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"Quiero dejar huella"

Juan Luis Castro Córdoba revela las razones por las que regresó al país, después de 12 años, para buscar mantener el legado político de su madre.

William Acero ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR /
15 de septiembre de 2013 - 09:00 p. m.
Juan Luis Castro Córdoba sería candidato por el liberalismo.
Juan Luis Castro Córdoba sería candidato por el liberalismo.

De 37 años, es médico psiquiatra con dos especializaciones –una en psiquiatría infantil-- y un doctorado. Entre 2000 y 2012 vivió en Estados Unidos, país al que incluso representó en un Congreso Mundial. Hace un año regresó a Colombia y hoy quiere ser senador de la República. Pero en un país tan polarizado políticamente, Juan Luis Castro Córdoba no será un candidato cualquiera. Es hijo de la exsenadora Piedad Córdoba y desde ya genera simpatías y rechazos.

¿Por qué regresar al país, teniendo un prestigio como médico y su vida organizada en Estados Unidos, para meterse en esa leonera que es la política?

Hay muchas razones. M vida estaba definida económicamente y uno tiene ciclos. Otra razón es que hace unos dos años me enferme --me dio una neuropatía, Gillan Barret, pero más sensorial que muscular-- estuve en tratamiento y pensé que me iba a morir. Me vi muy grave, pensaba mucho en mi hijo Sebastián, en mi esposa que es psiquiatra, y eso me hizo revaluar mi vida y fue una de las razones de regresar a Colombia. Además, un tío se enfermó de cáncer. Fue ese ser en quien uno se apoya cuando no estaba ni el papá ni la mamá. Murió en Houston, se lo llevó un cáncer. Lo vi morir y estuve en su entierro en Buenaventura, donde todos los sectores salieron para acompañarlo hasta su última morada. En medio del entierro pensé: “¿qué fue lo que hizo para que llegara tanta gente? Y pensé que realmente yo no había hecho nada por los demás, que tengo mucho para aportar y para enseñar. Quiero dejar huella en millones de compatriotas.

¿Dejar huella desde el Congreso de la República?

Sí, quiero llegar a conseguir un escaño en el Senado.

¿Por qué incursionar en la política teniendo un espejo tan duro y amargo, y a la vez tan riesgoso, con el trabajo que adelantó y adelanta su madre?

Uno en la vida se tiene que meter en lo que cree que puede hacer bien. Siempre he estado en los ejercicios políticos que ella ha hecho y hasta una vez, en una de sus reuniones políticas, yo le dije: “yo quiero algún día ser político”.

¿Usted le dijo a su mamá que se lanzaba al Senado o fue ella la que se lo pidió a usted? 

Ya habíamos hablado de este propósito hace mucho tiempo, de hecho, ya se había contemplado el tema en 2009.

¿Y qué trabajo político ha adelantado? 

Muchos sectores nos están apoyando, en Buenaventura, en Chocó, tenemos ya concretada una cámara en Medellín con Carlos Arturo Piedrahita, quien fue representante a la Cámara y próximamente ocupará la curul Óscar Marín, a quien el Consejo de Estado le quitó la investidura. Nosotros hacemos parte de Poder Ciudadano, un ala del Partido Liberal.

¿Y ya habló con el director del Partido, Simón Gaviria? 

Estoy trabajando para reunirme con él. He estado en conversaciones con líderes del Partido y con el Secretario. Hay muy buen ambiente.

¿Cuál será su principal propósito si llega al Senado? 

La salud y trabajar por los niños, que son la razón de ser de toda nación.

¿Qué piensa de lo que está pasando hoy con el sistema de salud en Colombia? 

Antes de la Ley 100, la salud en el país era distinta, subsidiada por el estado y hasta otros países vinieron a conocer de nosotros. Con la modificación del sistema y la puesta en funcionamiento de esta norma, que a propósito el ponente fue el expresidente Álvaro Uribe, se pretendía mejorar en la atención al usuario, pero esto se volvió fue un negocio.

¿Se equivocaron los gobiernos de aquella época y el Congreso?

No midieron las consecuencias de los que podría venir. Hubo muchas advertencias, pero no le pusieron cuidado. Cuando se empodero al sector privado, de una u otra manera entró a incidir demasiado, y así, en lugar de implementar políticas de salud pública, se convierten es en generadores de dinero, que en realidad no tiene nada que ver con la salud de los ciudadanos. Los gobiernos, de esa época y aun el de hoy, no tuvieron la capacidad necesaria para poder controlar y monitorear lo que sucedía.

¿Cuál fue la principal razón por que salió del país? 

Fue en 2000. En ese entonces teníamos muchos problemas de seguridad y la situación se puso muy crítica. En una oportunidad, cuando estaba terminando mi carrera en la Universidad Pontificia Bolivariana, se paró un gallinazo al lado de la ventana donde estábamos en clase y uno de mis compañeros dijo: “llegaron por Juan Luis”. Es duro, a mí me intentaron secuestrar en dos oportunidades y nos hicieron atentados. Un día el DAS y la Policía, a quienes les debemos mucho, nos advirtieron que a uno de nosotros nos iban a matar. Fue cuando nos tocó salir corriendo del país.

¿Y cómo fue esa salida? 

Fue un paso muy amargo. Acabábamos de salir del secuestro de mi mamá, yo apenas tenía 24 años y es duro llegar a un país donde no se tiene casa ni amigos, no se tiene nada y hay que empezar de cero. Además, llegamos a Montreal en Canadá, donde el frío es una cosa horrible. Primero se fueron mis tres hermanos con mi mamá, y como yo estaba en el último año de mi carrera, me tocó quedarme. Quería irme con mi título en la mano. Me cambie el nombre temporalmente y me fui a Caldas, donde fueron muy queridos y especiales conmigo.

¿Sintió miedo al quedarse solo, sin su familia? 

No, más bien angustia y melancolía. Me quedé con mi padre, pensando que a mis 24 años se me había acabado la vida.

¿Llegó a hablar con su mamá de eso? 

Esas conversaciones eran muy frecuentes y nosotros, de una u otra manera, cuestionábamos su accionar en el tema político. Para nosotros eran muy costosas sus decisiones, aunque a la vez entendíamos su lucha por los derechos de los demás, por acabar con las desigualdades. Era una especie de dicotomía, porque por un lado ella peleaba y nosotros éramos los sacrificados, pero estábamos completamente de acuerdo con lo que estaba haciendo. Incluso nos involucramos tanto en el tema, que en muchas oportunidades nos volvimos parte de ese equipo de colaboradores que siempre está al lado de mi madre.

¿Y cuando le reclamaban, cuál era la respuesta?

En varias oportunidades nos dijo: “si tienen mucho problema, cámbiénse el apellido”. Es que a nosotros no nos invitaban a las fiestas sino que nos echaban. Muchos compañeros de universidad no salían conmigo por las peleas que ella casaba, porque en cualquier momento podía haber un atentado. Las normas que se aprobaron y que ella votó y acompañó fueron muchas, el tema del paramilitarismo y el de la guerrilla. Fueron temas de mucho calibre y que involucró gente muy poderosa. Tengo una anécdota sobre algo que me contó hace unos días el presidente del Partido Conservador, Ómar Yepes, quien hizo parte de la comisión negociadora para la liberación de mi mamá. Cuando fueron por ella, Carlos Castaño, les dijo: “siquiera llegaron por esa fiera, que señora tan brava”.

Para nadie es un secreto que a su mamá la han señalado de tener nexos con las Farc, ¿qué piensa de eso? 

Hay dos planteamientos para eso. Mi mamá ha sido secuestrada en dos oportunidades, por el Epl y por la Autodefensas. Luego mi hermana Natalia desapareció en 2004 y apareció en 2007 en condiciones muy complicadas. Después de que aparece, mi mamá se encuentra en MiamiI con la mamá de Íngrid Betancourt, y ella le comenta el drama de su hija. Fue cuando el tema del secuestro se vuelve una meta más en su vida. Todos le dijimos que eso le traería consecuencias y ella era consciente de los problemas que le iba traer esa intermediación entre las Farc y los secuestrados.

¿Qué sintió tras el fallo del Procurador que la destituyó y la sacó de la política? 

Sentí mucha tristeza. Eso nos golpeó a todos. Cuando él dijo que la destituía por nexos con la guerrilla, nos dejo a todos los Castro Córdoba en la picota pública, pero además se insinuó que teníamos apartamentos en Europa, carros blindados, propiedades, que en Venezuela nos daban de todo y eso es mentira.

¿Por qué cree que se hacen ese tipo de comentarios?

Diría que lo principal es porque ella es uno de los personajes políticos más importantes dentro de algunos sectores y hay muchas personas en contra de lo que ella representa: los afros, los homosexuales, los negros, los indios. Es una mujer que se ha casado con muchas causas muertas para la mayoría de los sectores políticos del país. Además, es mujer y negra, y eso pesa mucho.

¿Cómo fue su trabajo en Canadá y Estados Unidos a nivel de la medicina y la psiquiatría?

Yo llegue a Nueva York y allí empecé hacer mis propias investigaciones. Fui seleccionado por Estados Unidos, sin ser ciudadano americano y sin tener nacionalidad estadounidense, entre más de 150 estudiantes, para representarlo en el Congreso Mundial de Psiquiatría.

¿Por qué la psiquiatría infantil? 

Fui primero psiquiatra general o de adultos, y usualmente en ese campo se hace un manejo crónico de las enfermedades y uno se da cuenta que en el manejo de las enfermedades de adultos no hay una cura completa, mientras que en los niños, cuando uno empieza a conocer el desarrollo del ser humano desde el punto de vista fisiológico y psicológico, se puede hacer más. Estoy adelantando algunos estudios en el país, con universitarios y especialistas, y es preocupante el nivel de violencia que padecen nuestros niños. Es algo que se puede trabajar conjuntamente con universidades y hospitales. En Europa y Estados Unidos, el tema del matoneo se trabaja desde muy temprana edad para que los niños no sufran este mal, y eso es lo que quiero trabajar desde mi punto de vista: a los niños hay que trabajarlos antes de que tengan cinco años para que realmente desarrollen bien su coeficiente intelectual.

¿Qué piensa del proceso de negociación que adelanta el Gobierno con las Farc en Cuba?

Veo que las partes tienen todo para que realmente lleguemos a esa paz tan anhelada para Colombia. Este conflicto lo tenemos que resolver por la vía del diálogo. A la mente hay que enseñarle que los problemas los tenemos que resolver es expresando nuestras diferencias y mirando de qué manera nos ponemos de acuerdo.

¿Cómo definiría al expresidente Álvaro Uribe?

Terco.

¿Y al presidente Juan Manuel Santos?

Bien informado, un estadista. Y todos tenemos que ayudarlo en la búsqueda de la paz.

Por William Acero ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR /

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