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Los retos de la paz

¿Será capaz el presidente Juan Manuel Santos de lograr un consenso nacional en torno a la paz, de tal manera que se convierta en un tema de Estado más allá de las disputas políticas y electorales de 2014?

Hugo García Segura / Editor político de El Espectador
08 de agosto de 2013 - 10:58 a. m.
Los retos de la paz
Foto: EFE - Alejandro Ernesto

“Lograr el fin del conflicto”. Ese es, según el presidente Juan Manuel Santos, el mayor reto para su último año de mandato. Al menos de su primer mandato, porque solo hasta noviembre le anunciará al país si buscará o no otros cuatro años en el poder. Según dijo, las Farc no tienen alternativa diferente a firmar la paz y las negociaciones que se adelantan en La Habana van por buen camino. Un optimismo que contrasta con el escepticismo generalizado que se percibe en la opinión pública nacional, así las encuestas muestren un apoyo a los diálogos por encima del 60%.

Incluso, el mismo jefe de Estado da argumentos para reforzar ese sentir de desconfianza en la gente cuando dice que “las Farc nos han engañado muchas veces”, aunque al mismo tiempo señala que cree en el proceso “por la seriedad con que se ha llevado”. Y cuando habla de seriedad, todo indica que se refiere al acuerdo alcanzado hasta ahora en el primer punto de la agenda de los diálogos, el de política agraria, si bien por ahora se trate de simples enunciados y queden temas pendientes, como lo de las zonas de reserva campesina o los límites a la extranjerización de la tierra y el latifundio.

El primer mandatario ve también como un acierto el hermetismo que han respetado las partes sobre lo dialogado en la mesa, así la guerrilla salga casi todos los días a ‘mostrar los dientes’, en declaraciones públicas en las que exponen sus posturas y plantean el modelo de Estado que desean para el país. Queda claro que el presidente Santos está jugado por el proceso de paz y, aunque no se diga abiertamente, que parte de su optimismo está fundamentado también en la ventaja militar que tiene el Gobierno sobre la guerrilla en el desarrollo del conflicto, a pesar de que esta tenga todavía poder de hacer daño con el terrorismo y las emboscadas a la Fuerza Pública.

Sin embargo, teniendo en cuenta que las negociaciones en La Habana apenas avanzan en el tema de la participación política y aún están por abordarse asuntos tan neurálgicos como el narcotráfico, la entrega de armas y desmovilización, y el darle la cara a las víctimas, hay quienes creen que no hay motivos para ser tan optimistas. Mucho menos cuando las Farc siguen pidiendo constituyente y hablan de una reforma a la institucionalidad del Estado, que no está en la agenda acordada. Reforma que incluye, por ejemplo, el cambio del régimen presidencialista, la entrega de curules directas en el Congreso, la modificación de las Fuerzas Armadas y hasta de los medios de comunicación, entre otros aspectos.

Y otro punto clave: todo indica, hasta ahora, que los tiempos de Gobierno y guerrilla no son iguales. El mismo presidente Santos ha dicho que los diálogos no pueden prolongarse indefinidamente, mientras que la organización subversiva expresa que prefiere trabajar “sin prisa y sin pausa”, que no le gusta “correr mucho” y que es mejor “hacer las cosas despacio, bien y con buena letra”. Como quien dice, el ritmo de las conversaciones es otro de los pulsos que mantendrán Gobierno y Farc y lo que se verá en lo que queda del año es que mientras los negociadores de Juan Manuel Santos apelan constantemente a la agilidad y a ofrecer resultados a la ciudadanía, la guerrilla seguirá resistiéndose a establecer “plazos fatales”.

El otro gran reto tiene que ver con las víctimas. Desde el jefe de Estado hasta el jefe negociador del Gobierno en La Habana, Humberto de la Calle, pasando por el ministro del Interior Fernando Carrillo, han dicho que la guerrilla tiene que darles la cara a las víctimas. Pero el “quizás, quizás, quizás”, que contestara ‘Jesús Santrich’ en octubre del año pasado, cuando tras la presentación oficial ante el mundo del proceso de paz le preguntaron por la necesidad de verdad, justicia y reparación, sí que dejó pensando al país. Y hoy más que nunca cuando en el más reciente comunicado, las Farc propusieron la creación de una comisión para estudiar el conflicto desde sus orígenes, con la violencia partidista, e insistieron en que el Estado ha sido el más grande victimizador de la historia.

Para el Gobierno, además, se viene el reto de saber sortear el desarrollo de las negociaciones y el proceso electoral a Congreso y a Presidencia de la República del próximo año. El pueblo colombiano espera ver resultados y aunque el presidente Santos insiste en que se seguirá dialogando sin cese al fuego, la incertidumbre que generan los ataques terroristas y a la Fuerza Pública siguen sembrando zozobra y es algo que se deberá saber sortear. Así las cosas, lo que queda por ver en la recta final del cuatrienio Santos es qué tanto aguante tiene el Gobierno frente a una guerrilla que sigue jugando a mostrar fortaleza militar y política, aunque no la tenga, tratando de posicionarse en la mesa de negociación.

El camino es culebrero y lo que el país se pregunta en estos momentos es cuánto de justicia debe sacrificarse para conseguir la paz o cuánto de Constitución debe modificarse. Está también la expectativa sobre la suerte del Marco Jurídico para la Paz en la Corte Constitucional, que marcará el punto de partida hacia la adecuación de las normas de justicia transicional para afianzar el proceso de La Habana. Hay quienes ven en el inmediato futuro la necesidad de que el presidente Santos busque consensos para que la paz sea de verdad un tema de Estado.

Según el analista Luis Carvajal, si bien a estas alturas no sabemos si el presidente se postulará a su reelección, en cuyo caso tiene altísimas probabilidades de triunfar según dicen hasta ahora las encuestas, el proceso de paz debe situarse por encima de esa posibilidad.

Y concluye: “Santos debería agotar recursos, convocando, nuevamente, sectores de opinión importantes que hoy no están suficientemente representados ni en el Congreso ni en La Habana. Antiguos contradictores, como el expresidente Uribe, quien no tiene congresistas pero tiene votos, y Human Rights Watch no deberían faltar; ni el expresidente Samper, con influencia en amplios sectores liberales no oficialistas y de opinión; tampoco el expresidente Pastrana, quien no tiene ni congresistas ni votos, pero mantiene influencia en sectores conservadores y Clara López, quien se encuentra en trance de conseguirlos. ¿Será que se puede?”.
 

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