Publicidad

Porro, ¿para bailar o para fumar?

La Real Academia de la Lengua define ‘porro’ como ‘cigarrillo de marihuana’. En Colombia es un ritmo musical de la Costa Caribe que genera cultura y convivencia.

Hugo García Segura
10 de abril de 2013 - 09:02 p. m.

El jueves de la semana pasada, el procurador Alejandro Ordóñez levantó polvareda al declararse víctima del matoneo mediático afirmando que la prensa lo estigmatiza “entre porro y porro, y pase y pase” por su posición frente al matrimonio gay. “Los medios han estigmatizado a quienes opinamos distinto. Sí que sabemos lo que significa el matoneo mediático y el ‘bullying’ mediático, sí que los sabemos bien", dijo.

Las reacciones no se hicieron esperar. Fueron muchos los periodistas y analistas que le respondieron, como el columnista de El Espectador Héctor Abad: “Para él la contradicción es matoneo, y para tratar de amedrentarnos nos acusa —generalizando— de conductas que a él le parecen horribles y hacen que casi reviente su cilicio: fumar marihuana o meter cocaína”, escribió.
Y agregó: “Hablando en esos términos, este nefasto inquisidor medieval redivivo, parece llamar a la quema de los herejes y de los viciosos. Ordóñez, en su cabeza, vive en el siglo XV, y cree que la gente se va a asustar con sus majaderías de cazador de brujas”.

Ante la tormenta, el lunes pasado, Ordóñez salió con el cuento de que no entendía por qué se había “dramatizado” tanto el tema, si cuando hablo de “porros y pases” estaba pensando “en el porro como género musical (...) la interpretación no se la di yo, se la dieron ustedes”. Y que cuando habló de “pases” pensó en los “pases del mismo porro”, los movimientos que tradicionalmente tiene este baile.

“Qué mamada de gallo” dijeron algunos. “El procurador nos cree tarados”, expresaron otros. Pero ante la polémica, bien vale la pena retomar un artículo publicado en febrero de 2007 por El Espectador, en el que se cuenta la lucha de un grupo de “sabaneros”, aquellos habitantes de la las llanuras del antiguo gran Bolívar y que bañan ríos como el Sinú, el San Jorge o el Guatapurí, quienes en ese entonces emprendieron la tarea de hacerle entender al mundo que el porro no es un cigarrillo de marihuana, tal y como lo define la Real Academia.

La cruzada comenzó hacia finales de 2006, después de que el maestro Miguel Emiro Naranjo regresara de una gira por Europa con su grupo, La Banda 19 de Marzo de Laguneta (Córdoba), y les contara a sus compañeros de causa la indignante experiencia por la que tuvo que pasar en una de las tantas presentaciones, en una ciudad de Grecia: en un momento del espectáculo, les anunció a los asistentes que ahora traía para disfrutar “unos buenos porros colombianos”. Sorpresivamente, el público reaccionó enojado y en un español maltrecho comenzó a corear: “No, marihuana colombiana no”.

Y aunque con el sonar de las gaitas, los tambores, el acordeón y la tumba, los abucheos se convirtieron en aplausos, en el corazón del maestro Miguel Emiro quedó clavada una espinita. “Fue doloroso ver cómo insultaban y estropeaban el porro, un género musical al que le he dedicado la mayor parte de mi vida”, dice.

Los griegos tenían una justificación. Según la definición de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra “porro” significa, entre otras cosas, “cigarrillo de hachís o marihuana mezclada con tabaco”. Una definición que se ha extendido a lo largo y ancho del viejo mundo y que incluso ha comenzado a trascender hasta nuestras propias fronteras, desconociendo el sentir y el vivir del pueblo sabanero, para quien el “porro” es un aire musical mestizo originario de la Costa Caribe y un son musical que genera cultura y convivencia.

Por eso, cuando regresó al país, Miguel Emiro Naranjo se comunicó con la Red de Sabaneros Militantes, un movimiento académico del que hacen parte músicos, periodistas e investigadores que propenden por el rescate de las manifestaciones culturales de la región, en especial la música y la oralidad, y les planteó el comienzo de una lucha quijotesca por la defensa del porro.

Un porro para gozar

Fue el ingeniero electrónico Edward Cortés, coordinador de la Red, el encargado de dirigirle  una carta a la mismísima Academia Colombiana de la Lengua, en la que, entre otros apartes, dice: “Siendo el porro uno de los aires musicales sabaneros por excelencia, del cual existen en nuestra patria reconocidos intérpretes dentro de la música de acordeón, hemos querido hacer nuestra la inquietud de uno de los grandes valores de la música sabanera, y en especial de la música de bandas como es el maestro Miguel Emiro Naranjo, en el sentido de promover la inclusión del significado musical que el vocablo ‘porro’ tiene en nuestro país, para que su origen sea reconocido a nivel mundial a través del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua”.

La misiva fue enviada también a otras personas como Juan Gossaín y Judith Porto de González, miembros de la Real Academia, lo mismo que a Daniel Samper Pizano. Incluso la Unesco, que conoció la iniciativa, se comunicó para expresar su respaldo. Y si bien hasta el momento no ha habido respuesta oficial de nadie, la Red de Sabaneros Militantes se ha dado a la tarea de regar su cuento vía internet, tratando de crear una conciencia colectiva y sumar adeptos a la causa. Aún hoy, seis años después, la causa en la que también están comprometidos otros como Juancho Nieves, músico sahagunense, pero ante todo gaitero y artesano, quien acaba de presentar una propuesta musical diferente: los porros de las sabanas de Córdoba y Sucre interpretados con gaita, con el sonido respetable del porro tradicional con sus saxos, trombones, trompetas, bombardinos, tambores, platillos y bombos. “El porro se oye más sublime y dulce”, dice con orgullo Nieves.

O Remberto Martínez Suárez, presidente de la Sociedad Sahagunense de Músicos y Compositores, para quien “la cultura musical sabanera, a pesar de ser una de las más ricas, ha sido muy poco difundida” y ahora, para desgracia, “estigmatizada y confundida con el vicio de la marihuana”.

Más allá, hurgando entre las definiciones académicas o tradicionales, se puede encontrar una serie de calificativos llenos de pasión y hasta romanticismo: “El porro es música para la telúrica del ser”, dice José Luis Garcés González, escritor y fundador del grupo El Túnel de Montería. “Es pura alegría que se baila sola”, asegura Enrique C. Angulo, columnista. “Es fiesta total para el cuerpo y el alma”, afirma Noy Godin, estudioso del tema. Y “es alegría en éxtasis de goce” para Ignacio Brun, otro sabanero total.

‘Porrografía’

No hay una teoría precisa sobre el origen del porro, aunque algunos estudiosos aseguran que entre las más aceptadas está la de que nació en la época precolombina, con los grupos gaiteros de origen indígena, y que luego se vio influenciado y enriquecido por la rítmica de los esclavos africanos. Con el paso del tiempo, evolucionó al ser asimilado por las bandas de viento de carácter militar, que introdujeron los instrumentos de metal-viento europeos, como trompeta, clarinete, trombón, bombardino y tuba, que hoy todavía se utilizan.

Guillermo Valencia Salgado, El Goyo, considerado un estandarte de la cultura y el folclor cordobés, dice que su fuente creativa se encuentra en elementos rítmicos de origen africano, principalmente de antiguas tonadas del pueblo Yoruba. “La tradición oral nos lleva a considerar que el porro se tocó sólo con tambores y acompañamiento de palmas y cantado. También por gaitas y pito atravesado”, explica.

En cuanto al origen del nombre ‘porro’, hay dos hipótesis que nada tienen que ver con el “cigarrillo de marihuana” al que se refiere la Real Academia: la de que proviene del manduco o percutor con que se golpea al tambor o bombo y su acción o porrazo, y la que sostiene que es derivada de un tamborcito llamado ‘porro’ o ‘porrito’ con que éste se ejecutaba. Otra discusión gira en torno a su lugar de nacimiento, sobre lo cual tampoco hay consenso: unos dicen que es oriundo de Ciénaga de Oro (Córdoba), otros que del Magdalena, o quizás del Carmen de Bolívar o de San Pelayo, como lo escribió con lujo de detalles Orlando Fals Borda: “En 1902, en la plaza principal del pueblo, detrás de la iglesia y debajo de un palo de totumo”.

El porro tradicional o campesino se suele clasificar en dos tipos o categorías principales: ‘tapao’ y ‘palitiao’. Se sabe que el ‘palitiao’ es oriundo de las tierras del Sinú, especialmente del municipio de San Pelayo y zonas circunvecinas, y toma su nombre, según la versión más aceptada, por la forma como se golpea con el percutor una tablilla incorporada al aro del bombo o externa a este. Por su parte, el porro ‘tapao’ es originario de las sabanas de los departamentos de Córdoba, Sucre y Bolívar, y se denomina así por la predominante forma como el ejecutante del bombo tapa con la mano el parche opuesto al que percusiona.

Valencia Salgado prefiere hacer otra clasificación, definiendo un porro papayero o campesino, que se improvisa, y el sabanero, que está mucho más elaborado y construido. Según dice, éste último fue el que influenció a compositores como Lucho Bermúdez, quien introdujo su baile en los salones más exclusivos de los clubes sociales del país.

Por toda esa riqueza histórica es que está dispuesta a pelear la Red de Sabaneros Militantes, e incluso ir más allá. Porque para el maestro Miguel Emiro Naranjo, “el porro, al igual que el sombrero vueltiao, es cultura. Y los dos van cogidos de la mano”. Razón más que suficiente para que ambos sean considerados símbolo nacional.

Por Hugo García Segura

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar