Uribe: ¿caja de resonancia?

En 2005, Francisco Santos acusó a los medios de servir de caja de resonancia del terrorismo.

Hugo García Segura
07 de febrero de 2013 - 09:23 p. m.
El expresidente Álvaro Uribe y el vicepresidente Francisco Santos. / Archivo
El expresidente Álvaro Uribe y el vicepresidente Francisco Santos. / Archivo

En febrero de 2005, en pleno fervor del gobierno del presidente Álvaro Uribe y de su política de seguridad democrática, el entonces vicepresidente Francisco Santos acusó a los medios de comunicación del país de ser “cajas de resonancia del terrorismo”, refiriéndose a la difusión de varios atentados de la guerrilla contra la Fuerza Pública en diferentes puntos de la geografía nacional y contra la cadena radial RCN en Cali.

“Cualquier concesión es un síntoma que los terroristas interpretan como debilidad, lo que los lleva a producir más actos de terror (...) especial papel juegan los medios de comunicación, que en este caso -y es triste decirlo-, crean una caja de resonancia a los hechos terroristas que, sin duda, fueron más efectivos que la misma utilización de explosivos por parte de estos grupos ilegales”, fueron exactamente sus palabras.

Aunque posteriormente Santos se disculpó diciendo que fue un “momento de efervescencia”, días después, en una cumbre internacional sobre Democracia, Terrorismo y Seguridad, realizada en Madrid (España), ahondó en su tesis al señalar que el Gobierno estaba en la obligación de encender las alarmas, que los periodistas estaban al servicio de la sociedad y que por eso debían tratar con mesura las noticias relacionadas con atentados, pues un traspiés de la Fuerza Pública no significaba que la seguridad democrática estuviera fracasando.

La semana pasada, en medio de la polarización política por cuenta del choque entre el presidente Juan Manuel Santos y el expresidente Uribe, Colombia se vio inmersa en una ardua polémica cuando el exmandatario publicó en su cuenta de Twitter las fotografías de dos policías asesinados por las Farc, en un ataque en La Guajira. “Policías de la Patria asesinados. Sijin, Policía Nacional de Colombia, informa que asesinos son del frente 59 de terroristas de las Farc”, decía el texto que acompañaba una primera imagen tomada a distancia. La segunda foto era más cruda: en un primer plano se veían los policías muertos, tirados a la orilla de la carretera en un charco de sangre.

Hay quienes ven en la actitud del expresidente Uribe una contradicción y consideran que está usando a su favor aquello que cuestionaron en el pasado algunos miembros de su guardia pretoriana (Francisco Santos o José Obdulio Gaviria). Esto ocurre justo en el contexto de la dura oposición de Uribe al proceso de paz que adelanta el gobierno Santos con las Farc en La Habana, el cual, según lo acordado, se da sin cese al fuego. Ante la lluvia de críticas, el exjefe de Estado aseguró que no se podía justificar el asesinato de policías y soldados diciendo que así quedó pactado antes de iniciar los diálogos y que lo importante no era la imagen sino el crimen. “Que el país adquiera conciencia”, enfatizó.

Precisamente para José Obdulio Gaviria, uno de los escuderos de Uribe, las fotos de los policías asesinados “deberían servir para conmover la opinión ciudadana y permitir comprender la gravedad del contubernio entre el presidente Juan Manuel Santos y las Farc”. Argumentos válidos para el uribismo, pero que llaman la atención si se mira el pasado, cuando en 2005, al salir en defensa de Francisco Santos y su teoría de los medios como caja de resonancia del terrorismo, expresó en su columna del diario El Tiempo que necesitábamos “menos alboroto y más reflexión sobre la trampa verbal de la neutralidad” y citaba a Savater: “Es indecente que, tras cada atentado, los mismos que dicen que la violencia terrorista es inaceptable nos recuerden que, sin embargo, existe un conflicto político”.

Lo cierto es que el debate sobre la divulgación de imágenes y noticias de actos de terrorismo vuelve a la palestra pública, aunque habría que resaltar que los análisis sólo se ciñen a los medios de comunicación y que es poco lo que se ha avanzado frente a las redes sociales de Internet, convertidas hoy en canales de divulgación de información muchas veces desaforada o, en lo que representan como escenario de la lucha política, en la “nueva plaza pública”.

Lo único que se puede referir son las reacciones contra Uribe en la misma red de Twitter. “La sangre de nuestros policías es nuestra sangre. No puede exhibirse como trofeo de guerra contra la paz”, escribió el ministro del Interior Fernando Carrillo, mientras que Luis Fernando Velasco, senador liberal, calificó la actitud del exmandatario como de “pornografía electoral”. Ya por fuera de la clase política, el periodista Juan Carlos Iragorri fijo también su postura: “¿Será que esta foto, que sólo publicaría un tabloide amarillista, aumenta el número de seguidores en Twitter, o los reduce?”, trinó.

En lo que tiene que ver con la prensa, en la misma Cumbre Internacional sobre Democracia, Terrorismo y Seguridad en la que participó Francisco Santos, varios periodistas del mundo plantearon sus argumentos en torno a este agudo debate. Así por ejemplo, para Antonio Franco, director de El Periódico de Cataluña, hay que tener cuidado con lo que se dice y hay que contextualizar la información. Pero, sobre todo, hay que tener en cuenta que “los medios de comunicación están al servicio de los ciudadanos y no de los gobiernos”.

A su vez, el periodista turco Hasan Cemal, jefe del Milliyet Nacional Daily, es de los que considera que la gran dificultad está en encontrar el equilibrio entre las obligaciones profesionales y las políticas cuando hay que informar sobre terrorismo. Y el alemán Matthias Naas, subdirector de Die Zeit, insiste en ese dilema: “Nos enfrentamos al problema de si no estaremos haciendo una publicidad exagerada a los terroristas”. Algo en lo que el italiano Giannini Riotta, del Corriere de la Sera, es tajante: “La mejor propaganda es la verdad”.

Siendo así, podría decirse entonces que las fotos publicadas por el expresidente Uribe en Twitter y los constantes trinos sobre ataques de la guerrilla son la realidad o la verdad del país. Sólo que todos sabemos que ello está enmarcado en una lucha por el poder político perdido, el cual quiere recuperar el uribismo en 2014, apostándole al fracaso del proceso de paz que se desarrolla en Cuba. ¿Es válido utilizar esa estrategia? Un dilema ético en el que cada quien defiende sus puntos de vista y en el que queda claro que lo que ayer significaba para el uribismo, cuando estaba en el poder, una postura cuestionable, hoy le sirve como punta de lanza para ir en contra del gobierno Santos.

 

Por Hugo García Segura

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