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Santos sin el mantra de Uribe

El jefe de Estado respondió a las críticas del exmandatario y dijo que el anterior gobierno buscó dialogar con la guerrilla. Uribe denunció que las Farc están cobrando un “impuesto de paz” a comerciantes de Bogotá.

Redacción Política
28 de octubre de 2012 - 09:49 p. m.
Con el grito de “Santos, Santos” se cerró ayer la Asamblea Nacional del Partido de la U en Bogotá.  / Gabriel Aponte
Con el grito de “Santos, Santos” se cerró ayer la Asamblea Nacional del Partido de la U en Bogotá. / Gabriel Aponte

Sin encontrarse frente a frente, el presidente Juan Manuel Santos y el expresidente Álvaro Uribe se sacaron ‘chispas’ a instancias de la Asamblea Nacional del Partido de la U, realizada ayer en Bogotá, y en sus discursos —pronunciados con más de una hora de diferencia— fijaron sus posturas frente a temas fundamentales en materia de política social y económica del Estado, pero sobre todo en el de la seguridad y el recién iniciado proceso de negociación con las Farc. Con un detalle clave: por primera vez el jefe de Estado dejó de lado el mantra que dice tener de no pelear con su antecesor y, sin nombrarlo, respondió duro a muchas de sus críticas.

“Yo vengo a esta asamblea como miembro de este partido, no vengo a un pugilato como un rufián de esquina a demostrar quién es el que manda en el barrio. Yo no vengo aquí con resentimiento ni con odios, no vengo con rencores, vengo como uno más de sus miembros, como todos ustedes (...) yo no creo en los partidos hechos a la medida, que se acortan o se alargan al ritmo de las necesidades del caudillo o mandamás de turno”, dijo Santos, enfatizando que “es una doble moral venir a preparar debajo del poncho una puñalada contra la colectividad”.

En este sentido, les pidió a los legisladores de la U hundir el proyecto que cursa en el Congreso que avala el transfuguismo y que permitiría que algunos de sus actuales militantes emigren a otras colectividades, como el Puro Centro Democrático, el movimiento político creado por Uribe y sus más cercanos colaboradores, que aunque muchos lo nieguen tiene intenciones electorales a futuro. “Me han acusado de ser un lobo con piel de oveja, lo cual es una gran y malintencionada falacia, que sólo puede estar inspirada en la soberbia”, agregó.

En cuanto a la paz, el presidente Santos respondió con firmeza a los cuestionamientos de Uribe —siempre sin mencionarlo— quien previamente dijo que había descuidado la seguridad para buscar el diálogo con las Farc, que las Fuerzas Armadas estaban desmoralizadas y que el proceso significaba impunidad. Según el primer mandatario, lo único que está haciendo es continuar lo que inició el anterior gobierno: “Durante cinco años estuvieron negociando entre Cuba y Caracas con el Eln y ahora dicen que cómo se va a hablar con el terrorismo (...) el gobierno anterior hizo lo imposible para iniciar este diálogo”, señaló.

Incluso —contó Santos— se escogieron cuatro sitios donde se podrían conducir las conversaciones y se le pidió al gobierno de Brasil servir como garante e intermediario, todo ello sin ninguna condición, sin pedir el cese de los ataques terroristas y del secuestro, y sólo pidiendo hablar: “No entiendo por qué ahora que nosotros lo hacemos en unas condiciones muy favorables para el pueblo colombiano, dicen ‘qué horror, están hablando con el terrorismo y de paz con impunidad’. Esos son los sofismas que utilizan en la política quienes no pueden controvertir con hechos”.

Asimismo, el jefe de Estado reveló que en conversaciones con su hijo Esteban, quien presta actualmente servicio militar, éste le ha dicho que la tropa lo que tiene es entusiasmo y ganas de seguir luchando y que lo que más los aburre es que digan que están desmoralizados. Y recalcó que sus instrucciones a las Fuerzas Armadas es seguir en la ofensiva; que el proceso de paz está blindado porque si no tiene éxito, el país no se verá afectado —aunque quizás el único perjudicado políticamente sea él— y que no habrá impunidad: “Otra cosa es la justicia transicional, una discusión que el pueblo colombiano tiene que asimilar”.

Unas dos horas antes el expresidente Álvaro Uribe había comparecido ante la Asamblea de la U y, tal y como se esperaba, había enfilado sus baterías contra los diálogos de paz entre el gobierno Santos y las Farc, dejando sobre la mesa una grave denuncia: aseguró que muchos comerciantes de Bogotá están siendo obligados a acudir a Granada (Meta) para pagar una nueva modalidad de extorsión “que el cinismo terrorista denomina impuesto de paz”.

Sin llegar a nombrar a Santos, en las palabras de Uribe desfilaron uno a uno lo que considera son los grandes ‘pecados’ del actual Gobierno. Manifestó, por ejemplo, que para complacer a las Farc se le reconoció como parte del conflicto cuando en la conciencia colectiva de los colombianos es un grupo terrorista; que la propuesta oficial de legalización de las drogas desmotiva a la Fuerza Pública; que el Marco Legal para la Paz —impulsado por el Ejecutivo— permite que delitos atroces se queden sin investigar y admite la cesación de la acción penal y, que como van las cosas, el asesino del policía, el soldado o el civil podrá ser senador.

A quien sí se refirió directamente Uribe en su disertación fue al presidente venezolano, Hugo Chávez, al que acusó de cómplice de la guerrilla: “Si el discurso de Oslo era para la galería, puede ser que Chávez indique a las Farc que negocien, firmen un acuerdo para aprovechar la amplia impunidad ofrecida y, que a renglón seguido, él ayudará a financiar las elecciones para la toma del poder con la Marcha Patriótica. Los nuevos y viejos totalitaristas saben utilizar las elecciones para tomarse el poder y también para no entregarlo”.

Y al hablar del recién creado movimiento Marcha Patriótica, denunció también que la guerrilla está presionando a alcaldes para que lo ayuden y amenazando a la gente para que se vinculen a ella, lo cual —dijo— “demuestra que se está de regreso a la combinación de las formas de lucha: violencia y política en simultáneo”. Además, Uribe aseguró que en la construcción de la agenda de confianza con las Farc se ha condicionado al acuerdo con esa guerrilla la solución jurídica a integrantes de las Fuerzas Armadas, presos o investigados, lo cual considera es una clara ofensa a su honor.

Y por eso volvió a plantear la alternativa de la excarcelación selectiva de policías o militares hoy detenidos, sin levantar la condena, hasta la revisión por una nueva instancia judicial de los casos. Para el exmandatario, el gobierno Santos ha tenido mayor interés en congraciarse con la guerrilla como interlocutor, que en garantizar la seguridad a los ciudadanos y la defensa efectiva de las Fuerzas Armadas.

“No pongamos en riesgo nuestras libertades ni opaquemos la convicción colectiva ganada sobre el necesario equilibrio entre la inversión y la seguridad”, expresó el expresidente Uribe en la parte final de un discurso ante los asambleístas de la U, partido al que invitó a ubicarse ideológicamente en el “centro democrático”. De paso, negó ser enemigo de la paz y concluyó con más pullas a Santos: “En lugar de permitir que nos acomplejen los adversarios o arrepentidos de la seguridad, con su decir que es guerra, defendamos la seguridad como valor permanente de la democracia y fuente insustituible de recursos sociales”. ¿Y el Partido de la U? Sigue con una encrucijada en el alma.

Por Redacción Política

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