¿Un Buen Pastor?

Las condiciones a las que están sometidos las internas impiden que exista una verdadera rehabilitación social. Sobrepoblación del 70%, inasistencia en salud y condiciones infrahumanas de reclusión son algunos de los problemas.

Alfredo Molano Jimeno
14 de agosto de 2012 - 07:25 p. m.
Los congresistas Alba Luz Pinilla, Ángela  Robledo, Gloria Estela Díaz e Iván Cepeda visitaron El Buen Pastor.  / Óscar Pérez
Los congresistas Alba Luz Pinilla, Ángela Robledo, Gloria Estela Díaz e Iván Cepeda visitaron El Buen Pastor. / Óscar Pérez

En la cárcel de mujeres El Buen Pastor, en Bogotá, 2.129 internas y 38 niños —hijos de las reclusas— ocupan un espacio construido para albergar a 1.258 personas. La sobrepoblación raya con la violación de los derechos de las presas. Los patios se quedan sin luz y sin agua. En cuartos para dos, duermen tres o cuatro. La amenaza de traslado se ha convertido en el zurriago para que hagan caso o guarden silencio. “Nadie quiere que lo manden lejos de su familia”, explica Janeth con los ojos empapados en lágrimas.

Aldemar Echeverry, director encargado del penal, sostiene que diariamente llegan entre 10 y 15 reclusas, sin contar los fines de semana, cuando esta cifra se duplica. Sin embargo, las boletas de libertad no alcanzan a equilibrar la población, pues no se dan más de tres diarias. “A este ritmo vamos a tener que dormir unas encima de otras, o matándonos las unas a las otras”, advierte Griselda, quien lleva tres años recluida en el penal.

Además del hacinamiento, la falta de servicios de salud y el alto índice de desocupación son los reclamos recurrentes de las internas. Según Echeverry, 264 son las mujeres que no están vinculadas a ninguna actividad. Sin embargo, las reclusas se ríen de esta cifra y aseguran que el 50% de ellas no tienen nada que hacer. “Es absurdo lo que dice el director, los planes de ocupación fueron diseñados para 1.000 presas y aquí somos el doble”, denuncia Laura, una mujer de 40 años que lleva tres recluida en el penal.

“Hace tres meses una mujer que tenía una infección renal murió en su celda, porque no le prestaron los servicios de salud que necesitaba”, cuenta Ángela, una reclusa del patio cuarto, donde 327 están detenidas. Para Echeverry, todo lo que está al alcance de la dirección del penal se ha hecho. Sin embargo, las falencias en la atención en salud se explican por la deficiencia financiera de Caprecom, la EPS del Estado a la que están adscritas el 82% de las reclusas de El Buen Pastor. “Los médicos no vienen porque las EPS no les pagan”, sostiene el director encargado del penal.

Según Echeverry, actualmente hay tres mujeres con enfermedades terminales. Pero las internas aseguran que muchas están en grave estado de salud. El lupus, las infecciones de transmisión sexual y los problemas de riñones son algunas de las enfermedades más comunes. “Hay una celda en la que dos de las tres mujeres que duermen allí tienen lupus”, denuncia Diana, una interna de 33 años. Pero sin duda, la prestación de los servicios de ginecología y pediatría es una de las exigencias recurrentes en las internas. “En cinco años me han practicado una citología y a uno le dicen que si no lo llaman es porque no tiene nada. Nunca nos entregan los resultados”, expresa Carolina, una mujer de 40 años que antes de estar presa acostumbraba a llevar una buena vida.

Otro de lo problemas para las presas de El Buen Pastor está asociado al sistema de administración de justicia, ya que muchas de las mujeres privadas de la libertad no tienen resuelta su situación. Aquí se encontró otra contradicción entre la versión del director del penal, quien afirma que las mujeres sindicadas no pasan de dos años privadas de la libertad. Por su parte, Carolina dice llevar cinco años recluida y aún no ha recibido condena. Las cifras de Echeverry contabilizan 1.500 mujeres condenadas y 629 sindicadas.

“El caso de El Buen Pastor es el de muchas cárceles de todo el país: una bomba de tiempo. Es una cárcel en la que es evidente que se ejercen formas disciplinarias que pueden ser catalogadas de tortura. La radiografía de El Buen Pastor sirve para ratificar la tesis de que el sistema carcelario es una negación de los derechos de las personas, donde todo se compra y se vende y no hay procesos de rehabilitación para las personas privadas de la libertad. La cárceles deberían ser una solución, no un problema”, afirmó Iván Cepeda, quien participa del grupo de congresistas que fueron encargados de realizar visitas de verificación de las condiciones carcelarias en el país. Misión a la que asistieron las representantes Ángela María Robledo, Alba Luz Pinilla y Gloria Estela Díaz, quienes adelantarán hoy un debate de control político por la crítica situación.

Faltan más de 12.000 cupos

La Defensoría del Pueblo ha informado que la población carcelaria se incrementó en 54.915 personas en los últimos 12 años, mientras que los cupos tan sólo aumentaron en 42.009. Es decir, el déficit es de 12.906 cupos. Por su parte, el Inpec asegura que la tasa de sobrepoblación es de 45%, pero de los 142 establecimientos de reclusión en el país, tres la rebasan: en Riohacha la capacidad es de 100 internos, pero hay 427 recluidos (hacinamiento: 327%); en Bellavista (Medellín) el cupo es para 2.424, pero hoy tiene 7.472 reclusos, y en La Modelo de Bogotá la capacidad es de 2.907 internos, pero alberga a 7.839. Tomando en cuenta los índices de evolución de la cárceles, según los cuales la tasa de aumento es de 1,7%, para 2022 la tasa de hacinamiento sería del 90% y se necesitarían 18 cárceles nuevas.

Por Alfredo Molano Jimeno

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