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La infidelidad es cuestión de genética

Un estudio, realizado en Suecia a 1.000 parejas heterosexuales, comprobó que la infidelidad en los hombres proviene de un gen que influye en el cerebro;  quienes son proclives a la monogamia carecen de éste. Al parecer el futuro de las relaciones de pareja está en manos de la biología.

El País/España - EFE
02 de septiembre de 2008 - 09:56 a. m.

El estudio realizado por el Instituto sueco de Karolinska, en Estocolmo concluyó que dos de cada cinco varones tienen esta variación genética, la cual influye también en que existan problemas de convivencia en el matrimonio. La culpa de la infidelidad de los hombres se debe al gen llamado alelo 334, que gestiona la vasopresina, una hormona que se reproduce naturalmente, por ejemplo, con los orgasmos.

Si  los comunmente llamados cachos siempre han tenido excusas, a partir de ahora hay una nueva: “Cariño, la culpa la tiene el alelo”.  Y es que el alelo 334 se encarga del receptor de la arginina vasopresina, que es una hormona básica y que está presente en el cerebro de la mayoría de los mamíferos, según esta investigación.

"Los hombres con dos copias del gen tienen doble riesgo de experimentar conflictos en la relación y divorciarse, en comparación con los hombres sin ninguna copia", explica Hasse Walum, director del estudio.

"Las casadas con hombres con una o dos copias del gen muestran un promedio de satisfacción más bajo en relación con las mujeres unidas a varones que carecen de esta variante ", añade el científico.

El estudio también demostró que este gen desempeña un papel mucho más notorio en el cerebro de los hombres que en el de las mujeres, por lo que la investigación se centro más en el género masculino.

El descubrimiento ha provocado un debate sobre si se debe usar la genética para que las parejas conozcan las posibilidades de que su relación sea exitosa. "Esta información puede ayudar a un hombre y a su esposa cuando se casan", afirma Helen Fischer, antropóloga de la Universidad de Rutgers, especialista en amor romántico, para quien conocer los "puntos débiles" será útil para superar futuros problemas.

Pese a impulsar el estudio y destacar la importancia del gen, Walum sostiene que hay muchos otros factores que condicionan el comportamiento de la vida en pareja. La cultura, la religión y el origen familiar determinan también la actitud hacia la fidelidad.

El descubrimiento radica en que “es la primera vez que se asocia la variante de un gen específico con la manera en que los hombres se comprometen con sus parejas” , explicó Walum.

El análisis se llevó a cabo durante al menos cinco años con parejas heterosexuales -más de 1.000, de las cuales 550 eran gemelos- que confesaron en test psicológicos si se sentían felices, cómo era su convivencia, si reían o besaban a menudo y sobre el futuro de su relación.

Y el resultado fue que los hombres con el alelo 334 afirmaron tener lazos menos fuertes con sus esposas y, además, éstas reconocieron que se sentían menos satisfechas con sus cónyuges que las que se casaron con hombres sin esta variante genética.

Se da la circunstancia de que los hombres “dotados” con dos copias del alelo 334 han tenido en su vida más crisis de pareja y sus esposas afirmaron que están más insatisfechas.

Walum indicó que la influencia de los niveles de la hormona vasopresina y las relaciones sociales es “modesta” e insuficiente para predecir de forma exacta el comportamiento futuro de un hombre en una relación de pareja, ya que ahí intervienen otros factores socioculturales.

Los hombres con el alelo 334 “no significa necesariamente que esté menos capacitados para el amor, sino que se trata más bien de una limitación en la capacidad social”, explicó Wallum.

Aunque, según el científico, esto no equivale a estar “condenado” a fracasar en una relación de pareja, pero sí a que aumente la probabilidad de que ocurra y de que sea más infiel. La investigación sobre la promiscuidad masculina comenzó con un estudio sobre el comportamiento de los ratones de campo machos, que son monógamos según sea la recepción de la vasopresina en su cerebro.

El receptor de esta hormona está conectado con el sistema de recompensas del cerebro, de modo que se muestran un estado positivo cada vez que tratan con un ratón hembra de campo y se aparean.

Esto que les pasa a estos ratones se parece mucho a los hombres, pero según los científicos del Karolinska -donde cada año se elige el ganador del Nobel de Medicina- es tan sólo una especulación.

Este hallazgo, más allá de excusar a los hombres infieles, se prevé que servirá en un futuro para ayudar en la investigación de patologías caracterizadas por presentar dificultades en las relaciones sociales como el autismo o la fobia social, indicó el investigador.

 

Por El País/España - EFE

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