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Los cálculos político-electorales

Aquí y allá, los dirigentes políticos buscan sacarle provecho electoral a la situación, mientras el Gobierno colombiano mide las consecuencias de la tensión binacional en las negociaciones con las Farc en La Habana y con el Eln, que serían en Ecuador.

Redacción Política
30 de agosto de 2015 - 02:00 a. m.

El “síndrome del enemigo externo” es una de las más eficaces prácticas políticas de todos los tiempos. Se trata, palabras más palabras menos, de apelar al espíritu nacionalista para trasladar la atención de los ciudadanos de los problemas internos a la amenaza que constituye un tercero. Este modelo podría aplicarse a la controversia que ha surgido entre Colombia y Venezuela en la última semana. Más cuando las reacciones de los políticos de uno y otro país se leen desde la perspectiva electoral, que tiene cita en ambos países antes de que termine 2015.

La decisión del presidente venezolano, Nicolás Maduro, de cerrar la frontera, deportar a los colombianos que habitan la zona limítrofe y declarar el Estado de Excepción en cinco municipios de Táchira, ha desatado una turbulencia política con rastros de xenofobia. La respuesta del presidente Juan Manuel Santos ha ido subiendo de tono al vaivén de la opinión pública, la misma en la que han tomado parte cinco expresidentes colombianos, entre ellos Álvaro Uribe, quien viajó a Cúcuta el lunes en la tarde y quien se ha cruzado venenosos dardos con el mandatario venezolano.

Y es que los hechos de la última semana -que ya tiene en consultas a los embajadores de los respectivos países- cambiaron el discurso político de ambos lados del Orinoco. En Colombia, las elecciones a cargos locales y regionales del 25 de octubre ha hecho que los partidos y el debate electoral se concentren en la crisis con Venezuela, sin que falten los que quieran sacarle provecho. “A la delicada situación humanitaria que se vive a lo largo de la frontera se le suma una pasarela de políticos que entorpecen la entrega de mercados y el conteo de víctimas, pues cierran calles, irrumpen en los albergues y lanzan discursos incendiarios que en nada contribuyen a la situación”, refirió a este diario un testigo del desarrollo de los hechos.

Es así como el expresidente Uribe, megáfono en mano, estuvo en Cúcuta el lunes acompañado de sus candidatos en la región. Dos días después las comisiones segundas de Senado y Cámara sesionaron desde la frontera. También llegó el gabinete y el propio presidente Santos. Viajó el procurador Alejandro Ordóñez y el defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora. Se han expresado contra Maduro los expresidentes Belisario Betancur, César Gaviria y Andrés Pastrana. Y ha terciado tímidamente en la controversia el exmandatario Ernesto Samper, secretario general de la Unasur, a quien le han llovido las críticas por su discurso moderado.

Del lado venezolano el ambiente no ha sido muy distinto. El viernes pasado, en Caracas, se realizó una marcha de apoyo al presidente Maduro, quien aprovechó para anunciar la ampliación de las operaciones de la Guardia Nacional en siete municipios más de Táchira, todos fronterizos con Colombia. Pero al mismo tiempo las fuerzas opositoras, que dominan la política en este estado, realizaron manifestaciones de rechazo a la política contra los colombianos. Un pulso que enciende los ánimos para las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre.

El argumento central del presidente Maduro es que existe una “amenaza paramilitar” contra su gobierno, que aprovecha la frontera con Colombia, donde el narcotráfico y el contrabando campean. De ahí se ha desprendido una cadena de agresiones verbales contra Uribe e incluso contra Santos. Y ha sido tal el nivel de los discursos del mandatario venezolano, que la Iglesia católica en ese país ha llamado a la reflexión para que no se acepte que “en aras de la defensa nacional, la seguridad y la soberanía se hagan procedimientos militares de alta peligrosidad contra la población civil (…) no se puede estigmatizar a todo un colectivo de presuntos delitos sin el debido proceso y el derecho a la defensa”.

Mientras tanto en Colombia las declaraciones de Maduro han creado dos situaciones disímiles. Por una parte, los partidos políticos del presidente Santos y el expresidente Uribe -la U y el Centro Democrático- han pedido al mandatario radicalizar sus posiciones para exigir respeto de Maduro y replantear el papel de Venezuela como garante del proceso de paz con las Farc. De igual manera, la izquierda colombiana, con el Polo a la cabeza y la misma guerrilla, han pedido cabeza fría, insistir en el diálogo y valorar la importancia del país vecino en la mesa de diálogos.

Y es que ese ha sido el principal reto para el Gobierno: que la crisis no ponga en peligro los avances de los diálogos con las Farc en La Habana y la fase exploratoria con el Eln, ya que en ambas negociaciones Venezuela cumple un papel protagónico. Primero, porque ha servido como puente entre la insurgencia y el Ejecutivo, y segundo, porque la logística de ambos procesos se ha servido del apoyo venezolano.

De hecho, se sabe que los traslados de jefes guerrilleros a Cuba -incluyendo los de los máximos comandantes del Eln y las Farc- se han hecho desde el territorio vecino. Y que Venezuela ha acogido en gran parte la fase exploratoria con el Eln, que según informaciones creíbles, está cerca de iniciar la mesa formal. “La mesa se podría instalar muy pronto, pero la crisis con Venezuela puede llegar a retrasar el comienzo del proceso de paz con el Eln”, explicó un alto funcionario del Gobierno.

Por Redacción Política

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