Santos según sus discursos

Las declaraciones del primer mandatario permiten aproximarse al corazón del santismo, calificar el carácter ideológico y encontrar las semejanzas y diferencias con el uribismo.

María Fernanda González E.*, Especial para El Espectador
21 de noviembre de 2014 - 09:00 p. m.
A Santos le queda el gran reto de sacar adelante el proceso de paz y construir una imagen carismática que logre enamorar a los colombianos.  / Presidencia
A Santos le queda el gran reto de sacar adelante el proceso de paz y construir una imagen carismática que logre enamorar a los colombianos. / Presidencia

La coyuntura de los diálogos de paz con las Farc admite hoy una pregunta: ¿de qué manera está dando a conocer el presidente Santos el proceso en lo que va corrido de su segundo mandato? ¿Qué nos dicen sus discursos? Un análisis estadístico textual, basado en 113 de ellos, permite aproximarse al corazón del santismo, calificar su carácter ideológico, encontrar semejanzas con el uribismo y tener pistas de por qué no logra enamorar a la población colombiana.

El análisis corrobora que el discurso de paz pasa por una visión de la sociedad a lo Rousseau. Es decir, Santos aboga por crear un nuevo pacto social entre los colombianos. Los temas de su segundo mandato privilegian la defensa de los derechos, la lucha contra la pobreza, la inclusión, la inversión social y la equidad. Su idea de paz parte de un nuevo pacto que involucre a la sociedad. Sus palabras más utilizadas presentan conceptos de igualdad y libertad. Asimismo da prioridad al desarrollo económico.

Pero ¿cómo se traducen estas ideas en la práctica? Su discurso es acción. Deja ver los programas que se hacen en el campo educativo, infraestructura, lucha contra la corrupción, cambio climático o empleo. Se vuelca a las víctimas. Asegura que se han reparado más de 470.000, de 6 millones por hacerlo. Cita a la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, quien considera que este proceso no tiene precedentes. En La Habana, reitera, no se están negociando derechos sino encontrando soluciones para satisfacerlos.

En sus discursos deja ver que su proyecto pasa por la modernidad. Hoy Colombia está conectada con fibra óptica y, según la Unesco, es el país con el mayor número de computadores por estudiante en la región. Para Santos, la población rural debe tener contacto con la tecnología y avanza en la puesta en marcha de kioscos digitales para lograrlo. Según él, 2,5 millones de colombianos han superado la pobreza y 1’300.000 han salido de la extrema pobreza. En su segundo mandato busca crear 2,5 millones de empleos.

Si Santos apuesta en el discurso y la práctica por el ámbito social, ¿por qué no es un modelo castro-chavista o ni siquiera de izquierda, como se califica desde el Centro Democrático? No es castro-chavista porque su modelo económico es neoliberal, como el del expresidente Uribe, y porque prioriza el crecimiento económico. Busca, como él lo afirma, “aumentar a US$11.200 el ingreso per cápita en 2018, bajar el desempleo en cuatro años al 7,5%, e incrementar la inversión al 32% como en los países asiáticos”.

Tampoco es de izquierda porque en su discurso no se asoman conceptos de cambio de modelo, soberanía o modificación de los TLC, ni siquiera menciona las palabras monopolio o revisión de la política minera. Su modelo de integración pasa por una visión pragmática que prioriza lo económico. No es la visión chavista de integración política latinoamericana. Santos es un liberal librepensador que no busca un modelo igualitario al estilo socialista sino mejorar el vigente para que permita bienestar.

Afirma en sus discursos: “La verdadera paz, la que realmente dura, no se construye sobre la humillación del adversario sino sobre la concepción de un futuro de convivencia”. Sin embargo, en su noción de derechos fundamentales, salud, educación y vivienda digna, son tímidos. Por eso da prioridad a la gratuidad de las 100.000 casas, a la donación de 10.000 becas en educación superior o el fortalecimiento de los créditos educativos.

Si bien el modelo económico del santismo y el uribismo es el mismo, su visión del mundo es opuesta. Uribe vibra con lo nacional, Santos con lo internacional. En sus discursos apela a líderes como Roosevelt, Churchill o Kennedy. Cita a Mandela o a Voltaire. Su visión es en grande. La utilización constante de las palabras “más”, “mejor”, “mucho” o “muy” revela su proyecto. Su objetivo es que Colombia sea modelo en la región y el mundo.

¿Por qué, entonces, el presidente no logra conectarse con el país? A diferencia de Uribe, quien creó una relación fusional con el pueblo utilizando vocabulario cercano y visitando las regiones, Santos está menos presente y habla con lenguaje distante y bogotano: “ustedes”, “usted”, “gente”. Su lenguaje e imagen no van de la mano con la población acostumbrada a la cercanía y los referentes locales. Además de sacar adelante el proceso de paz, el presidente sigue teniendo el reto de construir una imagen carismática que enamore a los colombianos.

 

 

* Institut des Amériques (París). Ph.D. en ciencia política. Profesora invitada Universidad Nacional.

 

mariafg2@gmail.com

Por María Fernanda González E.*, Especial para El Espectador

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