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Zuluaga, la fuerza de la región y de su sombra

En un cuarto de siglo, el político caldense pasó de ser concejal a candidato presidencial. La historia del hombre que le dio ocho años de gobierno al uribismo y hoy defiende sus banderas.

Camilo Segura Álvarez
04 de mayo de 2014 - 02:00 a. m.
 Óscar Iván Zuluaga fue ministro de Hacienda de Álvaro Uribe de 2007 a 2010. / Archivo- El Espectador
Óscar Iván Zuluaga fue ministro de Hacienda de Álvaro Uribe de 2007 a 2010. / Archivo- El Espectador

En 25 años, Óscar Iván Zuluaga pasó de ser concejal de Pensilvania, Caldas, a tener la opción seria de llegar a la Presidencia. Para el uribismo está claro que buena parte de los chances que tiene el Centro Democrático de ganar las elecciones depende del voto de confianza que depositó en el candidato el expresidente Álvaro Uribe. Aunque también tienen certeza de que Zuluaga es un hombre con una hoja de vida digna de los mejores estadistas y una personalidad que, si bien lo distancia del exmandatario, no compromete su lealtad a las ideas que éste profesa.

No contaba con 10 años de edad cuando Zuluaga, acompañado de tres hermanos y sus padres, Ovidio Zuluaga y Carina Escobar, llegó a Bogotá en busca de un futuro. La prioridad de la familia era que los niños tuvieran la mejor educación. Óscar Iván fue matriculado en el Liceo de Cervantes, donde, además de ser un buen y disciplinado alumno, fue un promisorio jugador de fútbol. Las vacaciones las pasaba en su pueblo o ayudando a su padre a vender el licor que importaba.

Como estudiante de economía en la Universidad Javeriana, Zuluaga se vinculó a todos los grupos estudiantiles conservadores que pudo. Sus más cercanos amigos, como Fernando París, dicen que lideraba un grupo de cinco compañeros que recorrían el país tras de él. “La vena política de Óscar Iván afloraba bajo una profunda admiración por Álvaro Gómez y con convicciones profundamente católicas. La pasión conservadora la heredó de sus padres, que, en cada elección local o nacional, respaldaban a los candidatos laureanistas”.

Como representante de Colombia en la Asociación Internacional de Estudiantes de Ciencias Económicas y Comerciales, Zuluaga recorrió el país haciendo gala de su buena oratoria y su capacidad de síntesis. En uno de esos encuentros, en Barranquilla , conoció a Martha Ligia Martínez, la madre de sus tres hijos (David, Esteban y Juliana) y su actual esposa. Un amor que, en principio, vivieron a distancia. Mientras él cursaba una maestría en la Universidad Exter de Inglaterra, gracias a una beca que le otorgaron por haber ganado el premio a la mejor tesis en Finanzas de la Asociación Nacional de Instituciones Financiaras (ANIF), ella terminaba sus estudios en la Universidad del Norte.

A su regreso de Europa, el hoy candidato se vinculó de lleno a la empresa que en la década de 1970 fundó su familia materna para importar tejas de cinc y que, treinta años después, se convertiría en líder en producción de insumos para la arquitectura: Acerías de Colombia (Acesco). Posesionado como director de Planeación de esa compañía, Zuluaga, quien completaba cuatro años de casado, fue conquistado por Luis Alfonso Hoyos para formar parte de su lista al Concejo de Pensilvania por el movimiento de su padre, el líder conservador Alfonso Hoyos, Convergencia Cívica Nacional.

Quienes lo conocen, cuentan que Pensilvania fue siempre una de las mayores preocupaciones de Zuluaga como estudiante de la Javeriana y que siempre quiso retribuirle algo a su pueblo. Cuando salió elegido cabildante, este político caldense se quedó sin días de descanso. Todos los viernes salía en su carro de Bogotá, donde mantuvo su trabajo en Acesco, para asistir a las sesiones del concejo municipal que se realizaban durante el fin de semana y regresar a la capital el domingo. En 1990, dos años después, fue convencido por sus copartidarios de lanzarse a la Alcaldía.

Como alcalde construyó un plan de desarrollo que se convirtió en modelo para el Banco Mundial por la integración de la empresa privada a la financiación de proyectos locales. En 1992, suspendió la vida política y asumió la presidencia de Acesco. A pesar de que fue segundo renglón de Luis Alfonso Hoyos en el Senado en 1997, Zuluaga nunca llegó al Congreso y se quedó en el sector privado hasta 2002, cuando ingresó al Senado después de una campaña que cambió el rumbo de su carrera política.

Zuluaga se reencontró con Álvaro Uribe después de siete años —en 1995, como gobernador de Antioquia, el expresidente buscó al hoy candidato para que este le contara su experiencia como alcalde de Pensilvania y le ayudara a combatir a las Farc en una zona que conecta a su departamento con Caldas—. Los uribistas cuentan que Uribe, si bien recibió el apoyo de Zuluaga en su aspiración presidencial, estaba preocupado porque el político caldense no sonaba lo suficiente como para acceder a un escaño en el Congreso. Óscar Iván lo sorprendió con cerca de 85.000 votos: la tercera votación del país.

Esa elección, la de 2002, significó la entrada de Zuluaga al círculo más cercano de Uribe. La carta presidencial del uribismo ideó la creación del Nuevo Partido, el embrión de lo que en 2006 se conocería como el Partido Social de Unidad Nacional, la U. Fue precisamente Zuluaga quien capoteó la aprobación de la reelección en el Congreso y eso le significó que el mismo Uribe le pidiera no presentarse de nuevo al Senado para vincularse a su segundo gobierno. Inicialmente, como ministro consejero (Diego Palacio se quedó con la cartera que le había sido prometida, la de Protección Social) y, en 2007, como encargado de la cartera de Hacienda.

Esa elección también desencadenó un lunar en el vertiginoso ascenso de Zuluaga. En 2007 aparecieron testimonios y documentos, como una fotografía en plena campaña con Maribel Galvis, una mujer que se desmovilizó con las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc), revelada por la revista Cromos, que vincularon al entonces ministro con los paramilitares de Ernesto Báez. Según la Corporación Nuevo Arco Iris, Zuluaga obtuvo “significativas votaciones en zonas de Caldas que sufrieron una importante expansión del paramilitarismo”. Sin embargo, la Corte Suprema de Justicia no encontró méritos para procesarlo. Ni a él, ni a Adriana Gutiérrez, quien se quedó con su curul para el período 2006-2010.

“Solicito a ustedes de manera respetuosa, pero vehemente, se sirvan ordenar las investigaciones a fondo sobre mi accionar ciudadano, tanto en mi vida pública como privada. Solicito se indaguen mis actos y conductas sin excepción ni reserva de ninguna naturaleza”, le escribió Zuluaga a la Fiscalía y a los jueces en una carta que explicaba detalladamente las circunstancias de esa fotografía. Al tiempo, le presentó la renuncia a Álvaro Uribe para no poner en riesgo la imagen del país. El expresidente no la aceptó y se la jugó por él, al punto que en 2008 se convirtió en su ministro estrella tras “blindar al país” de la crisis económica global.

Cuando Juan Manuel Santos llegó a la Presidencia, Zuluaga no se separó de tajo de la denominada Unidad Nacional. Incluso, estuvo cerca de ocupar el Ministerio del Interior después de que Germán Vargas Lleras lograra aprobar la Ley de Víctimas de 2011. Pero Zuluaga prefirió quedarse en las líneas del uribismo que, por ese entonces, ya avisoraba el distanciamiento del Gobierno de las tesis fundamentales del expresidente. A su juicio, una traición. Zuluaga se dedicó a andar por el país y, previendo que tenía chances de llegar a la máxima magistratura, lanzó campañas de expectativa preguntando: “¿Quién es Zuluaga?”.

A raíz del atentado contra el exministro Fernando Londoño, en mayo de 2012, y los acercamientos de paz del Gobierno con la guerrilla de las Farc, el expresidente Uribe planteó la idea de crear un movimiento para oponerse al santismo. El Centro Democrático, que se constituyó en enero de 2013, albergó a Zuluaga, quien comenzó una fuerte disputa con Francisco Santos y Carlos Holmes (hoy su fórmula vicepresidencial) por el aval uribista de cara a las elecciones del próximo 25 de mayo. En una controvertida convención, que fue denunciada por sectores del mismo uribismo como espuria, fue elegido candidato presidencial.

“Hice mi mejor esfuerzo, pero ganó la politiquería. Los medios dejaron muy en claro lo que pasó ahí. Eso ya venía muy amarrado desde antes”, declaró Francisco Santos, quien se distanció de la candidatura de Zuluaga por considerar que se había consolidado un fraude en la convención. No obstante, la candidatura siguió adelante. De un 60% de desconocimiento que tenía la figura de Zuluaga, en diciembre de 2013 pasó a tener el 30%. Y de una intención de voto que rondaba el 8% en diciembre, pasó a tener el 20% en abril del presente año.

“Óscar Iván ha sido un gran ejecutor en cada uno de los cargos que ha ocupado. Siempre ha dicho en público lo que sostiene en privado. Esa cualidad le bastó para hacer un gran equipo con Uribe. Tienen diferencias, pero se respetan por el talante honesto y democrático que comparten. Él es sosegado y paciente, mientras el expresidente es enérgico e impetuoso. Es muy distinto al presidente Santos, que representa a la aristocracia histórica bogotana, del centro del país, distante de las regiones. Óscar Iván es muy sencillo, muy ‘de lavar y planchar’: un hombre hecho a pulso”, dice Luis Alonso Hoyos sobre su amigo.

Ninguno de los pasos que ha dado Zuluaga en su vida pública ha sido en falso. Siempre ha escalado. Ahora, cuando falta el último peldaño, sus seguidores se ilusionan con que la fuerza les alcance. Saben que el expresidente Uribe arrastra cientos de miles de votos, que su historia, la del antioqueño con un mínimo margen de favorabilidad que salió presidente en 2002, se puede repetir 12 años después en cuerpo de un caldense. La de Zuluaga es la vida de un político de región que se enfrenta con cuatro bogotanos y que tendrá que demostrar que tiene el empuje para no ser la sombra de un gobierno que acabó hace cuatro años. 

csegura@elespectador.com

@CamiloSeguraA

Por Camilo Segura Álvarez

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