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"Técnicamente es posible firmar la paz este año"

Alto comisionado calcula que la reconstrucción del campo será a largo plazo.

Miguel Ángel Bastenier
15 de agosto de 2013 - 10:00 p. m.
Sergio Jaramillo Caro, Alto Comisionado para la Paz.   / Archivo - El Espectador
Sergio Jaramillo Caro, Alto Comisionado para la Paz. / Archivo - El Espectador
Foto: EFE - Leonardo Muñoz

Sergio Jaramillo, joven para alto funcionario, abajo de los cincuenta, tiene probablemente por cromosomas, y, sin duda, por ocupación como es muñir los pasos de la paz en un país donde ha sido siempre bien escaso, una propensión indeclinable al optimismo. Cree “técnicamente posible” que el Gobierno del presidente Santos y la guerrilla de las Farc, empeñados en el proceso de paz de La Habana desde noviembre de 2012, sean capaces de “firmar la paz este año“. Pero con el realismo de la inteligencia que modera el optimismo de la voluntad añade: “otra cosa es que las Farc decidan hacerlo”.

Jaramillo Caro reina sobre una semipenumbra, en la que la estancia principal, amurallada de libros, se alumbra tan solo con unas velas de fulgor mortecino y donde despejados espacios casi permitirían jugar un partido de fútbol sala. Su pálida tez pareciera que nunca ha conocido la luz del sol ni menos la de su sucedáneo industrial, la luz eléctrica. De acuerdo con el principio de que nada estará acordado hasta que todo esté acordado para la firma el alto comisionado entona el conocido mantra: “la regla general de que no hay cese al fuego. No hay vasos comunicantes entre la guerra y la paz. En La Habana estamos para resolver, mientras que en Colombia siguen (por ambas partes) las operaciones. En la fase secreta de las negociaciones de lado y lado hubo fuertes bajas. Pero continuamos”. Anteriormente había declarado a la prensa colombiana que lo que se “había acordado con las Farc es que, para cumplir con las expectativas de la sociedad sobre un pronto acuerdo, la discusión debería hacerse en el menor tiempo posible”.

Una paz discutida sobre la que, aunque la quieren todos los colombianos, vastos sectores de opinión, seguidores del anterior jefe del Estado, Álvaro Uribe Vélez, estiman que el camino de La Habana no es el más adecuado para llegar a ella. Jaramillo dijo inicialmente que no había que hacer nada contra esa acerba crítica y seguir trabajando por la seguridad, el bienestar, la justicia y la tranquilidad de todos los colombianos. Pero cuando las relaciones con el uribismo parecen ya definitivamente deterioradas, el alto funcionario es más explícito: “Uribe está haciendo mucho daño” —breve pausa—, “está diluyendo su leyenda”.

La firma del acuerdo tiene, tendrá, según Jaramillo, una especie de efecto salvífico que transformará la vida de la nación. “El conflicto facilitó la acumulación de tierras con violencia y dineros del narcotráfico. Su fin permitirá, en cambio, entrar en una fase de transición en la que la paz será el elemento de movilización que hará que la opinión la respalde”. O sea que la paz hará que la opinión respalde a la propia paz. Pleonasmo político. Pero el tiempo necesario para que todo ello se haga realidad va a exceder con mucho a lo que el presidente Santos, que vamos a dar por sentado que, con paz y hasta probablemente sin ella, vaya a presentarse a la reelección, tendría, si ganara, de mandato por delante. Sobre el tiempo para que esa paz sea de verdad efectiva, el doctor Jaramillo prefiere “hablar de ritmo y de momentos en lugar de plazos. Un acuerdo crearía el momento —¿ha dicho en inglés ‘momentum’?— y el impulso”. Pero al final concede un plazo: “La fase de transición para la reconstrucción del campo tomará al menos diez años”.

Acredita este hombre de las sombras al presidente Santos de una visión y un proyecto que, por primera vez desde el estallido y propagación de la violencia, abarca el país en su totalidad. Y por eso es por lo que cree que la paz “hará mucho más rica la política colombiana cuando el conflicto deje de ser el eje central de la vida del país, surgirán con mucha más fuerza todas demandas sociales”. Donde hay paz se tiene tiempo para pensar en carreteras.

Algunos hemos pensado que, con todo su horror, narco-violencia y encanallamiento del país, las Farc, un día marxistas revolucionarias, pero desde hace mucho trabajadores autónomos de la extorsión y el bandidaje, han sido una coartada para no atender a otros rubros de la construcción nacional; mientras las Farc tuvieran en rehenes a la sociedad, todo estaba justificado, verbigracia aplazar la modernización del Estado. Jaramillo no compra plenamente la idea, pero tampoco la desmiente: “Las Farc han hecho innecesaria la facultad de pensar. El problema no es hoy simplemente llegar a un acuerdo, sino transformar un país que se ha rutinizado en la guerra y que ha de adquirir la capacidad de imaginar que es lo que significaría vivir en paz”.

La gran pregunta que se hacen hoy tantos colombianos, sobre todo a la vista de las peticiones de la guerrilla como entrega en propiedad de curules, garantías de que ningún sublevado irá a prisión, o restitución de bienes, es si las Farc juegan limpio. El alto comisionado tiene que creer que sí, porque en caso contrario ¿a qué vendría la gran representación de La Habana?.

 

 

@MABastenier

Por Miguel Ángel Bastenier

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