“Nadie puede decir que he sido clientelista”: Jorge Enrique Vélez

Con esta afirmación, el exsuperintendente de Notariado y Registro se arriesga al iniciar su tarea de presidente de Cambio Radical en época preelectoral.

El Espectador
18 de marzo de 2017 - 05:47 a. m.
“Nadie puede decir que he sido clientelista”: Jorge Enrique Vélez

¿Qué hizo Superintendencia de Notariado que usted dirigió, distinto a las administraciones anteriores de esa misma entidad?

Cuando llegué, el presidente me manifestó que teníamos que determinar la verdad de la situación actual de la propiedad de la tierra en Colombia, porque era el combustible que había prolongado el conflicto armado durante 50 años.

¿Cuál era el problema tradicional de la propiedad de la tierra: los títulos, el registro, los dueños o algo más?

Había que establecer en manos de quién estaba la tierra, si se la habían robado o no y, dependiendo de la realidad que encontráramos, qué había que hacer. Nos dedicamos a trabajar. Cuando se empezó a discutir la Ley de Víctimas en el Congreso, solicitamos la creación de la Oficina delegada de tierras y me di a la tarea de conseguir a jóvenes universitarios recién egresados en su mayoría, que no tuvieran ningún tipo de nexos con grupos ilegales o intereses en ese campo. Nos demoramos casi tres años elaborando un diagnóstico, pero lo hicimos: descubrimos cómo y quiénes se apropiaron de los predios.

¿Las víctimas eran campesinos o la nación?

Las mayores víctimas del despojo de tierras en Colombia no fueron los campesinos, sino el Estado: se robaron los baldíos de la nación.

Entonces cuéntenos, ¿cómo y quiénes se adueñaron de los baldíos?

Nuestro primer hallazgo consistió en que la mayor parte de los despojos de tierra en Colombia no se ejecutó con plata y plomo, sino con artimañas jurídicas: se la robaron en papeles y como no había registros oficiales, esos papeles eran las únicas constancias supuestamente legales de quiénes eran los propietarios. Después identificamos 65 formas jurídicas de desalojo. Recuerde los casos emblemáticos de Montes de María, Urabá y la altillanura, entre otros. Mediante esas modalidades era fácil que el despojo se sucediera durante estos 50 años, porque casi no existían mecanismos de recuperación. Pero el diagnóstico elaborado por nosotros nos permitió empezar a trabajar en su rescate.

¿Quiénes fueron los despojadores principales de la tierra?

Las guerrillas, los paramilitares, el narcotráfico y gente de cuello blanco.

¿Cuáles grupos de cuello blanco?

Algunos de los que figuraban como grandes empresarios del agro y de la ganadería.

¿Puedo interpretar que en esa práctica ilegal cayeron, en consecuencia, algunos entre quienes figuran en las páginas sociales?

Sí.

¿Se atreve a decirme nombres y apellidos?

No, porque hay procesos penales y administrativos que todavía hacen curso.

¿Cómo hacían la operación de apropiación de la tierra las guerrillas, los paramilitares y los demás despojadores?

Mediante la aclaración de linderos. Por ejemplo, una finca que tenía mil hectáreas terminaba teniendo dos mil corriendo los linderos. Todo esto se podía hacer, reitero, porque los baldíos del Estado no tenían registro.

¿Se podría decir, entonces, que la ausencia de registros y documentos de titulación que el mismo Estado debía hacer fue el factor que propició el despojo?

Así es. En la reforma que promovimos del Estatuto de Registro de Instrumentos Públicos incluimos un artículo que obliga a que los baldíos estén titulados. Esa labor la viene realizando la Agencia Nacional de Tierras.

¿Cuántas hectáreas calcula que se robaron?

Entre todos los despojadores, más de tres millones de hectáreas.

De esos tres millones, ¿cuántas hectáreas son del Estado y cuántas eran de campesinos?

Alrededor de 400 mil hectáreas pertenecen a campesinos a quienes, hoy, la Unidad de Restitución les adelanta proceso de devolución de sus predios. El resto (unos 2 millones 600 mil hectáreas) son baldíos del Estado y su regulación está en manos de la Agencia Nacional de Tierras y de la Superintendencia de Notariado y Registro que dirigí hasta el viernes.

¿Cuánta complicidad tuvieron las notarías en ese robo masivo de terrenos?

No hay que estigmatizar a los notarios. Muchos fueron y son correctos, pero también es cierto que algunos de éstos y funcionarios del antiguo Incora, Incoder, de la propia Superintendencia, jueces y delincuentes comunes, hicieron parte de esta especie de gran bacrim de robos de tierra.

¿Cuántas hectáreas han recuperado?

Por encima del millón, 800 mil hectáreas: en zonas donde se encontraban las Farc: 800 mil. En predios que estaban en poder del narcotráfico y del paramilitarismo, cerca de 400 mil. El resto están en extinción de dominio y en recuperaciones individuales.

Al margen, ¿qué sucedió con el baldío de la nación que estaba en poder del exmagistrado Jorge Pretelt?

Nosotros hicimos un estudio de títulos de todas las propiedades del exmagistrado incluyendo ese baldío y entregamos el resultado a la Fiscalía. Hoy existe un proceso que todavía está abierto.

El baldío al que me refiero, una isla ubicada en el archipiélago de San Bernardo, ¿es o no del Estado y el exmagistrado todavía lo tiene bajo su dominio?

La totalidad de las Islas del Rosario y del archipiélago de San Bernardo le pertenecen al Estado, es decir, son públicas. Si están en posesión de particulares, éstos deben pagarle a la nación un arriendo por su disfrute.

¿Cuánto paga el exmagistrado por ese baldío en donde tiene una casa enclavada en el mar?

No paga nada. Conocí ese caso hace cuatro años. La Agencia Nacional de Tierras tiene el proceso administrativo de recuperación y regulación del predio.

¿Cuál es la tarea más atrasada que dejó?

La situación jurídica de las playas y de las rondas de los ríos que están, en muchos casos, están en manos de particulares. Será una labor que deberá enfrentar el Estado pronto.

Demos vuelta a la entrevista: usted fue gobernador encargado de La Guajira durante unos meses, cuando dos o más gobernantes de ese departamento fueron capturados. ¿Qué fue lo peor que encontró?

Encontré la corrupción enquistada en unas personas que han tenido el dominio del departamento durante los últimos 30 años. Encontré también que los partidos políticos eran usados por ese grupo, sin distinción de tendencia o ideología, para conseguir los avales que les permitieran acceder al poder local y regional con el único fin de robarse los dineros del Estado.

Con su perdón, también ocurrió al contrario: los partidos, en particular Cambio Radical, les daban los avales para asegurarse los votos que esos personajes tenían cautivos…

No sólo eran avalados por mi partido, sino por otros. Reconozco que pudimos habernos equivocado, pero el país también tiene que reconocer que cuando fui allá como funcionario del Gobierno y de Cambio Radical, destapamos la corrupción que había y entregamos esa información al fiscal general, quien es cercano al partido. Le puedo dar la cara al país con tranquilidad.

¿Es consciente de que dirigirá un partido en época de elecciones presidenciales y que esa circunstancia hará más apremiante la necesidad de asegurar votos locales mediante el sistema clientelista de avalar candidatos sin mirar su pasado, sino el número de sus electores?

El país tendrá que entender el mensaje del exvicepresidente Vargas Lleras en su informe de gestión: se adjudicaron obras por más de $60 billones y no hay una sola denuncia por actos de corrupción. Si me tocara denunciar a alguien de nuestra organización, seré el primero en hacerlo ante la Fiscalía. La corrupción no se derrota hablando, sino con hechos.

Permítame ser escéptica: se sabe que las elecciones se ganan con votos y que éstos se consiguen en Colombia, al menos en parte, con los barones electorales que se roban el presupuesto oficial.

Una vez me posesione como presidente del partido, si me hacen llegar denuncias y pruebas concretas contra unas personas, yo mismo me encargo de presentarlas ante las autoridades. Pero tampoco dudaré en denunciar por injuria y calumnia a quien quiera enlodar la imagen de funcionarios o candidatos probos, sólo por interés político. Un gran problema que también hay en el país es que murmuramos mucho, pero a la hora de presentar una queja formal, nadie aparece.

Perdone insisto: usted puede tener buena voluntad, pero se va a enfrentar con gente a la que lo único que le importa es no perder poder. Y hasta ahí llega.

En la Superintendencia y en La Guajira denuncié gente de mucho poder. No me preocupan los peces gordos. Pero, le insisto, tampoco voy a hacer eco de calumnias.

Sin desconocer su imagen actual y su labor al frente de la Superintendencia, se recuerda que sus comienzos en política fueron al lado de caciques de regular reputación. Por ejemplo, Luis Alfredo Ramos.

Es cierto que empecé a trabajar en cargos públicos con él cuando fue elegido alcalde de Medellín. Posteriormente yo mismo fui candidato a la Alcaldía por el movimiento Equipo Colombia que Ramos lideraba, pero su grupo me quitó el respaldo faltando 20 días para las elecciones. Por eso me fui al sector privado durante cinco o seis años y después regresé a la actividad política, pero con Germán Vargas Lleras.

No obstante uno puede pensar que si usted perteneció a esa agrupación de no muy buena recordación, podría tener tentaciones similares.

Nadie puede decir que he sido clientelista. Si alguien ha casado peleas impopulares en los cargos que ha tenido, soy yo. Revise mis actuaciones como superintendente y como gobernador encargado. Lo que hice fue ir en contra de la corriente tradicional.

No quisiera ser insidiosa con los recuerdos, pero usted ha presentado su nombre a varias elecciones y nunca ha ganado. ¿Cómo va a manejar las de 2018?

En primer lugar, no es mi nombre el que está en juego. Segundo, mi tarea será la de organizar el partido que es distinto. Tercero, en las tres elecciones en que me presenté (Alcaldía de Medellín y al Senado dos veces) sólo conté con votos de opinión. Fueron pocos, pero no me arrepiento: prefiero un voto de opinión a muchos del clientelismo.

Entonces usted es definitivamente un optimista: en la Costa Atlántica, en donde es fuerte Cambio, que se sepa, se mueven muy pocos votos de opinión.

En el Atlántico han trabajado con mucho éxito el alcalde Char y la ministra Elsa Noguera, que transformaron Barranquilla. Los hechos que ellos lideraron y que convirtieron esa ciudad que era inviable, en lo que es hoy, llevará por sí sola a la gente a votar por Cambio Radical.

Hace unos años, el narcoparamilitar “Tuso” Sierra, quien ha declarado desde Estados Unidos contra más de un condenado, lo mencionó a usted como presunto aliado del paramilitarismo. ¿Qué pasó con ese proceso?

La Fiscalía adelantó la investigación respectiva y la archivó hace cuatro años. En la ampliación de la versión inicial que dio Sierra, éste admitió que nunca me conoció y que no tuvo relación conmigo, sino que oyó que alguien se hizo pasar como intermediario mío. La Fiscalía archivó el proceso porque no había materia para continuar.

Pregunta final: usted ha sido hombre cercano al presidente Santos y va a trabajar con el exvicepresidente porque también es muy allegado a Vargas Lleras. Si la campaña lleva a éste a distanciarse de Santos, ¿cómo va a manejar usted ese conflicto?

Al momento de renunciar le dije al presidente que podrían criticarlo muchos ahora; que podrían decir de él muchas cosas, pero que estuviera seguro de que la historia, nuestros hijos y nuestros nietos lo recordarán como el hombre que terminó la guerra. En cuanto a Germán Vargas Lleras, jamás había visto a alguien trabajar con tal fortaleza. Son personajes formidables a quienes el país les debe mucho. Si me encontrara en la encrucijada que usted me pinta, buscaría la forma de reunirlos, porque entre ellos hay más respeto y empatía de la que se dice.

Por El Espectador

 

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