemas un tiempo después, un allanamiento o algo así. Yo inclusive estaba en el extranjero, pero no he sido ni amigo, ni he tenido ninguna relación cercana con él. Simplemente fue un comprador.

¿Sabía que Pimiento Traslaviña era un integrante de los paramilitares y que incluso su nombre aparece mencionado como promotor de grupos neonazis?
Después de la compra perdí todo contacto. Según la persona que inicialmente me contactó para vender la fina, que ya no tengo ni idea cuál es nombre, él era de Santander y quería trasladarse a Bogotá. Como a los ocho o quince días lo recibí y se hizo la negociación, casi que inmediatamente. Inicialmente yo iba a vender una parte de la finca y le pedí un precio, pero me dijo que la quería toda porque estaba tan bonita. Le dije que eso le valía un poco más. Negociamos el precio y lo pagó. Luego nos fuimos para España y perdí total contacto.

Usted es muy amigo del procurador, al punto que su esposa trabaja como procuradora auxiliar, ¿de dónde nace esa amistad?
Esa amistad nació hace muchísimo tiempo, cuando yo publiqué un libro que se llamó Protestantes vs. Católicos: el juicio final, en el que hice un análisis de las diferencias teológicas entre el catolicismo y el protestantismo. Aparentemente, Alejandro Ordoñez, quien en alguna oportunidad había votado por mí o tenía alguna cercanía ideológica conservadora, lo leyó y a través de un amigo hizo contacto recién estaba llegando a Bogotá para posesionarse en el Consejo de Estado. Me quiso conocer, llegó a mi casa y estuvimos charlando del libro. Así nació esta amistad y además resulta que él va a la misa tridentina y yo también suelo ir a la misma iglesia, y allí nos encontramos las dos familias, que han sido amigas de hace muchísimo tiempo. Mi señora es muy amiga de la señora de él también.


 

Por Alejandro Villegas / Especial para El Espectador

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