“Valió la pena haber vivido”: Henry Acosta

El hombre que con total hermetismo estableció el cruce de mensajes entre el presidente Juan Manuel Santos y el jefe guerrillero Pablo Catatumbo, detalló los pormenores de cómo fue el intercambio que permitió instalar la fase secreta de diálogos.

Alfredo Molano Jimeno
24 de agosto de 2016 - 11:56 p. m.
Henry Acosta  fue la persona que hizo los primeros contactos entre el Gobierno y las Farc. / Cortesía Revista Semana.
Henry Acosta fue la persona que hizo los primeros contactos entre el Gobierno y las Farc. / Cortesía Revista Semana.

Henry Acosta es un empresario nacido en Génova (Quindío) que sin mayor visibilidad dio las primeras puntadas para el acercamiento entre el presidente Juan Manuel Santos y el comandante de las Farc Pablo Catatumbo que permitieron iniciar el proceso de paz. Fue quien llevó las primeras cartas y razones de la Casa de Nariño a las selvas de Colombia y viceversa. En la mesa de diálogos tuvo el rótulo de “facilitador”. Esta es su versión.

¿Cómo recibe el anuncio del acuerdo?

Henry Acosta es un empresario nacido en Génova (Quindío) que sin mayor visibilidad dio las primeras puntadas para el acercamiento entre el presidente Juan Manuel Santos y el comandante de las Farc Pablo Catatumbo que permitieron iniciar el proceso de paz. Fue quien llevó las primeras cartas y razones de la Casa de Nariño a las selvas de Colombia y viceversa. En la mesa de diálogos tuvo el rótulo de “facilitador”. Esta es su versión.

¿Cómo recibe el anuncio del acuerdo?

Ayer hablé por teléfono con Pablo Catatumbo y le dije: “Acabamos con este proceso armado, ahora nos queda la lucha civil por la implementación del acuerdo final’. Me contestó: “Esa va a ser la dura”. Ese es el sentimiento que me embarga. La alegría de que se llegó a un acuerdo final, pero la certeza de que construir la paz será un proceso igualmente difícil.

¿Cómo empezó este proceso?

No puedo decir que empezó cuando le mandé la primera carta al presidente Santos o una reunión en septiembre de 2010 en la que él y yo nos sentamos a hablar con franqueza. Todo empezó con Frank Pearl y el expresidente Álvaro Uribe el 5 de marzo de 2010. En ese momento empecé a prestar mis servicios como facilitador. Lo había hecho también el 16 de junio de 2006 en una reunión larguísima con el presidente Uribe en Cali. En ese momento, Uribe me dijo que no había nada que hacer. Pero la vida me puso en esta tarea y la enfrentamos, junto con Julieta, mi esposa. Hoy siento que valió la pena y que es un legado a mis hijos, a la familia y a la patria.

¿Pero cómo empezó su participaron en el proceso de paz?

No trabajé solo. Estuvo también Sergio Jaramillo y el presidente Santos . Además otro personaje que casi no se menciona, Alfonso Cano, el gran artífice junto con Pablo Catatumbo. Cano fue quien lo inició. Cuando murió, sus compañeros del Secretariado entendieron que era su voluntad y había que cumplirla.

¿Cómo propuso el acercamiento?

En 2002 había iniciado las primeras aproximaciones con el presidente Uribe. Los ocho años de su Gobierno lo intentamos con Luis Carlos Restrepo, un hombre batallador, pero no pudimos. Recuerdo que el 16 de junio de 2006 nos reunimos los tres. Llevaba un mensaje verbal de las Farc que decía: ‘dígale al presidente Uribe que no estamos ni por la toma del poder ni porque este sea un país socialista. Estamos por una economía de bienestar con equidad y justicia social”. Se proponía un acuerdo general, tal como se hizo en La Habana. Uribe me dijo: “Mejor dígales que entreguen los fierros, que yo ya hablé con Sarkozy y que él los recibe”. Yo repliqué: “Digo eso y cierro las puertas. Además la ley de destierro se acabó hace más de 100 años. Entre otras cosas porque los habrían mandado a Francia sin ser juzgados.

¿Y cómo empezó su mediación con Santos?

Cuando el presidente Santos ganó las elecciones pensé que con él se podía. Le mandé una carta el 12 de julio de 2010. Nos encontramos para hablar el 6 de septiembre. Él mandó un mensaje a Alfonso Cano y a Pablo Catatumbo diciendo que Frank Pearl y Enrique Santos eran sus delegados. Ellos respondieron en octubre 15 diciendo que aceptaban el encuentro. Yo metí esa USB en el computador y saltaba de la felicidad, abrazaba a Julieta. Era la primera vez, desde 2002, que las Farc decían que estaban dispuestos. Nombraron a Andrés París y Marcos Calarcá como voceros. Fueron las primeras luces del proceso.

¿Cuál es la historia de su relación con Pablo Catatumbo?

En 1998 estaba realizando un proyecto de cooperativismo rural en el Valle. Un día iba en mi camioneta rumbo a Santa Lucía y me salió un grupo de hombres armados. Después apareció un señor a quien entregué mi hoja de vida. La miró y le gustó que hubiera trabajado en Naciones Unidas. Me dijo que era Jorge Torres Victoria o ‘Pablo Catatumbo’. Hablamos desde las 9:30 a.m. hasta las 11 de la noche. De historia, literatura, cine. A partir de ese día mantuvimos contacto.

¿Cómo continúa esa relación?

Él me dijo, siga viniendo pero traiga libritos. Llevárselos era como un tesoro. Luego vino el secuestro de los diputados del Valle en el que cayó el hijo de un amigo mío, Carlos Barragán. Me fui a su casa en Cali y le dije: conozco a Pablo Catatumbo. Es la oportunidad de ver qué pasa. Él llamó a Luis Carlos Restrepo. Él me dijo: hay que buscar el acercamiento. Le dije que lo hacía pero con autorización. Yo hice el contacto entre Carlos Barragán y Pablo Catatumbo. Se hicieron dos reuniones en la cordillera. Yo los lleve. Entonces Luis Carlos Restrepo me dice: hombre usted los conoce, vamos a buscar la paz o el acuerdo humanitario para liberar los retenidos del conflicto. En eso duramos ocho años, hasta el 5 de marzo de 2010 cuando el presidente ordenó a Frank Pearl proponer lo mismo que pasó en La Habana, pero en Brasil. Sin embargo, ya era tarde. Las elecciones fueron en mayo y no se pudo.

¿Cuál ha sido el momento más difícil en estos cuatro años de diálogos?

Hubo una crisis grande en noviembre de 2013. En el comienzo las Farc se apoyaban mucho en el preámbulo del acuerdo general y el gobierno decía que lo que había que discutir eran los seis puntos del acuerdo general. Hubo un momento en el iban a renunciar todos. Me llamó Sergio Jaramillo y me dijo: Henry por qué no ayuda. Hablé con el Presidente y le hice remembranza de todo. Entonces se logró sortear. Ha habido otras crisis, en marzo de este año hubo una crisis complicada. También se sorteó otra con las dos delegaciones a través de Noruega y Cuba.

¿Desde el principio creyó que este proceso de paz sería exitoso?

Siempre creí. Tuve a mi lado siempre a un hombre que ha estado en la sombra y me ha asesorado mucho, como también a la delegación de las Farc y al gobierno: Vicen Fisas. El catalán que ha sido director de la Escuela de Paz de la Universidad de Cataluña, el hombre que más sabe de la resolución de conflictos internos armados del mundo. Ha estado en 56. Hablé con él y me dijo que esto tenía momentos en los que todos se podía acabar, pero también otros donde quedaba claro que faltaba poco. Además tengo un refrán que me enseño un viejo amigo hace muchos años: “uno de tanto mirar para el cielo aprende astronomía”. Veía señales. Imagínese que en el intento de despejar Florida y Pradera, el presidente Uribe manda a decir que si van Alfonso Cano y Pablo Catatumbo a reunirse con mis delegados yo traslado la Presidencia un mes a Florida. Aquí hubo cosas que uno decía ya esto va a salir y resulta que no se pudo.

¿En algún momento tuvo ganas de tirar la toalla?

Hace unos 10 meses sentí que no. Incluso le dije al Presidente, no le hago más. Me contestó: Henry, usted parece un cura y yo de verdad parezco un obispo por la barriga. También hubo una crisis con el comandante Iván Márquez, cuando dijo: aquí hay mucho razonero. Yo contesté: no he sido razonero, no me quiero enredar, le atropellan a uno la dignidad. Él no me lo dijo a mí por ofenderme sino porque iban muchos. Un senador, el otro, la otra, y todos contaban que habían hablado con el presidente.

¿Qué costos personales ha tenido este ejercicio que ha hecho de facilitador?

Muchas amenazas. La seguridad ha sido complicada. Tengo una frase de Einstein que dice: solo una vida vivida para los demás vale la pena ser vivida”. Pero todo se ha resuelto y ese es el costo más grande.

 

 

Por Alfredo Molano Jimeno

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