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Un nuevo aire para la paz

La designación de Juan Manuel Santos como Premio Nobel de Paz no sólo es un respiro político para el mandatario colombiano, sino que se constituye en un contundente impulso para desempantanar el proceso con las Farc.

Marcela Osorio Granados
08 de octubre de 2016 - 04:40 a. m.
En un breve discurso, el presidente Juan Manuel Santos, acompañado de su esposa María Clemencia Rodríguez, aseguró que el premio es un tributo a las víctimas del conflicto armado en Colombia. / EFE
En un breve discurso, el presidente Juan Manuel Santos, acompañado de su esposa María Clemencia Rodríguez, aseguró que el premio es un tributo a las víctimas del conflicto armado en Colombia. / EFE
Foto: CCARRION

La noticia no pudo llegar en mejor momento. En medio de la incertidumbre y el limbo en el que se encuentra el país tras el triunfo del No en el plebiscito refrendatorio del Acuerdo Final entre Gobierno y Farc, la comunidad internacional le dio un impulso -más necesario que nunca- al proceso de paz y en contra de todos los cálculos le otorgó el Premio Nobel de Paz al presidente Juan Manuel Santos(Lea: Santos gana el Nobel de Paz: histórico guiño internacional a los diálogos con las Farc)

La noticia no pudo llegar en mejor momento. En medio de la incertidumbre y el limbo en el que se encuentra el país tras el triunfo del No en el plebiscito refrendatorio del Acuerdo Final entre Gobierno y Farc, la comunidad internacional le dio un impulso -más necesario que nunca- al proceso de paz y en contra de todos los cálculos le otorgó el Premio Nobel de Paz al presidente Juan Manuel Santos. Fue la cereza del pastel de una semana de altibajos en la que el ánimo colectivo fluctuó entre el pesimismo que dejó la jornada electoral y la esperanza de cambio producto de la monumental movilización ciudadana de la noche del miércoles en la Plaza de Bolívar. (Vea especial A CONSTRUIR LA PAZ)

“El hecho de que la mayoría de los votantes dijeran No al acuerdo de paz no significa necesariamente que el proceso esté muerto. El plebiscito no fue un voto por o contra la paz”, señaló el Comité Nobel en su histórico fallo, al insistir en que el resultado en las urnas pone sobre la mesa la urgencia de buscar salidas y consensos, y que hay que mantener el cese al fuego bilateral, pues hay un riesgo real de que el proceso de paz se paralice. El premio es también, y así quedó claro en la decisión, un reconocimiento a los colombianos que siguen creyendo en la posibilidad de una paz justa y a los millones de víctimas que han dejado más de 52 años de conflicto armado. (Lea: "Nobel es un mandato para seguir trabajando por la paz": Santos)

Pero quizás el efecto más directo del Nobel es la recarga de oxígeno que le da al Gobierno, y por supuesto al presidente Santos, para continuar en el espinoso camino de zanjar diferencias con la oposición para retomar el rumbo del proceso con las Farc. Si bien es cierto que el premio no ayudará a dar por terminada la polarización del país en torno a lo ya acordado, también lo es que si puede lograr la unión de fuerzas y vincular a sectores que se habían mostrado reacios, como los abstencionistas que en las elecciones del 2 de octubre fueron mayoría. (Lea: ¿Y para qué le sirve el Nobel de Paz a Juan Manuel Santos?)

De cualquier forma el mensaje es contundente: persistir en la tarea en medio de las dificultades. “El Comité espera que el premio de la paz le dé (a Santos) la fortaleza para lograr esta demandante tarea de lograr la paz y que en los próximos años los colombianos recojan los frutos del proceso de paz y reconciliación en marcha”, concluyó el Comité.

Un voto de confianza desde los más altos niveles que le plantea al presidente Santos el reto de corresponder a la comunidad internacional un apoyo sin precedentes y jugarse todas las cartas posibles para que el proceso con las Farc llegue a buen puerto. Por eso el mensaje que envió el jefe de Estado a los colombianos tras conocer la noticia del premio tuvo un tinte conciliador, enfocado en la necesidad de aprovechar la ventana de oportunidad que se abre para aunar esfuerzos de cara al objetivo común. “Es por las víctimas, y para que no haya una sola víctima más, un solo muerto más, debemos reconciliarnos y unirnos para culminar este proceso, y comenzar a construir una paz estable y duradera”, manifestó. (Lea: Sí, el Nobel a Santos fue político)

Con ese norte y un renovado espíritu de confianza, el camino pareciera comenzar a despejarse. Desde La Habana, por ejemplo, las delegaciones de paz del Gobierno y las Farc mostraron su disposición para discutir las propuestas de los diferentes sectores de la sociedad para entender las dudas sobre los temas más polémicos acordados en La Habana y definir, cuanto antes, una estrategia de acción. “Es conveniente que sigamos escuchando, en un proceso rápido y eficaz, a los diferentes sectores de la sociedad, para entender sus preocupaciones y definir prontamente una salida (…), las propuestas de ajustes y precisiones serán discutidas entre el Gobierno y las Farc para dar garantías a todos”, señalaron a través de un comunicado.

Asimismo, las partes reiteraron el compromiso de mantener el cese al fuego y garantizar la seguridad de las comunidades en sus territorios, para lo cual acordaron un protocolo “dirigido a prevenir cualquier incidente, en zonas de preagrupamiento en los cuadrantes definidos y asegurar un clima de seguridad y tranquilidad con la plena aplicación de todas las reglas que rigen el cese al fuego”. Un proceso que seguirá siendo liderado por el mecanismo tripartito de monitoreo y verificación del Gobierno y las Farc con la coordinación de Naciones Unidas. (Lea: Santos, obsesionado por la paz)

Para las delegaciones es claro que la consecución de una paz estable y duradera requiere el consenso más amplio posible y escuchar las voces disidentes, como lo explicó el plenipotenciario del Gobierno Humberto de la Calle. “Reconocemos que quienes participaron en el plebiscito se pronunciaron mayoritariamente a favor del No, así fuera por pocos votos. Este es un resultado incontrovertible de la democracia sobre el que no cabe duda alguna. Lo vamos a respetar (…) El Gobierno considera que oír sus preocupaciones es fundamental para alcanzar un acuerdo que nos dé garantías a todos. Por eso la próxima semana vamos a seguir escuchándolos y también absolviendo dudas que, en su mayoría, obedecen a interpretaciones inexactas de lo acordado”, refirió.

En igual sentido se pronunció el jefe de la delegación de paz de las Farc, Iván Márquez, quien sostuvo que la guerrilla mantiene su voluntad de escuchar todas las voces incluyendo las de los millones de colombianos que se abstuvieron de votar en el plebiscito por la paz. Sin embargo, Márquez dejó claro que el acuerdo ya está firmado y que las partes no van a “destruir” lo diseñado, que “ha recibido tanto elogio de la comunidad internacional y la Corte Penal Internacional. Tenemos una herramienta muy buena en ese acuerdo final para construir las bases que nos permitan llegar a una paz duradera en Colombia”, agregó.

Por los lados de la oposición del Centro Democrático, las fichas también se están moviendo. El expresidente Álvaro Uribe -a través de la red social Twitter- felicitó ayer a Santos por el Nobel y aprovechó para señalar que espera que el premio ayude a conducir cambios en los acuerdos de paz que, a su juicio, son dañinos para la democracia. Modificaciones que el uribismo espera giren en torno a las propuestas que presentarán al Gobierno el próximo lunes en una nueva reunión de la comisión creada la semana pasada para tal fin.

Por lo pronto, en Colombia se respira un aire diferente y al presidente le acaban de dar una oportunidad única para cerrar con broche de oro al labor en la que se empleó a fondo. Aunque el país pareció darle la espalda el pasado domingo, la comunidad internacional le devolvió ayer el respaldo que se creía perdido.

Por Marcela Osorio Granados

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