Las verdaderas razones de la crisis del proceso de paz

La situación de ‘Pablo Catatumbo’ y sus divergencias explica el tire y afloje de los últimos días entre Gobierno y Farc.

María del Rosario Arrázola
31 de enero de 2013 - 03:03 p. m.
El equipo negociador del Gobierno en La Habana (Cuba)./EFE
El equipo negociador del Gobierno en La Habana (Cuba)./EFE

“No vamos a discutir con la delegación gubernamental en la mesa asuntos de la confrontación, tal como ha sido convenido. Por eso guardamos silencio frente a los bombardeos y al uso desmesurado de la fuerza por parte de la aviación contra nuestros campamentos en tregua unilateral”. Con estas palabras, con sabor de reclamo, el jefe negociador de las Farc, Iván Márquez, le salió al paso al ultimátum del Gobierno refrendado a través del exministro Humberto de la Calle, en la primera fisura de los diálogos de paz que se desarrollan en Cuba.

El tema de fondo es el enfoque que las partes le quieren dar al proceso de paz: el Gobierno sólo quiere hablar de terminar el conflicto, mientras que las Farc buscan negociarlo, pero a través de la regularización de la guerra, es decir, dilatando la confrontación sobre reglas de juego convenidas. Tras el careo se advierte que la guerra es protagonista y que cada delegación expresa sus intereses. El Ejecutivo porque se sabe en ventaja militar y aspira a una negociación rápida, y las Farc, que quieren mostrar que pueden esperar combatiendo.

Fuentes consultadas por El Espectador dejaron entrever que en buena medida la postura de las Farc, la última semana, tiene que ver con la incomodidad expresada por el comandante guerrillero Jorge Torres Victoria, alias Pablo Catatumbo, quien se sabe objetivo prioritario de las Fuerzas Militares y de hecho constata cómo la ofensiva militar contra el bloque occidental de las Farc, que él orienta, hoy se siente de manera intensa en los departamentos de Cauca, Valle y Tolima, precisamente las áreas geográficas donde incursiona.

Pablo Catatumbo, además miembro del secretariado de las Farc, tiene hoy un peso importante en las decisiones de la organización e hizo parte de los primeros acercamientos con el gobierno Santos. Sin embargo, también ha manifestado sus divergencias en el interior de la guerrilla, al punto de que sus opiniones se han venido radicalizando, en la misma medida en que se han incrementado las operaciones militares contra sus campamentos. De alguna manera eso explica que el epicentro de la crisis del proceso, más que en la mesa de negociación, esté situado en Colombia.

El secuestro de los policías Víctor Alfonso González y Cristian Camilo Yate, en área rural del municipio de Pradera (Valle), justamente en la zona de influencia de Pablo Catatumbo, explica de manera adicional por qué las Farc quieren volver a su argumento de los prisioneros de guerra. El problema es que en una sociedad como la colombiana, hastiada del delito del secuestro, regresar a ese dilema es revivir la tragedia de la última década en la que, por cuenta del canje, se llegó a un punto de extrema polarización política nacional.

Tras los bastidores del conflicto está la realidad de la guerra, que siempre va a generar desconfianza a la hora de negociar la paz. De hecho, más allá del cruce público de comunicados entre el Gobierno y las Farc, por cuenta de la libertad personal, ayer trascendió que cuatro soldados perdieron la vida en combates, en el departamento de Nariño; que el Ejército rescató a tres ingenieros que estaban cautivos entre Cauca y Putumayo, o que continúan las operaciones militares para frenar los intentos de la guerrilla de recobrar sus fuerzas.

Lo demás es el peso de las palabras y lo que ellas provocan. Por ejemplo, los comentarios del periodista Enrique Santos Calderón, hermano del presidente Juan Manuel Santos, según los cuales lo preocupante de los diálogos de paz es el ritmo, la agenda que no avanza, y la réplica mediática del jefe de Estado, quien al referirse a la intervención de su hermano en un foro en Estados Unidos, a través de un mensaje de Twitter, contestó con una frase: “Para evitar confusiones, no hay que olvidar que Augusto es Augusto y Abdón es Abdón.

Es decir, una forma de tomar distancia de los comentarios de su hermano y preservar su estilo prudente a la hora de encarar el tema de la paz. Sin embargo, las observaciones de Enrique Santos no dejan de reflejar lo que realmente sucede: “Las voladuras de oleoductos y los ataques contra la infraestructura por parte de las Farc forman parte de una estrategia para presionar un cese al fuego bilateral”. Aunque el periodista Santos recalcó que sus opiniones son personales, dejó claro que las Farc tienen la costumbre de dilatar para oxigenarse y fortalecerse en la guerra.

Es asunto de mostrar fortaleza. El Gobierno advierte que no se va a sacrificar la gobernabilidad por el proceso de paz y, de paso, persiste en que no quiere imponer un estilo de micrófonos. Y las Farc hacen lo propio cuando responden que se levantarán de la mesa hasta firmar un acuerdo de paz con el Gobierno, pero le hacen saber al país, a través de los medio de comunicación que, en su criterio, “es insensato que mientras se hacen acciones para escalar la guerra, se eleven quejas por las consecuencias”. En el fondo, un aire político y militar para Pablo Catatumbo.

Por ahora seguirán las rondas de negociación en La Habana con el tema del desarrollo rural, aunque esta crisis ha dejado ver con claridad por qué, desde el día que terminó la tregua de fin de año, las Farc han querido resaltar el aspecto del comunicado que abrió para la guerrilla el proceso de paz de Cuba en febrero de 2012: la búsqueda de un Tratado de Regularización de la Guerra, con una interpretación particular sobre el Derecho Internacional Humanitario (ver nota anexa), según la cual quieren prisioneros de guerra, pero persisten en diversas violaciones a los derechos humanos.

 

Polo pide mediación para la paz 

Ante las diferencias que han surgido en los últimos días entre el Gobierno y las Farc en el marco de los diálogos de paz que se adelantan en La Habana, Cuba, la presidenta del Polo Democrático Alternativo, Clara López Obregón, planteó que “hay dos lenguajes antagónicos que pueden estar llevando el diálogo por líneas paralelas que no se encuentran, por lo que ha llegado el momento de introducir la figura de la mediación para asegurar al máximo la construcción de puntos de encuentro y de acuerdo”.

Para López Obregón es necesaria una voz independiente que acerque a las partes y sea ajena a la manipulación política, en un tema tan crucial para el futuro del país como es la consolidación de la paz.

 

Por María del Rosario Arrázola

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