Santos: por una última bocanada de oxígeno

Con la conformación de un nuevo equipo ministerial, el presidente Santos apunta a ganar cohesión y gobernabilidad en su último año de mandato, en el que se tienen que afianzar los cimientos de la paz.

Hugo García Segura / Editor político de El Espectador
20 de julio de 2017 - 04:34 a. m.
El presidente Santos en el consejo de ministros en el que se habló de la agenda a impulsar a partir de hoy, cuando arranca la nueva legislatura.
El presidente Santos en el consejo de ministros en el que se habló de la agenda a impulsar a partir de hoy, cuando arranca la nueva legislatura.
Foto: JUANTENA

Ya es una verdad de Perogrullo decir que el último año de mandato de todos los presidentes en Colombia se da en medio de un lógico desgaste ante la opinión pública y duros obstáculos en el Congreso de la República para aprobar iniciativas, pues senadores y representantes a la Cámara están pensando más en sus propios intereses electorales y en la perspectiva del próximo gobierno, es decir, del poder. Y en el caso de Juan Manuel Santos esos dos factores se acentúan aún más después de siete años al frente de los destinos de Colombia y de haber apostado todo su capital político al Acuerdo de Paz con las Farc, hecho que hoy se refleja en la baja favorabilidad que muestran para él las encuestas. Además, no cabe duda, la oposición ha sabido capitalizar a su favor los errores en la estrategia de dar a conocer las cosas buenas de su obra, mientras que algunos de los partidos que lo han respaldado ya comienzan a marcar distancia, haciendo cálculos de cara a la justa presidencial de 2018.

Por eso, lo primero que hay que decir es que el rediseño del gabinete que se avizora con la renuncia protocolaria de ministros, altos consejeros y directores de departamentos administrativos, era una necesidad en este último tramo de mandato, en el que se necesita tener un buen nivel de cohesión para dejar firmes lo que el mismo jefe de Estado ha llamando los “cimientos” de una paz estable y duradera. Aún falta por tramitar en el Congreso varias reformas y proyectos claves y neurálgicos para afianzar el posconflicto como, por ejemplo, la ley estatutaria de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), el acto legislativo que crea las 16 circunscripciones especiales, la Ley de Tierras o la misma reforma política. Es decir, es mucho lo que todavía está en juego, la oposición uribista sigue en pie de guerra y el presidente Santos no puede correr el riesgo de que se le desbaraten las mayorías en el Capitolio.

Mejor dicho, como dice el senador Armando Benedetti, copresidente del Partido de la U, este último año de gobierno, con un proceso electoral andando, Santos se la tiene que jugar toda en lo político, por lo que la estructuración del nuevo gabinete debe ser pensada en esa perspectiva. “Yo desde junio he venido pidiendo que haya una nueva coalición y creo que la renuncia protocolaria de todos los ministros es la antesala a una nueva Unidad Nacional”, indicó. Por su parte, Roy Barreras, también senador de la U, cree que los cambios que se vienen apuntan a garantizar gobernabilidad, pero, sobre todo, a despejar las dudas de quienes piensan que hay división en la bancada de gobierno, hasta ahora mayoritaria. “Los partidos, sobre todo la U, vamos a salir fortalecidos”, asegura.

Claro, cada quien piensa con el deseo y, tratándose del juego político, espera verse “bien representado” —como dicen— en el nuevo equipo ministerial. Por supuesto, tampoco faltan las críticas a quienes han estado hasta ahora en los cargos. “Espero que los nuevos ministros, si es que hay cambios, realmente puedan generar una dinámica en el Poder Ejecutivo eficaz para la implementación de los acuerdos de paz. En el Gobierno se ha visto una ausencia de organización y eficacia para esa implementación y espero que se aproveche esta oportunidad para definir una estrategia seria”, advierte el senador Iván Cepeda, del Polo Democrático. Y ni qué decir de lo que piensa —o mejor, vaticina— el uribismo: “Lo que está funcionando mal es el Gobierno entero y es el que tiene que cambiar. Los cambios de ministros no van a solucionar la situación de desgobierno, cuyo causante principal es Santos. Con este gabinete o con uno retocado, el año que va a comenzar va a ser el peor año del presidente”, augura Alfredo Rangel, senador del Centro Democrático.

Así las cosas, lo que protagonizará por estos días mientras se definen los cambios que, según dicen, serán a anunciados a cuentagotas, será la “gabinetología”, ese ejercicio tan colombiano de hacer pronósticos sobre quién saldrá y quién llegará. Más aún cuando los rumores hablan de que hace pocos días, previo al viaje que hizo a La Habana, Cuba, el presidente Santos se habría reunido con Germán Vargas Lleras, su exvicepresidente y serio aspirante a sucederlo en la Casa de Nariño. Bien es sabido que Cambio Radical, el partido de Vargas Lleras, ha mostrado distancia en uno que otro proyecto en torno a la paz. Por eso, en los mentideros políticos se dice que el revolcón ministerial buscará recomponer las cargas, no solo con el “vargasllerismo”, sino también con los conservadores, donde existe también un sector afín al expresidente Álvaro Uribe y al exprocurador Alejandro Ordóñez. El lío, eso sí, será dejar contentos a todos, por lo que Santos deberá pensar muy estratégicamente el movimiento de sus fichas.

Por ahora es mucho lo que se especula: que podrían salir los ministros de Transporte, Jorge Eduardo Rojas; Salud, Alejandro Gaviria –quien lucha por estos días contra un cáncer linfático–; Educación, Yaneth Giha; Aurelio Iragorri, ministro de Agricultura, a quien el jefe de Estado le pediría ponerse al frente de su partido, la U, para las próximas elecciones, y hasta Relaciones Exteriores, María Ángela Holguín, una de las “joyas” del actual gabinete pero que, aseguran, desde hace rato quiere irse a descansar. Y de los que podrían llegar, ni se diga. Cada vez que hay revolcón ministerial, no faltan los que se ponen a sonar a ver si logran pescar en río revuelto. Políticos curtidos —otros les dicen “lagartos”— que saben que llegar al gabinete, así sea en una última etapa y con poco margen de maniobra ante la inminente llegada de un nuevo gobierno, sirve para “alimentar” la hoja de vida. Lo claro es que el oxígeno que busca tomar Santos con la conformación de un nuevo equipo de colaboradores va a ser, quiérase o no, referente para el duro y polarizado debate electoral de 2018.

Por Hugo García Segura / Editor político de El Espectador

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